Walter Lezcano (1979) nació en una ciudad de la provincia de Corrientes, luego su familia se trasladó al conurbano bonaerense, la periferia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y se crió en San Francisco Solano. Desde hace un tiempo vive en Capital, en el barrio de Constitución. Es docente y escribe para un sinfín de medios. Ha publicado muchos libros de poesía, entre ellos El condensador de flujo, Violencia doméstica y Punk rock, también libros de cuentos, como Los wachos, y novelas, como Calle y Luces calientes, esta última editada por Tusquets Argentina.
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Desde hace un tiempo ha incursionado además el ensayo sobre música, publicando Días distintos: la fabulosa trilogía de fin de siglo de Andrés Calamaro y La ruta del sol: la trilogía de Él Mató a un Policía Motorizado junto a Santiago Motorizado, ambos por la editorial especializada Gourmet Musical, y en febrero sale otro ensayo sobre el grupo 2 Minutos. De este modo Walter Lezcano ha ocupado un lugar que la literatura argentina contemporánea había desatendido: el rock.
Luces calientes, si bien trata de la tragedia de Cromañón, mezcla rock con la realidad del conurbano y algo de autobiografía, que vendría siendo su sello, sello que se encuentra tanto en los cuentos como en sus ensayos. Como curiosidad, hace un tiempo terminó un ensayo sobre Roberto Bolaño y su relación con la literatura argentina.
-Empecemos por lo obvio, eres narrador, poeta, haces notas y ensayos, ¿qué eres finalmente o dónde te gustaría que te ubicaran mejor?
-Cuando me toca viajar y llenar planillas siempre pongo "docente", es algo que me parece muy noble y por otra parte una actividad decente. Después todo lo otro referido a la literatura y al periodismo, tiene que ver con una manera de buscar las formas de lo real de otro modo, a cómo hacer viable económicamente cierta curiosidad; la poesía y la ficción son rebeliones que hay acerca de mi procedencia, de mi clase social, y cómo puedo hacer yo para descubrir las formas en las cuales se manifiesta la vida. También es un modo de ocupar el tiempo, de habitarlo. Pero cuando uno se define hay algo que muere; si por ahí uno se rinde ante una etiqueta, hay una parte del juego que se acaba, entonces me interesan los bordes un poco difusos, caóticos de vivir.
-Así y todo hasta en tus textos más ensayísticos, como el de Calamaro, en los periodísticos y en los cuentos está la presencia de lo autobiográfico, lo popular y la música como un integrante más de la vida. ¿Cómo llegaste a conjugar todo eso en una propuesta?
-Yo cuando empecé a escribir, cuando era muy muy chiquito, me llevó muchísimo tiempo tratar de entender que no hay temas menores dentro de la escritura, y dentro de lo que yo por ahí consideraba temas, la música no estaba tan abordada en la literatura argentina, y sobre todo en la contemporánea. O sea yo de chico me fasciné con El perseguidor, de Cortázar, y con El país de la dama eléctrica, de Marcelo Cohen, pero eran textos contados que abordaban la música de otra manera. Después descubrí que yo podía hablar de eso, porque mucho de lo que yo ocupaba mi tiempo era ir a recitales, comprar y escuchar discos y las previas de los recitales. Y como era un tema que había sido dejado de lado por la literatura argentina me interesaba, o por lo menos se veía como de costado, no era un tema que valiera la pena contar. Nosotros no tenemos un Nick Hornby, entonces me pareció que podía plantar bandera ahí, y lo empecé a incorporar y también a tratar de encontrar un lenguaje. Con la música descubrí drogas, descubrí amistades, descubrí muchas cosas muy importantes que aún mantengo, encontrar una gramática adecuada a todo eso fue un relaburo.
-En el libro de Calamaro cuando te refieres a una época cuentas lo que estaba pasando en Argentina y especialmente en el conurbano, y cómo la autoridad política decidió dar talleres de arte gratuitos. Lo loco de esto fue que te inscribiste en un taller de teatro. ¿Esa fue tu primera experiencia artística?
-Fue súper interesante eso, porque si bien el estallido del 2001 ocurrió el 20 y 21 de diciembre, todo el periodo 2000, 2001 y 2002 fueron terribles, y había como una sensación en el conurbano de no futuro, como que no estábamos en los planes estatales de nadie. Yo había terminado el secundario y de golpe me encuentro con este estallido social, entonces empecé a pensar mil caminos posibles para seguir mi vida, pero además sentía que la sociedad me estaba mostrando una indiferencia absoluta. Cómo se configura una cosmovisión y cómo uno empieza a entender el proceso interno de intervenir en un país, eso fue lo que aprendí, y lo hice desde ese lugar, desde el conurbano.
-… Que es un lugar menospreciado, no solamente por la autoridad política de distintos signos…
-En principio es ignorado y luego es eso lo que vos decís. Y sí, es mirado con recelo, y también hay mucha gente que se hizo una idea prejuiciosa de ese lugar y listo, se queda con esa idea. A un tipo de Palermo incluso le puede parecer exótico ir a Florencio Varela.
Después de la segunda parte de los 90 el conurbano empieza a tener una presencia fuerte; si bien en toda la historia de la literatura hay gente del conurbano, desde Perlongher hasta Pizarnik y Fogwill, y es gente que ha contaminado la cultura de este país. Pero la importancia del conurbano cambió en la segunda parte de los 90.
-¿Y cambió por el rock chabón?
-Hay algo de ese orden. Ahora va a salir un ensayo sobre el disco Valentín Alsina, de 2 Minutos, y analizo un poco eso que estamos hablando y cómo se filtró en otras disciplinas, como la literatura.
-Es en esa época escritores como Alan Pauls o Rodrigo Fresán, no recuerdo bien, empiezan a hablar del rock chabón en los suplementos culturales.
-Sí, visto desde esta parte de la historia hay una tensión entre lo que fue la generación de escritores de Biblioteca Sur (Forn, Fresán) y lo que estaba emergiendo, y que a mí me parecía más interesante: Fabián Casas, Cucurto. Todo eso que después explota en los 2000 y se empiezan a ver otras sensibilidades, y creo que tenía que ver con la presencia del conurbano en el mapa literario, pero el conurbano no como espacio territorial-geográfico, sino como forma de habitar el mundo, cómo ves la vida, porque no es lo mismo criarse en el Obelisco que criarse en San Francisco Solano, donde yo me crié. Entonces eso volverlo lenguaje literario me parecía súper importante, no porque crea que tenga que sostener el barrio, sino porque me parece que hay una identidad que se hace patente y se puede crear arte con eso. A mí me interesa mucho lo que dice Bob Dylan en su último documental, que está en Netflix, sobre una gira que hizo en los 70, donde él dice: No hay que buscarse, hay que crear cosas. Y en ese momento se podía crear cosas, en este caso textos literarios, digo el conurbano, la música, lo popular, un posicionamiento ideológico, todo confluyó.
-Y lo autobiográfico que en tus cuentos y en todos tus textos aparece de una manera muy natural:; por ejemplo hay personajes que uno te imagina a ti, otras veces imagina personajes populares de una edad mayor, pero que pudieron ser vecinos o conocidos tuyos.
-Por supuesto que cuando uno escribe siempre se está proyectando. Pero hay una parte de lo biográfico que no es lo que uno directamente vive; si bien utilizo lo biográfico en términos de lo que pensé, sentí o escuché alguna vez, creo que lo biográfico es mucho más amplio de lo que vivís y transitás, también la imaginación en un punto es biografía. Entonces cuando empecé a tener estas ideas biográficas y pensé qué lugar darles, me pareció que podía ensanchar el mundo y que no tenía que remitirme solamente a lo que me había pasado. Las historias que uno escucha también son biográficas en relación a tu vida. Uno se va apropiando de lo que escucha.
-¿No te parece que la etiqueta "literatura del conurbano", que yo he usado y por lo mismo lo digo, es un modo de achicar el mundo, que el hecho de nacer en el conurbano y de situar una novela allí no implica necesariamente una estética, porque como dices, hay experiencias de vida distintas?
-A mí me resulta totalmente indiferente cualquier cosa que digan acerca de lo que yo hago: si a mí me llega un mail para invitarme a una mesa o a un viaje, y me lo pagan, yo hablo del conurbano en términos de lo que sé, pero trato de verme por afuera de lo que piensen los demás, porque cuando uno se empieza a rendir ante todo ese murmullo exterior está en problemas. Ahora con respecto a la etiqueta de literatura del conurbano no me molesta en absoluto, porque ninguna de esas etiquetas me paga el alquiler, entonces no le puedo prestar atención a eso. Ni siquiera me sirve para reflexionar acerca de lo que yo estoy haciendo. Estoy escribiendo un libro sobre los Strokes y tengo firmado para escribir uno sobre Lou Reed, no puedo pensar en el conurbano, que la gente haga y piense lo que quiera, pero yo no tengo la mente ahí, porque entre otras cosas no me puedo quedar quieto en una zona de pensamiento exterior acerca de mí y de lo que hago.
-Pienso en escritores que emprendieron caminos similares al tuyo, como Cucurto, que fue en ese sentido inaugural y a no tenerle miedo a tratarse de "negro", que es usar el prejuicio del porteño hacia el que venga de afuera. ¿Influyó Cucurto en tu literatura?
-Yo sumaría a Mariana Enríquez, sobre todo con su novela Cómo desaparecer completamente (2004), que a mí me impactó muchísimo y que yo creo que junto a Los Lemmings (2005), de Fabián Casas, y Cosa de negros (2003), de Cucurto, hicieron eclosión en mi cabeza, porque me habilitaron para que pudiera pensarme dentro de este territorio que es la escritura. De todas formas a mí me había pasado también cuando tenía cerca de catorce años y leí a Bukowski en un librito que se llama Peleando a la contra, ahí yo sentí que todos esos textos íntimos que escribía podían tener un lugar un poco más para afuera. Muchos años después cuando leo a Casas, a Cucurto y a Enríquez, ahí empecé que podía escribir, porque como muchísima gente, no tengo familiares que se dediquen a algo cercano siquiera al arte; es más, nadie de mis conocidos y de mi familia directa terminó el secundario, entonces era muy extraño pensarse como escritor, como artista o como lo que sea. La habilitación que me dieron estos autores es pensar que vos podés construir algo como por afuera de lo que es la vida civil, porque es muy fuerte la presión de subsistir, entonces me dije esto es lo que voy a hacer más allá de cómo me gane la vida.
-Yendo a las zonas oscuras de tu literatura, en algunos de tus cuentos hay una exploración en las zonas oscuras: el tipo que es echado de su casa y llega a vivir con la novia que recién había conocido. Y también está ese padre que va a comer con su hija al McDonald's y siente que no conoce a su hija, y que incluso le repugna. Y bueno, tu novela Calle, que es la historia de un trans.
-Sí, a mí me interesa prestarle atención a lo que está por debajo de lo legal, esa zona gris de la vida creo que es la más interesante para pensarla, para retratarla y la menos atractiva para vivir. Por ejemplo, mis cuentos de Los wachos claramente es ese momento de la adolescencia en el conurbano donde no eres de clase media, pero en tu familia hay ideología de clase media, y a la vez estás muy cercano, por vecinos, amigos y barrio, a chorros, pungas, entonces los wachos que yo quería retratar estaban en esa parte gris, en donde van a decidir si iban con sus amigos a robar autos o le iban a hacer caso a su vieja que decía que estudiando se podía a tener algún tipo de movilidad social. A mí me parecía algo que no estaba retratado en la literatura eso.
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-Por último, ¿cómo llega un chico nacido en Goya, criado en el conurbano, a escribir un ensayo sobre Roberto Bolaño?
-Yo leí Los detectives salvajes después que muere Bolaño, que es cuando me entero de su existencia. Y después leo 2666, y ahí yo creo sinceramente que mi vida cambió, al menos de cómo entender la literatura, cuáles son los límites, los bordes y los modos atractivos de correr esos límites. Me parece que Bolaño vino a resignificar ideas acerca de la relación entre vida y obra, escritura y pertenencia; resignificar la idea de escritor latinoamericano y bueno un montón de cuestiones que ya sabemos. De ahí me obsesioné un poco con él, leí todos sus libros, vi las entrevistas disponibles en Youtube, fui a la Biblioteca del Congreso a ver todo lo que había sobre él, y creo que esta obsesión se debía a que me sentía un poco reflejado en algunas cosas que decía, entonces todo lo que representa Bolaño me representa a mí, entendiendo eso cómo me interesa vincularme con la literatura en general. Y además era muy zarpado, y me gusta la gente zarpada. Y esto lo digo sin coincidir con muchas de las ideas que tenía Bolaño sobre quién era bueno y quién malo, o el desparpajo que tuvo para armar un canon de la literatura argentina. ¡Una demencia! A mí la gente bocona me parece muy interesante y yo lo banco.