Llevaba quince minutos de show y no lo dudó. Ana Gabriel hizo un alto a su presentación en el Festival de Viña 2020 y, con tranquilidad, pero convencida de cada palabra que iba soltando, decidió referirse a la contingencia que vive Chile. Es inevitable.
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Pese a que a su llegada al aeropuerto, manifestó que se mantendría al margen "de las cosas politizadas", su condición de diva incuestionable de la balada romántica de América Latina no le excusó de decir: "Viendo la situación de mi país, viendo la situación que continúa en esos países tan hermosos como Venezuela, como Nicaragua, Honduras, después se me llenó el alma de una tristeza tan grande de ver a mi querido Chile de esta manera como está. Y por eso me atreví ahorita a levantar la bandera, para que sepan todos los chilenos que estoy por el solo amor que siento por este país, por el amor que sale desde el fondo de mi alma", dijo la cantante.
"No me gusta la política, pero tampoco acepto que le hagan daño a los pueblos, no lo puedo aceptar, como no acepto lo que está pasando en México", dijo la intérprete de "Quién como tu" ante una Quinta que la aplaudió a rabiar. Lo suyo siempre ha sido apelar al corazón, y sus palabras calaron en la audiencia que la aplaudió agradecida.
¿Y lo demás? Una mesa para dos, con mantelito blanco, una rosa en un frasco. Dos vasos. Nada más. Así de simple. Una mesa lista para recibir a esas visita especial que tanto se espera. Así, como cualquier persona decora su living, Ana Gabriel decoró el escenario de la Quinta Vergara. Estaba lista para sentar a la Quinta a la mesa, a servirle un plato que le cocinó con cariño, para enamorar.
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Foto: Agencia Uno[/caption]
La vecina que canta
Ana Gabriel es quizás uno de los mayores exponentes de un género casi extinto como es el de la balada romántica latina. Hasta ella misma de alguna forma lo dejó entrever cuando soltó una frase cómplice: "Esta es una noche de los recuerdos, y no porque estemos viejas".
Y tiene razón. La Quinta, en su gran mayoría estaba repleta con personas sobre 40 años, que se criaron escuchando los hits de la mexicana entre mañanas de cocina, juntas con los vecinos y noches románticas en añosas radios AM con sintonizador manual. Es un público que fue a recordarse a si mismo, en un ejercicio prístino de memoria pop.
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"Estoy más emocionada que ustedes, no tengo palabras", dijo cerca de la media hora, desnudando su alma como pocos artistas suelen hacerlo. En una era donde suelen cumplir el setlist y retirarse, Ana Gabriel interactuó con su público con sencillez, calidez, y mucho cariño. Acercándose, hablando, conversando, recibiendo el cariño sin miedo. Como esa buena vecina que siempre te da los mejores consejos, que tiene el dato justo para comprar el pan más barato, el remedio casero para el cabro chico, o sabe dónde se toma la micro nueva.
"Destino" fue la encargada de abrir los fuegos de su cuarta vez sobre la Quinta. De ahí siguieron otro clásicos de su carrera como "No te hago falta", "Evidencias", "Mi talismán", "Baila el reggae", "Y aquí estoy" o "A pesar de todo" que el público cantó con voz en cuello, como en los karaokes de sábado en la noche con "las mejores" y donde los pololos se suman, quieran o no.
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A eso iba Ana Gabriel, a que la gente cantara sus clásicos.
Por supuesto, como buena mexicana recurrió a ese infalible que en Chile siempre funciona: los mariachis. Allí pasaron "Quisieras saber si tu amor se acabó" (cantada como nunca por el Monstruo), "El cigarrillo", "Cómo olvidar", "Es demasiado tarde" o "Tú lo decidiste". Curiosamente, con un chileno entre las filas de los marciachis: el guitarrista Carlos Lobos.
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Y por supuesto, se dio el tiempo de cantar "Luna" para homenajear -según dijo- a Rocío Durcal y a Juan Gabriel, a estas alturas una especie de himno de todos aquellos que se identifican con la llamada "música AM". La Quinta se iluminó con los celulares como estrellas y los fluorescentes como satélites. Así, Ana Gabriel le rogó a su amado que volviera. Pero venía más.
"Hasta que te conocí", cantada al unísono con el público, trajo de vuelta por unos minutos al "divo de Juárez". Ahí nadie se salvó. Ni los papás, ni los abuelos, ni los hijos que lo conocieron por la serie. Nadie dijo "no me la sé".
Con la gaviota de plata en su mano, Ana Gabriel se autoproclamó "hija predilecta de Viña", coronándose sin apelación como la reina de cada barrio donde suenan sus canciones. Luego, la infaltable, la clásica, la que todos han cantado alguna vez en su vida. "Quién como tu". Una invitación a cantar que la Quinta aceptó sin resistirse. La batería de hits comenzó a disparar sin piedad. Sonó ese himno a la friendzone llamado "Simplemente amigos". Tan sentida, tan real, que la Quinta cantó con ganas.
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"Lo mío es cantar, lo mío es llegarle al corazón al pueblo", y vaya que le llega. Con canciones que apelan al amor, acaso el sentimiento que se habla en todas las casas. Simples, con letras recordables y que dan ganas de cantar. Así, Ana Gabriel se echó al bolsillo a su pueblo. Al pueblo que fue a verla y que el miércoles o el viernes, o el domingo, estará en las ferias, en las panaderías, o en el negocio de la esquina del barrio comentando su show. Como esa vecina del frente que canta en las kermeses y los bingos.