Se vendió un solo ejemplar el día de su lanzamiento y lo cierto es que luego el libro simplemente dejó de circular. "Fue censurado, no lo vendieron en ninguna librería ni tuvo ninguna repercusión en ese momento. Por eso, para mí fue tan impactante que tuvieran que pasar tantos años para que se atrevieran a mirar finalmente esa realidad", recuerda la fotógrafa Paz Errázuriz (1944) sobre La manzana de Adán, el libro con el que se aproximó al mundo homosexual y travesti del Chile de los años 80.

De la mano de la periodista Claudia Donoso, Errázuriz registró por cuatro años la vida al interior de dos prostíbulos en Talca y Santiago, enfocándose en la historia de dos hermanos prostitutos, Evelyn y Pilar, y la madre de ambos. Publicado en 1991, el libro inhallable se transformó en objeto de culto, siendo reeditado recién en 2014, año en que explotó como la serie más reconocida de la fotógrafa y fue adquirida por la Tate Gallery de Londres.

Treinta años después, la fotógrafa vuelve a explorar la diversidad sexual, aunque hoy los conceptos han cambiado. Ya no se habla solo de travestismo, sino de transgénero para referirse al amplio rango de personas que no se identifican con el género asignado al nacer y que ha pasado a ser sinónimo de "trans" como un concepto en constante construcción.

Editado por Metales Pesados, Señales es un fotoálbum donde la premio nacional de Arte 2017 registra desde la infancia, adolescencia y adultez trans, hasta la marginación de personas trans que viven en situación de calle. Esta vez, el trabajo lo desarrolló junto a la investigadora y activista trans Niki Raveau, quien sintetizó horas de entrevistas para llegar a un emocionante compendio de historias, donde la discriminación y la lucha por validar la propia identidad son el hilo conductor.

"El objetivo siempre es visibilizar, pero también hay algo didáctico detrás, la idea de educar, eso me interesa", dice Paz Errázuriz. "En el libro recogemos una transversalidad de edades, desde niños hasta gente adulta que incluso no saben ocupar la palabra trans porque hace muy pocos años que se está usando en Chile. El tema del lenguaje es fascinante y por eso también le dimos espacio en el libro a un glosario, que es fundamental", agrega.

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A la izquierda, la activista trans Niki Raveau.[/caption]

Para la historiadora Niki Raveau, el libro también es "un llamado a la acción social. Es mostrar una diversidad trans, pero con la idea de hacer ver las necesidades, las demandas que vienen acompañadas de esos nombres. Nos hemos dado cuenta de que falta movimiento social, hay demasiado discurso, demasiada escritura, pero poca acción", cuestiona Raveau.

Ella misma se ha convertido en una importante activista de la causa. En 2015, Raveau abrió Fundación Transitar, junto a Evelyn Silva, madre de Selenna, una niña trans, quien veía la imperante necesidad de crear espacios de contención y protección de los niños, niñas y jóvenes trans. Hace dos años separaron caminos: Evelyn impulsó Fundación Selenna, con la que abrió el primer colegio trans, pero abierto a toda la diversidad sexual - y donde el libro Señales fue presentado hace dos semanas-, y Raveau se volcó a Acción Travesti en Calle, un movimiento que trabaja con travestis, disidencias y mujeres para mejorar sus condiciones de vida y que se desarrolla en el sector de La Vega, en Recoleta. Con ellos, la historiadora abrió por más de nueve meses un quiosco que le dio espacio y trabajo a la diversidad trans en la calle y a principios de este año lograron que el Ministerio de Desarrollo Social firmara un protocolo para que personas trans utilicen albergues sin ser discriminadas.

"Por mucho tiempo hemos estado en la dinámica de discutir y marchar, pero ya es tiempo de la acción. Es un poco paternalista siento estar esperando que solo el Estado nos dé cosas. Si queremos techo, si queremos trabajo, vamos a tener que nosotras conseguirlo", dice Niki Raveau, excandidata a concejal por Santiago en 2016 y quien hoy busca abrir el primer albergue trans.

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Gera Garriga, modelo trans.[/caption]

Vidas ejemplares

Hace más de dos años, Raveau conoció a Errázuriz y de inmediato pensaron en trabajar juntas. "Para mí la Paz es una activista, ella ha sido pieza estratégica muy importante en la visibilización de esta y otras marginalidades. Queríamos trabajar juntas y surgió esta idea del libro con esta salida social", dice la investigadora.

Errázuriz tenía la experiencia de La manzana de Adán, pero Señales tiene un sello distinto: fotos digitales a color y un foco más amplio de diversidad trans, puesto sobre todo en la infancia. "Había hecho este gran trabajo en los 80 y esto era como retomar el hilo y el trabajo de calle, pero yo estaba muy ilusionada, sobre todo de poder trabajar con los niños, y en el camino he aprendido mucho. Para mí esto es superdistinto a La manzana de Adán, aunque es cierto que la gente más adulta trans que aparece en el libro tiene como referencia ese trabajo mío", explica.

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A la izquierda, el niño trans Alexis, junto a su hermana gemela.[/caption]

El libro parte con historias de niños como Alexis, quien nació mujer y que tiene una hermana gemela. "A los ocho años yo todavía no decía que era niño, pero cuando me llamaban para salir al recreo, me tapaba el pelo y salía con ellos", dice en Señales. "Empecé a querer mi cuerpo cuando aprendí que existe una identidad más allá del binario", confiesa en el libro Ángela Sabioncello, otra niña trans.

La diversidad también se refleja en el estrato social. Aparece la marginalidad más cruda, el ser trans y trabajar en la calle, la prostitución, las drogas, la falta de hogar -"han muerto varias amigas durante este libro", dice Raveau-, y también casos como el de Alessia Injoque, una ingeniera industrial trans que logró un cargo ejecutivo en Cencosud, o Alexa Soto, estilista trans de 25 años, quien hace siete años dirige su propia peluquería.

"A mí este tema me resulta muy cercano, me gusta y hemos pasado mucho tiempo en la calle y agradezco el hecho de que quieran ser parte de este proyecto", afirma Errázuriz. "Hay casos increíbles, por ejemplo el de Marcia, ella hace fletes y es carpintera, pero estuvo casado y tuvo dos hijos junto a su exesposa, que aún le ayuda a cuidar a su padre. Fue la esposa quien le ayudó a hacerse su primer vestido, entonces uno no se imagina que pueda existir esa generosidad sin límites. Para mí estas vidas siempre han sido vidas ejemplares que vale la pena mostrar y que hay que sacar adelante", resume la fotógrafa.