Hace unas semanas, el escritor Dave Eggers (1970) visitó a una familia hondureña. Esta lleva más de un año en el sótano de una iglesia, en el estado de Virginia, sin poder salir. Si lo hace, la madre de la familia, por culpa de las medidas antiinmigratorias del gobierno de Trump, será deportada. "Lo cual demuestra lo miserable del estado de las cosas y refleja un nivel de crueldad que nos degrada a todos", dice Eggers desde San Francisco, EE.UU. "Solo espero que este 2020 traiga alivio para esa familia y para todos nosotros".
La familia que no puede salir de la iglesia es una de las tantas historias, de la era Trump, que Eggers ha escrito en estos últimos años.
En parte por eso, a la hora de concertar esta entrevista -vía email- el autor pidió que las preguntas fueran en español y en inglés. Dave Eggers prometió que intentaría responder en el primero, ya que, además de relacionarse con las comunidades latinas en EE.UU., hace poco regresó de las Islas Canarias.
"He estado estudiando español y recientemente pasé tres meses en España", dice el autor antes de disculparse, ya que, finalmente, respondió en su idioma nativo. "Pero es probable que suene más coherente en inglés".
Autor de más de 10 libros de ficción y no-ficción, entre esos las memorias Una historia conmovedora, asombrosa y genial, en la que cuenta cómo tras la muerte de sus padres tuvo que hacerse cargo de su hermano pequeño, Eggers es también director de la revista McSweeney's y cofundador de 826, fundación con varias sedes en EE.UU. y otros países donde se incentiva la creatividad y la escritura en niños y jóvenes de seis a 18 años.
Su último libro en llegar a librerías chilenas sigue esa misma senda: ¿Qué puede hacer un ciudadano?, publicado por Hueders, es un libro ilustrado por Shawn Harris, que busca que los niños se familiaricen con el concepto de ciudadanía.
Hace 10 años publicó Los monstruos, una novela inspirada en Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak. Aquella fue la primera vez que escribió algo para lectores más jóvenes. ¿Siente que ese proyecto lo llevó a escribir más libros infantiles y juveniles?
Absolutamente, algo hizo clic. Fue un placer escribir Los monstruos. Rara vez me divertí tanto mientras escribía. Durante ese tiempo estuve trabajando en Qué es el qué y Zeitoun, y esos libros fueron difíciles, tanto en lo emocional como en lo práctico, por lo que Los monstruos fue muy liberador y catártico. Y ya que nació mi primer hijo alrededor de la época de Los monstruos, escribir para niños, algo que quise hacer desde pequeño, se sintió más urgente.
En tanto, en ¿Qué puede hacer un ciudadano?, ¿cómo fue el proceso de escritura?
Comencé a escribirlo el 2016, y lo terminé después de la elección de Trump. Entonces comprendí que es crucial recordar a los niños que una democracia no solo viene con privilegios, sino también con responsabilidades. La ética de Trump se trata de "América primero", y "yo primero", y el egoísmo como principio de vida. Así que era el momento adecuado para crear una contranarrativa, en la cual los niños piensen en sí mismos no como el centro del universo, sino como parte de un bien mayor.
¿Qué tiene el concepto "ciudadano" que le interesa? Se lo pregunto no solo por este libro, y otros, sino también por 826 y los talleres de escritura...
Cuando era joven, no tenía ningún sentido de ciudadanía, de civismo, de mi papel en la nación o las consecuencias del gobierno en mi vida. Vivía en una burbuja, como lo hacen decenas de millones de estadounidenses. Así fue hasta la universidad, que fue cuando comenzó la guerra en Irak y mi sentido de ciudadanía y responsabilidad se activó. Entonces, con 826 tratamos de dar poder a los estudiantes dándoles una voz. Cuando los jóvenes sienten que tienen algo que decir y que pueden decirlo efectivamente con palabras, y luego se les da plataformas con las cuales hacer eso, se sienten escuchados y empoderados. Y esto en 826 sucede gracias a la ayuda de voluntarios. Esa transferencia de poder, de voluntario a joven o niño, es esencial y muy transformadora para los niños. Ellos entienden qué está pasando allí: los ciudadanos mayores ayudan a darle voz a la próxima generación. Esa es una de las lecciones de la democracia: compartir el poder.
Un concepto como ciudadano proviene de la palabra ciudad. Y algunas ciudades en los EE.UU., por la forma en que fueron planeadas, tienden a separar a las personas más que a unirlas. ¿Esto afecta la falta de activismo o comunidad en algunas partes del país?
Creo que todas las comunidades tienen zonas de apatía y zonas de activismo. Áreas rurales, suburbios, ciudades: donde quiera que vayas, allí están los interesados y los desconectados. Pero necesitamos hacer un mejor trabajo, comenzando desde el jardín infantil, de acercar a los niños a la práctica de gobernar, y enseñarles que la naturaleza participativa de la democracia está en todos los niveles. Aunque solo sea un grupo de niños que escriben cartas para que pongan un signo Pare en la calle de su colegio. Ese tipo de impacto puede hacer que alguien pase de ser un espectador apático a un activista de por vida.
¿Qué le parece Greta Thunberg? Hace poco, leyendo su libro de discursos, se me ocurrió que perfectamente ella podría ser un personaje suyo.
La he seguido de cerca. Y es curioso, porque en 2017 creamos el Congreso Internacional de Voces Juveniles, un grupo de 200 escritores y activistas adolescentes de todos los centros afiliados a 826 alrededor del mundo. Es una idea que me vino después de las elecciones de 2016, cuando pensé que necesitábamos dar más poder y espacio mediático a los jóvenes, para beneficiarnos de su urgencia y claridad moral. Justo entonces emergió Emma Gonzales, y algún tiempo después, Greta Thunberg, y fue muy gratificante ver a estas dos adolescentes ser tomadas en serio.
Voy a parafrasear el título de su libro: ¿Qué puede hacer un escritor (en estos tiempos turbulentos)?
Tenemos mucho que hacer. Después de que terminó su presidencia, en respuesta a la elección de Trump, Obama dijo: "Tenemos que contar una historia mejor". A lo que se refiere es que, en este caso, la narrativa política de Trump fue por alguna razón más convincente que Hillary (aunque esta ganó las elecciones generales; hay que recordar aquello). Pero sigue siendo cierto. El progresismo estadounidense debe encontrar una mejor narrativa que la inventada por Trump. Tenemos que buscar una historia mejor y contarla bien. Y no creo que los demócratas hayan alcanzado esa narrativa coherente e inspiradora todavía. Queda trabajo por hacer, y todos los escritores deben tomar parte: hay que explicar este mundo, sus defectos, sus éxitos, e imaginar algo mejor.