En Perú se usa la expresión "todavía" como respuesta definitiva: -¿Fuiste al baño? -Todavía. Es con punto final y sin explicación. Lo que sea por lo que se pregunta va a suceder en algún minuto; la fórmula no deja de ser optimista. Martín Caparrós (1957), periodista y escritor argentino, acaba de publicar Ahorita, Apuntes sobre el fin de la Era del Fuego (colección nuevos cuadernos de Anagrama). A él gusta el modo mexicano "ahorita". Los mexicanos son más desconfiados: piensan que el ahora no es necesariamente ahora, puede darse más tarde y extenderse en el tiempo. Por eso el "ahorita" confirma que es ya. Para escribir estos micro ensayos, el ejercicio de Caparrós fue sumirse en este "ahorita" dos veces por mes, durante cinco años, a modo de scanner de la sociedad contemporánea. El resultado son lúcidos análisis de tono irónico, reflejo de los absurdos en que hemos caído de tanta tecnología.
https://culto.latercera.com/2019/04/29/martin-caparros-todo-por-la-patria/
Son solo 125 páginas con textos redondos, brevísimos y agudos en los que va pasando por las paradojas en las que vivimos, muchas veces sin ver. La revolución de la red 4G da para varios: Waze que nos infantiliza, "yo creía que era capaz de cruzar una calle"; Siri es poco sexy de tan sumisa; los mensajes de texto, en acoso permanente, terminaron con nuestro tiempo bruto, y para no perdernos de nada, leemos a un lado en el camino. Y el mundo evoluciona hacia lo ridículo: los jóvenes empeoran las situaciones originarias de los países a los que acuden en ayuda en el "volunturismo" con que justifican su necesidad de viajar; los inodoros se han hecho "inteligentes" pero con funciones incomprensibles, una mitad del planeta se llena de cosas inútiles y la otra pasa hambre, los start ups venden humo y nosotros lo compramos.
En el texto "El fin del finde" escribe sobre el trabajo sin tiempo de ocio, por culpa de los dispositivos móviles siempre dispuestos. Dice mucho de él, del ritmo demencial con el que trabaja. Es autor de una veintena de libros, varias novelas entre ellas Los Living y Echeverría, pero en sus crónicas de viaje es infatigable: ha recorrido el mundo entero y se ha imbuido en cada país compulsivamente. Lo suyo es periodismo salvaje, de superproducción y globalización. Modelo capitalista. Todo un material que da vértigo, en gran parte reunido en Lacrónica, el ensayo El Hambre y en Larga distancia.
Más generalizado es lo que plantea en "Te puedo llamar", una pieza graciosa y aguda sobre el teléfono con whatsapp. La operadora en sus inicios comunicaba una conversación con más confianza que nosotros para llamar a un ser amado. "La charla se ha vuelto algo difícil, casi peligroso, que debe ser pactado", porque todo puede ser abuso: "no hay que acercarse, no hay que tocarse, no hay que irrumpir…somos seres indefensos que no podemos soportar una mirada, una llamada, cualquier acercamiento".
Caparrós parte este volumen hablando de esta certeza que nos llevó a lo virtual: estamos llegando al final de la era del fuego y "se deshace en silencio sin que nadie la llore como se merece". En los hogares más evolucionados o con más recursos se camina a un modelo de vivienda en que la calefacción es con agua y las cocinas eléctricas. El fuego solo sobrevive en la pobreza donde todavía es necesario. Fumar -única razón para llevar una maquinita de hacer fuego- es lo último, cosa de perdedores sin remedio, observa.
Pero nunca imaginó que este siglo iba a terminar hablando de comida y no de sexo. "La comida, lo más material que hay, lo más íntimo, ha entrado en la lógica del espectáculo o de la masturbación… porque pasamos horas mirando de lejos lo que antes tocábamos, olíamos, tragábamos". Y la grasa, que implicó en el hombre el aguante del frío y su desarrollo, se ha trocado, con lo sedentarios que somos, en nuestro mayor enemigo. "Esa cultura obesa, tan Simpson, tan Big Mac, tan Wallmart, es el cadáver -rollizo, graso- en el ropero americano".
El remedio está en el control. O en una futura pastilla. Para lo que la humanidad no estaba preparada es para "la invención de la vejez", "el mayor cambio cultural que la historia no cuenta". El cuerpo está hecho para vivir 35 años, de ahí es pura degradación, escribe, pero con nuestras formas de alargar el recorrido por la fuerza de la técnica, en 30 años casi un tercio de la población será de viejos. Algo tendría que cambiar para integrarlos. Se ve difícil. Al parecer van a seguir en su mundo paralelo en bermudas. Más con la "juventud chiclosa" (como se titula una reciente columna en su espacio Pamplinas del diario El País) "ese lapso cada vez más largo en que una persona ya no es un joven pero todavía no se comporta como si no lo fuera, o mejor: sí se comporta como si sí".