Paul McCartney, Quilapayún, Pearl Jam, Jesse & Joy, Madonna, The Rolling Stones, Noche de Brujas, Pat Metheny, Chayanne. Pocas veces artistas tan distintos habían tenido el mismo problema: todos ellos, junto a otros cientos a través del planeta, han debido cancelar o postergar shows que tenían amarrados para este semestre debido a la crisis global por el coronavirus. Y, de hecho, ninguno de ellos, sea Mick Jagger en la millonaria escena del rock corporativo o Héctor "Kanela" Muñoz en las numerosas maratones de cumbia que se reparten por Chile, sabe aún con certeza cuándo volverá a pisar un escenario.
Un paréntesis forzado que asoma como uno de los golpes más letales contra la industria de conciertos en toda su historia y que abre una interrogante en la gran mina de oro que había logrado mantener a flote a la música en las últimas décadas, convirtiéndose en una de las experiencias paradigmáticas de la entretención de nuestra era.
Y por supuesto algo más: según The New York Times, en los últimos 20 años los recitales se han convertido en la principal fuente de ingresos para los artistas, superando incluso a la escalada irrefrenable del streaming. Para este año, se proyectaban ganancias de US$ 29 billones en el negocio de los espectáculos, con un buen porcentaje de esas regalías quedándose en manos de los músicos (entre 30% a 40%), mientras que la música grabada reportaría US$ 22 billones, pero con una porción muchísimo menor transfiriéndose a los intérpretes.
El cantautor chileno Pedropiedra -que lanzaría su nuevo disco el 20 de junio en el Teatro Caupolicán, cita que por el estado de catástrofe del país deberá aplazarse- lo ilustra en un léxico más doméstico: "Efectivamente, la gran parte de los ingresos familiares aquí vienen por los shows en vivo".
"Todos los que somos más bien independientes nos vamos a quedar sin pega. Yo tengo canceladas todas las actividades de aquí a dos meses. ¿Qué pasa si esto se prolonga por un mes más? ¿Qué haces? Esto es muy jodido en ese sentido", expresa otro nombre local de prolífica agenda en vivo, Nano Stern, coincidiendo en los calificativos con varios medios del planeta que hablan de "caos" y "catástrofe sin precedentes" en el rubro, considerando además que se han suspendido los grandes festivales de la temporada, como Coachella o Glastonbury.
Aunque si se trata de asuntos más domésticos, la pausa no solo sacude a los artistas: también a todo el círculo que trabaja junto a ellos. Como promedio, un solista o grupo chileno posee un personal que va de los 12 a los 20 profesionales, entre técnicos, iluminadores, maquilladores, escenógrafos o encargados de prensa.
Un puzzle difícil
El número se amplifica en casos como Lollapalooza, cuya versión chilena se movió de fin de mes al 27, 28 y 29 de noviembre, donde trabajan cerca de nueve mil personas solo en labores anexas y a honorarios. Según la Asociación Gremial de Empresas Productoras de Entretenimiento (Agepec), la escena de conciertos en el país genera más de 40 mil empleos directos e indirectos, acumulando desde octubre -en el inicio del estallido social- un impacto económico de US$ 40 millones en ventas.
María José Tapia, visualista de Los Tres, Gianluca y Camila Moreno, con quien trabajaría para el postergado Lollapalooza, cuenta: "Tengo que pensar en cómo empezar a hacer otra cosa. Todos los meses tengo ingresos distintos dependiendo del número de shows. El período del estallido por último te daba la oportunidad de salir, hacer actividades gratuitas, cosas culturales, pero en cambio esto es no hacer absolutamente nada y no saber qué va a pasar"
Carlos Huckstadt, técnico de Lollapalooza y jefe del área en el equipo de Francisca Valenzuela, acota: "Desde octubre hasta hoy, hemos perdido el 80% de los trabajos. Ha sido dramático, porque prácticamente se nos acabó la pega hasta septiembre". Hoy todas las firmas del país dedicadas al audio y la iluminación están paradas. Y en efecto, en la escena calculan que recién entre fines de agosto y principios de septiembre podría volver la música en vivo al país, aunque otros apuestan por los días de Fiestas Patrias.
Ahí surge otro acertijo. La mayoría de las figuras que pasarían por Chile entre marzo y junio reagendarán su visita para fin de año: pasará con Metallica y Kiss, cuyas nuevas coordenadas se anunciarán en los próximos días. Lolla ya se hará en noviembre, al igual que el festival electrónico Creamfields, que se mudó de mayo a ese mismo mes. Por tanto, se prevé un segundo semestre "colapsado" de conciertos y una cartelera ya prácticamente cerrada.
Según varios productores, el panorama hace imposible negociar o anunciar nuevos nombres para el último tramo de 2020: además de estar las fechas ya ocupadas, muchos creen que hoy es inviable salir a promocionar nuevos recitales, en un contexto de incertidumbre económica y donde los gastos de la gente no priorizarán la entretención. Entre los ilustres que se barajaban hace unas semanas para una eventual cartelera del segundo semestre estaban Pearl Jam, Cheap Trick, Lynyrd Skynyrd, Tool y un festival al aire libre. También Roger Waters ha aparecido en el mapa de las posibles visitas.
Guillermo Italiani, director de Trucko, productora enfocada en los sonidos de vanguardia y que tenía en su agenda a Pat Metheny y Gong, asevera: "Creo que realmente la cartelera chilena se va a recuperar el próximo año, este año ya murió en cuanto a anuncios y hay que asumir las pérdidas. La gente no va a gastar en música, habría que ser muy atrevido como productor para salir a la venta con algo. Además, los grupos están reagendando en todo el mundo, no tendrán disponibilidad".
Italiani agrega que a todas las promotoras les afectará esta crisis, aunque la coyuntura se ensañará con las más pequeñas o de nicho. Son precisamente las que no trabajan con seguros -que pueden llegar a costar hasta $ 20 millones- y que en caso de cancelaciones siempre pierden un buen porcentaje: muchas veces el artista solo devuelve una porción de lo pagado, "perdiéndose" lo que, por ejemplo, se gastó en ítems como tickets aéreos. En todo caso, el tema de los seguros ha sido un dolor de cabeza para festivales y shows postergados en todo el mundo, ya que las aseguradoras no contemplan a las pandemias en sus contratos.
Carlos Quezada, de Spider Prod, especializados en el metal y rock progresivo, comenta: "Si hay una cuarentena total, el 40% de las productoras chilenas quedará sin ingresos y puede desaparecer. Es una industria que igual va a sobrevivir, muy dañada, pero creo que vamos a una transición donde por un tiempo se acabara el período en que en Santiago había muchísimos shows de todo tipo".
Para intentar aguantar el apagón artístico, la Agepec tiene planeado en los próximos días reunirse con los ministerios de Hacienda y Economía, para conciliar acuerdos que puedan salvar al sector de la crisis. Una de las preocupaciones fundamentales es que hoy los espectadores no devuelvan las entradas; para ello se está intentando anunciar los antes posible las nuevas fechas de los espectáculos postergados.
Los músicos nacionales, por su parte, también han intentado solicitar al gobierno algunos bonos o subsidios, como ha sucedido en Europa en este mismo período. Según la SCD, los afectados en el país ascienden a 13 mil, casi todos sus afiliados.
Pero hay matices. Eduardo Carrasco, de Quilapayún, dice: "No veo cómo el gobierno podría hacerse cargo de un problema semejante, que afecta a toda la población, a los comerciantes, las pymes, los taxistas, a todas las personas. Veo difícil que el gobierno se pueda hacer cargo de lo que están perdiendo los artistas y las personas ligadas al espectáculo".
Por ahora, los artistas chilenos y extranjeros han decidido mantener sus lanzamientos digitales de singles o discos, como la única forma de percibir ingresos y de mantenerse en el ojo público. Otra alternativa son los shows vía streaming que han aparecido estos días. La pequeña industria de los vinilos, que en los últimos años había resurgido, también se verá mermada: Amazon ya anunció que le dará prioridad a los pedidos que tengan que ver con necesidades médicas, relegando a cualquier producto vinculado al ocio. La música hoy se silencia desde todos los rincones y solo le queda esperar para volver a sonar como antes.