Elena Caffarena, emancipada

elena caffarena
Elena Caffarena, retratada en 1929. Archivo Mujeres y Géneros, Archivo Nacional de Chile.

Referente del feminismo local, la abogada y activista, que destacó en la consecución del voto femenino pleno (1949), regresa en el libro Elena Caffarena. Una mujer pública.


En años recientes se ha dado una batalla cultural respecto del sexismo en el idioma castellano. Uno de sus varios aspectos, para ilustrar, se da en la distinción entre "hombre público" y "mujer pública": mientras la primera expresión alude a quien "tiene presencia e influjo en la vida social", la segunda se refiere a una trabajadora sexual.

Ahora, dado que los diccionarios constatan usos que con el tiempo van cambiando, para que las mujeres "con presencia e influjo" reciban desde el lenguaje un trato como el de sus símiles masculinos, tiene que haber un uso que lo exprese, más que una solicitud a los lexicógrafos para que eliminen lo que solo están registrando. He ahí la primera de las varias virtudes que asoman en Elena Caffarena. Una mujer pública: antología: describir desde la portada en tales términos -con lógica y a contramano, al mismo tiempo- a una figura inesquivable del siglo pasado. Una abogada, activista e ícono de un feminismo que consiguió el voto presidencial y parlamentario para las chilenas, fuera de abrir caminos varios.

A cargo de la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la U. de Chile, el volumen forma parte de la colección "Maestros y maestras de la Chile", de Editorial Universitaria. Salido de imprenta a muy poco de que se celebre un nuevo Día Internacional de la Mujer, el volumen incluye los trabajos de 14 autoras de distintos ámbitos, más dos libros de la propia Caffarena (Capacidad de la mujer casada con relación a sus bienes, 1944, y Un capítulo de la historia del feminismo. Las sufragistas inglesas, 1952) y otros textos suyos publicados a lo largo de 45 años, algunos de ellos inéditos.

La idea fue iluminar zonas del pensamiento de Caffarena (Iquique, 1903 - Santiago, 2003) "que han quedado ocultas por las fuerzas de una historia escrita predominantemente por hombres", dice en su presentación Faride Zerán, directora de la mencionada colección.

Ni por peores ni por mejores

Suele afirmarse, como refiriendo la historia de Chile a la pasada, que en 1949 el Presidente Gabriel González Videla "les dio" el voto a las mujeres. Pero en esta promulgación hubo menos la gracia de una concesión que el hito conclusivo de una lucha larga.

Si el trabajo de pioneras algo olvidadas derivó en la consecución del derecho a voto municipal (1934), las ausencias y deficiencias políticas, civiles, económicas y culturales en la vida de las chilenas confluyeron al año siguiente en la creación del Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile (Memch). Caffarena fue una de sus fundadoras, junto a Olga Poblete y Marta Vergara, 11 años después de licenciarse de Derecho en la U. de Chile con una tesis reveladora de sus inquietudes sociales: "El trabajo a domicilio, enriquecimiento sin causa a expensas de otro, en el Código Civil chileno" (código de Bello, contra cuyas disposiciones se manifestó durante décadas).

Este movimiento, que se quiso pluriclasista, aspiró a la "liberación integral" de las mujeres -"o sea, su emancipación jurídica, económica y biológica"-, levantando variedad de demandas: de la legalización del divorcio a la igualdad de salarios con los hombres; de la paridad entre hijos legítimos e ilegítimos a la divulgación de métodos anticonceptivos, décadas antes de "la píldora".

Y el voto político pleno fue, sin duda, un caballito de batalla para esta hija de italianos que tuvo cinco hermanos y una hermana (casi todos pujando, muy jóvenes, por una fábrica familiar de calcetines que daría renombre a su apellido). Así, cuando González Videla promulgó finalmente la ley respectiva, el 8 de enero de 1949, debió asomar naturalmente victoriosa. Pero no pudo.

Meses antes, había participado en una campaña por la libertad de mujeres y niños detenidos en Pisagua en virtud de la ley que proscribió al Partido Comunista. El gobierno no ignoró esto, tampoco sus simpatías por la URSS, y menos su matrimonio con el abogado PC Jorge Jiles. En virtud de la que llamaron "Ley Maldita", le quitaron su ciudadanía, aun si no militaba ni militó nunca, según contaría, en partido alguno.

Fue también la ocasión de manifestar al Estado lo que consideraba una ilegalidad, además de una injusticia. Lo hizo en una extensa carta de reclamación: "Elena Caffarena de Jiles, abogado, al señor conservador de Bienes Raíces para ante el H. Tribunal de Elecciones, respetuosamente expone".

"Ha sido cancelada mi inscripción electoral", prosigue el mensaje, "resolución que de ser mantenida por este H. Tribunal, me dejaría en situación de subindividuo o de apatriada [sic]". Tras ello, haciendo ver su compromiso con la ley que le concedió lo mismo que ahora le quitó, el escrito muta hacia el manifiesto.

Dice Caffarena que ha luchado por el voto para la mujer, no porque sea una feminista a ultranza, "ni porque crea que las mujeres son mejores que los hombres o que el voto femenino sea en sí panacea para solucionar los problemas nacionales, sino simplemente por convicción democrática. (…) Pienso que todos los habitantes de un país, cualquiera sea su color o su raza, su cultura, su sexo, su credo político o religioso, tienen derecho a influir en los destinos de su patria".

Décadas más tarde, después de que su casa de calle Seminario fuera el semillero del feminismo de los 80, era interrogada por Diamela Eltit para el libro Elena Caffarena: el derecho a voz, el derecho a voto (1993). Llegando ya a los 90, decía que era percibida como una persona "de extrema izquierda", aun si se veía a sí misma como "una socialista moderada". Poco después, la escritora de Lumpérica le pregunta con qué corriente del feminismo se identifica en ese momento. Y ahí Caffarena sintetiza:

"Siempre sostengo que el feminismo es uno solo, pero hay distintas orientaciones. [Está] el feminismo reformista, que persigue únicamente la igualdad de la mujer frente a la ley. Tenemos el feminismo radical, que pone el acento en el problema del sexo. Después, hay un tercer grupo, que sostiene que la mujer va a lograr su emancipación con un cambio de la estructura social. Yo estoy con esta última tendencia".

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