La desgarradora historia de Corazones en voz de Jorge González
En sus memorias publicadas en 2018, el exlíder de Los Prisioneros confiesa sin prisa el talle y detalle de un trabajo único, guiado por la resaca amorosa y el pop de sintetizadores como lenguaje. “Los temas, que en el momento de salir parecían débiles, el tiempo los ha vuelto robustos y saludables”, constataba el propio González casi un lustro antes, cuando la fiebre por el cuarto disco de Los Prisioneros lo llevó a fijar comentadas presentaciones en Santiago y a ser señalado como una brújula por los miembros del nuevo pop chileno. ¿Cómo recuerda el músico los entresijos de Corazones?
En pleno apogeo de su creatividad e internacionalización de su música, el quiebre de Los Prisioneros se dejó caer como un metal pesado en el amanecer de la transición chilena.
Si en algo coinciden las memorias de Jorge González —Héroe (Avenida La Novena, 2018)— y Claudio Narea —Biografía de una amistad (Thabang, 2014)— es que para fines de 1989, cuando el trío ya era una de las escasas bandas chilenas conocidas en el extranjero gracias a sus letras —llenas de lúcida observación social, mezcla de crónica y banda sonora del desencanto en dictadura—; las canciones de Los Prisioneros los volvieron portavoces de una rabia, por ahí un discurso, tal vez un sentir de alcance continental.
Pero las diferencias entre dos de sus partes, devinieron en un choque entre ideas de cambio y continuidad que alterarían el curso de la historia del grupo más representativo del rock chileno de los años 80.
Cuéntame una historia original
En plena composición del disco Corazones, las diferencias musicales entre Claudio Narea y Jorge González instalaron dos trincheras acaso insalvables en la interna del grupo que completa el baterista Miguel Tapia.
Narea, movido por el rock de viejo cuño, y González, seducido por el pop de sintetizadores, rompieron su relación envueltos en una reñida disputa agravada por líos amorosos.
“Tanto se me acercó la mujer de Claudio, Claudia, que me caí para no levantarme en años”, anota González en su libro.
“Me enamoré profundamente y poco me importaba nada, así estaba de envanecido. Caro lo pagué y aún duele cagarla de tal manera”, añade.
Narea también escribe del episodio en su versión de la historia: “Cuando lo tuve frente a mí se sorprendió muchísimo. Le propiné el golpe más fuerte que he dado en mi vida y no tuvo oportunidad de reaccionar”.
“La banda se fue a la mierda en una semana”, confidencia González.
Pero Los Prisioneros —ya sin el guitarrista—, en lugar de bajar el telón siguieron adelante y despacharon su disco más exitoso, el de mejor factura técnica y el de mayor alcance del grupo.
Publicado el 20 de mayo de 1990, Corazones resultó ser una colección de sentidas canciones de amor y desamor sobre una tupida tela de sintetizadores y cajas de ritmo; un puñado de demos escritos por González, lustrados por el trabajo dedicado en la producción de Gustavo Santaolalla y Aníbal Kerpel, y reforzados en vivo por dos nuevos músicos: la integrante del colectivo Cleopatras, Cecilia Aguayo, como tecladista, y el exguitarrista de la Banda 69, Robert Rodríguez.
Robustos y saludables
Veinticuatro años después, cuando Corazones dibujaba una enorme sombra sobre la generación del nuevo pop chileno —que lo miraba hacia arriba como una brújula pero también como un verdadero manifiesto—, Jorge González todavía pensaba a La voz de los 80 como su disco más importante.
“No guardo amargura alguna porque la mayoría de los discos que he hecho no hayan sido tan grandes como La voz de los 80, porque eso es lo natural en un músico que oye su propio corazón: que a veces mucha gente conecte, y otras veces casi nadie. No puedes amoldar tu música a la idea de la respuesta externa”, decía convencido en 2014.
Apenas tres años antes, la reedición de los primeros cuatro discos de Los Prisioneros desencadenó una especie de fiebre y revaloración de Corazones, que se volvió patente en los distintos conciertos en lugares improbables de Santiago —como el Teatro Municipal de Agustinas y la explanada del Espacio Broadway en Pudahuel—, encuentros que harían cambiar de opinión al músico.
“Ver y oír a toda esa gente cantar cada canción ha sido una de las experiencias más alucinantes de mi vida de escenario”, confesaba sobre su presentación el año 2012 en el festival Primavera Fauna, cuando el propio González pudo comprobar de primera mano el alcance de Corazones entre las nuevas generaciones.
“En verdad es un buen disco. Al ensayarlo me asombra que una canción como ‘Con suavidad’ no haya sido un single para la radio, y los temas, que en el momento de salir parecían débiles, el tiempo los ha vuelto robustos y saludables. ¿Cómo?”, dijo.
A lo que luego respondió: “ No lo sé”.
Pieza clave
Cuando Corazones llegó a las tiendas en mayo de 1990, Iván Valenzuela vaticinó lo que la generación de Gepe, Javiera Mena, Dënver y Álex Anwandter confirmaría del disco. Desde la revista Wikén, el periodista escribió que esperaba que el álbum “se convierta con los años —aunque es prematuro decirlo sin la perspectiva del tiempo— en una pieza clave de la música pop chilena”.
"Jorge González fue el primer tipo relevante en la música chilena que dijo que le cargaba el rock. Por eso yo creo que es tan importante el disco Corazones”, dijo Gepe a Culto sobre el disco.
Luego sigue: “Las canciones son tan potentes como un riff de AC/DC: tienen un grado de síntesis, de fuerza y de verdad, que no se veía desde Las últimas composiciones de Violeta".
“Las letras me llamaban mucho la atención”, contó Javiera Mena y puso como ejemplo a “Corazones rojos”, cuarto track de Corazones: “Me despertó lo del feminismo”.
"A nosotros nos enseñó a entender el sentido pop de la música", contó Mariana Montenegro, parte del recordado dúo Dënver: "Tiene una originalidad única al mezclar sonidos electrónicos con letras románticas".
"Es música que no tiene prejuicios", aseguraba Álex Anwandter: "Escucharlo es como ir a la escuela del pop, ahí está todo".
Héroe
En sus memorias que llevan por título Héroe, Jorge González confiesa con la paciencia de un libro el talle y detalle de un trabajo único, guiado por un espíritu de reflexión amorosa y el pop de sintetizadores como lenguaje.
Acá una selección de algunos pasajes del texto, donde el exlíder de Los Prisioneros repasa en primera persona los hechos que llevaron al quiebre del trío original, sus romances, sus líos de faldas, las diferencias con Narea, su viaje a Los Ángeles y el trabajo mancomunado de producción junto a Gustavo Santaolalla y Anibal Kerpel, su opinión sobre otras bandas y, entre otros asuntos, la interna de las canciones, sus influencias y la técnica.
Cronológicamente, los hechos narrados por el propio Jorge González comienzan tras la gira promocional de La cultura de la basura en septiembre de 1988.
Suena el teléfono y yo sé quién eres
“Tanto se me acercó la mujer de Claudio, Claudia, que me caí para no levantarme en años. Me enamoré profundamente y poco me importaba nada, así estaba de envanecido. Caro lo pagué y aún duele cagarla de tal manera”.
Preciosa
“Muchas canciones ella me inspiraba y así, luego del relativo fracaso del álbum anterior, me lancé a hacer el mejor disco: Corazones. De nuevo hice como 20 temas. Bananarama, Nitzer Ebb, Rick Astley (que nació el mismo día que yo) engalanaban mis tardes junto a Lovecraft, bio de Chaplin, Shakespeare surtían mi imaginación”.
Y me he perdido
“Creo que el tener un jardín gigante, como el parque O’Higgins, me daba mucho al pecho, a pesar del asma provocado por los árboles, amo ese lugar (...) Los muchachos del barrio vivían la tentación de la domesticidad, con novia y mujer en Santiago y queridas en viajes. Poco ya teníamos que decirnos en verdad y como yo arrastraba el gran secreto del amor no permitido, no era el de antes”.
En el fondo del éxtasis
“Me regalaron 2 MDMA de verdad y las tomamos con la Claudia. Nos pegó muy fuerte y nadamos en el aire de felicidad. Nunca más tuve esa fuerte sensación de amor y nunca supe si fue la pastilla o la compañía. Nada que ver con la mugre que venden ahora, otra cosa ¿o es el efecto de la primera vez?”.
Lo único inolvidable
“Llené mis cuadernos con pensamientos que ella me provocaba y perdí la cabeza. Hoy no puedo mirar atrás sin la sensación de estafarme a mí mismo, de hacerme creer en cosas que no habían en verdad (...) Fuimos otra vez a Colombia para pasar al gigante México, mas se nos enfermó de hepatitis el Claudio en el hotel Tequendama. Yo me quedé a cuidarlo como el amigo que aún me sentía, el pobre se veía re mal”.
Despertando en mi cama
“Los 24 años me hicieron salir mentalmente de una adolescencia un poco larga (...) Trabajar y amar eran una vida soñada por mí”.
Toda la semana igual
“Debí hacer tres versiones de ‘Tren al sur’ con diferentes instrumentos, creando nuevas cosas cada día en mi casa. Ahora contaba con una grabadora de cuatro pistas a cassette y le saqué el jugo. El centro era ese computador IBM, corriendo un programa marca Voyetra, liberado de la banda y su ‘falta de tiempo’”.
Aún cuando escuches lo peor
“Supo el colega de lo nuestro por unas cartas enviadas desde Colombia que yo escribí y mandé y nos pilló. Ardió Trosha y la banda se fue a la mierda en una semana”.
Son hermosos ruidos
“‘We are Sudamerican rockers’, que es una canción que se grabó después de La cultura de la basura y se grabó bien, se produjo bien y que es un fucking rolón, iba a ser el primer tema del Corazones y había varios otros como ‘Las sierras eléctricas’, más ‘Prisioneros’, que era una cosa que a mí me estaba empezando a incomodar un poco porque… ¿qué es eso de ‘Prisioneros’? Prisioneros es una cosa que ‘Los Prisioneros’ hacen, pero ya había un público que se empezaba a vestir como nosotros…. ¿qué se yo? Le pasa a todo el mundo, pero esa tontera no hay que pescarla nada; el grupo es uno, los demás, si les gusta bien y si no les gusta, bueno. Hay un montón de grupos que ya empezaban a copiar lo que hacíamos nosotros (...) pero en realidad, de espíritu no tenían nada, nada que ver (...) O sea, el grupo nuestro nunca fue punk, nunca fue ‘anarquía y rebelión’ y todo eso, con todo respeto, pero nunca fue… nada que ver. Siempre fue un grupo de canciones bien hechas, de onda, de pop”.
Aprendiendo de nuevo
“Aparecieron montones de canciones para Corazones y yo me puse las pilas mal, porque con la experiencia mala de La cultura de la basura, obvio que yo quería que el nivel fuera mucho más alto (...) Me encerré a laburar y había una música que me estaba volviendo loco. Soul II Soul, por ejemplo, me cambió la vida, o todo el house, el hip hop también. Las cosas que hacían los tipos de En Vogue, ese tipo de música, o el pop, así bien producido de Stock, Aitken & Waterman, como Rick Astley, Sabrina, todas esas cosas que sonaban tan bien”.
Mejor compremos chocolates
“No toda la banda compartía ese gusto la verdad (...) no se había radicalizado todavía la diferencia en los integrantes tan masivamente hasta convertirse en la caricatura en la que se convirtió después, no… Yo ya no me juntaba mucho con los flacos la verdad; ellos tenían su vida y yo tenía la mía, yo hacía más cosas. Yo estaba todo el rato trabajando, por supuesto, trabajando y teniendo romances, no hacía nada más que hacer música y ponerla y leer, leía un montón”.
Noche en la ciudad
“Me encerré a trabajar, y quedamos de acuerdo en que todos íbamos a trabajar de nuevo como en La cultura de la basura (...) Ahí trabajaron e hicieron cuatro temas, bien buenos todos... (...) yo debo haber hecho como ¿qué? ¿dieciocho? De los cuales quedaron al final algunos (...) las que se decidieron dejar adentro realmente sí eran las mejores: ‘Por amarte’, ‘Amiga mía’, ‘Tren al sur’, ¡rolones! No hay caso, son unos rolones impresionantes. Yo no sé qué pasó ahí, pero estaba inspirado y no solo estaba inspirado, estaba trabajando bien”.
Y empiezo a trata de explicar
“Los tipos de la compañía de discos escucharon que la música nueva era increíble, se consiguieron un productor y la suerte tan grande, puta que estoy agradecido, de que fueran Gustavo Santaolalla y Aníbal Kerpel. Esos maestros a mí me cambiaron la cabeza (...) Toques geniales como el rallentando de ‘Tren al sur’ o la fortuita subida de medio tono en ‘Estrechez de corazón’ levantaron el disco y lo convirtieron en mi mejor álbum bajo el nombre de Los Prisioneros”.
Y no me digas nada a mí
“Se suponía que íbamos a viajar Miguel y yo, porque Narea ya estaba yéndose del grupo y no estaba ni ahí con la música esa de ‘Tren al sur’, ‘Amiga mía’ y todo eso… Le cargaba, la odiaba. Bueno… okey, también es su gusto, pero tampoco él había compuesto unos temas equivalentes a esos como para equipararlos. Si lo hubiera hecho, habría sido mejor, porque habríamos tenido más rolones, pero la onda era medio como: ‘No me gusta y no me gusta no más… y yo no tengo nada para reemplazar; pero igual yo soy mejor que tú, porque yo no lo hago. Yo no hago eso porque soy mejor que tú’ que es una actitud tan santiaguina”.
Sudamerican rockers
“Al comienzo íbamos a viajar Miguel y yo, pero la gente; el manager y los demás, le hicieron una chanchada al Miguel, le dijeron: ‘di que vas a trabajar’ cuando tuvo que pedir la visa a los Estados Unidos, entonces Miguel dijo —voy a trabajar— y se la negaron, porque no se puede ir a trabajar, es una visa especial. Entonces los tipos lo hicieron (la compañía de disco y el manager) para no pagar dos pasajes y dos estadías. Para mandar a uno solo y tenían razón, porque Miguel iba a ir a puro parar el dedo, si los temas y las programaciones de las baterías y todo las hice todas yo. Iba a ir a puro parar el dedo, a pasear no más. A los tipos de la compañía de discos les dio lata que fuera a pasear, pero él igual era de la banda, igual merecía ir”.
Como otro sabor
“El trabajar con Santaolalla fue alucinante, nos conocimos en Monterrey, conversando. Él ya tenía los discos viejos de Los Prisioneros, le gustaban mucho, me preguntó —¿cuál es el mejor disco de los Beatles?— Y yo le decía Rubber soul, él me decía —estamos cerca, para mí es Revolver— que son dos discos juntos. Por suerte para ninguno era Sgt. Pepper, y eso era un buen comienzo”.
Otras promesas
“Él en esa época pensaba que Soda Stereo era una banducha copiona, era como una banda de covers, así como había miles en Los Ángeles tocando, y que Los Prisioneros era una banda que no había ninguna parecida en el resto del mundo y tenía razón, solo que en Sudamérica obvio que si tú: pareces gringo; te ves como gringo; te vistes como gringo y suenas como gringo, pero en castellano ¡obvio que te va la raja! Si hay una colonización heavy… Y si lo tuyo ya es un poco más especial y más original, es difícil que te vaya bien, pero ¡¿de qué estoy hablando?! si a nosotros nos fue de miedo, nos fue súper bien, pero era más difícil de promover, los temas eran más raros. Soda Stereo; una banda de la puta madre igual, qué estoy hablando tonteras, capos los chavones, nos volaron la raja porque eran mejores y nada más y aparte más lindos, más cherofas”.
Oye voy a tomar un taxi a quién sabe dónde
“Me fui a trabajar con Gustavo. Llegué a Los Ángeles sin ni uno, estaba en un momento económico muy malo y un momento sentimental muy pesado. La compañía de discos me daba quince dólares por día y el taxi me costaba doce, así que no tenía para comer. Llegaba del hotel… ¿del hotel?... un motel último, y ahí los chiquillos me hacían unos sanguchitos y, puta, se paletearon mal… Y, vamos pa’ delante. Yo estaba flaco, estaba triste. Ellos me trataron muy bien (...) Trabajamos como burros, la única manera de sacar una vida para adelante. El tracking fue en el barato Mad Dog Studios y para la mezcla fuimos al más upscale The Enterprise con el capo de Tony Peluso en la mezcla, elegido por mí por su trabajo con The Stylistics”.
Maldito sudaca
“Fue la primera vez que alguien me dijo en mi vida que yo era un buen músico. Yo tenía 24 años y ellos me dijeron ‘loco vos sos un músico de la puta madre’ y yo les decía —¿Yo? Pero si no sé tocar—: ‘No loco, tus canciones, tu música, tu producción, es increíble, es alucinante, mata a todo’ y yo me sentí tan bien, porque en Chile ¿quién me iba a decir eso? ¿quién me iba a decir que era bueno? si todos decían yo era desafinado, que era malo… todavía lo dicen, pero en esa época era así (...) Era como que salía una banda nueva tipo Upa! o una banda argentina Enanitos Verdes o qué sé yo, y eran mejores que nosotros, claro. ‘porque la calidad… y miren cómo suenan y todo’... nada que ver poh. Los Prisioneros era lo mejor del mundo, pero solo que había gente que no lo podía ver porque estaba muy cerca, y porque el chileno se pone nervioso con decir que algo chileno es bueno. (...) No porque el chileno sea así, sino porque nos han educado y mal acostumbrado de los milicos para adelante, para pensar así, para aplastarnos, para hacernos sentir mal. Pero obvio que el chileno es groso, por eso tienen que aplastarnos tanto, por eso se ha necesitado tanta brujería, se ha necesitado tanta tecnología, tantas leyes, tanto ejército, tantos disparos, tanto de eso y tanta tortura, porque el chileno es muy bacán y había que bajar eso”.
Soportar la falta de experiencia
“Me fui para allá, para Estados Unidos con mi computador, porque no era que yo sacaba un disquete o un USB y traspasaba… no. Tenía que llevar el computador, enchufar los cables a la salida del computador de ellos y pasar canción por canción, track por track para tenerlo en el secuenciador de ellos (...) Tenían unas buenas baterías, una 808 real, un sampler Akai, unos módulos Oberheim, un buen mixer y tenían un talento increíble para trabajar. Así que todos los días laburando, tomando un matecito súper bien. Alguna vez, el fin de semana un porrito tranqui, que fue de los primeros porros que me he fumado en mi vida. Yo ya tenía veinticinco… por ahí, pero después he fumado muy poco en realidad. Yo soy malo para fumar, porque me hace mal para la garganta, nunca fumé cigarro”.
No ves que estoy contento
“No podía creer el sonido, las cosas cómo sonaban y los arreglos. O sea, a Santaolalla se le ocurrió que ‘Tren al sur’ tuviera un rallentando y que llegara a una estación de tren perdida y de ahí partiera de nuevo, y se escuchaba como esa cosa fantasmal. Eso fue una idea de él y eso le cambió la cara a toda la canción. A él se le ocurrió poner un charango, yo decía —pero Gus, el charango es del norte—; ‘sí’, me decía, ‘pero solo para vos, para todo el resto del mundo el charango es del sur’. Tenía razón”.
Todas las cosas que se hacen son por amor
“A Gus se le ocurrió en ‘Amiga mía’ varios de los sonidos; o sea los arreglos eran míos, lo que se tocaba, pero Gus y Aníbal encontraron unos sonidos más bacanes para que hiciera las partes que tenía yo con mis teclados. ‘Con suavidad’ tenía otra parte de batería, pero él le puso ese beat tipo Rick Astley… y le achuntó y le hizo ese arreglo de cuerdas. Eran tan tiernos que yo me fui en un viaje a Santiago y después cuando volví le habían hecho unos arreglos de cuerdas a ‘Por amarte’ y estaban asustados y decían: ‘Y si a Jorge no le gusta ¿qué vamos a hacer?’ Imagínate (...) De ellos aprendí que puedes ser buena gente, recto, honrado y que te vaya la raja igual”.
Por ir viajando así
“En esos días me volví a la casa de mis padres por aguda falta de dinero: no tenía las 10 lucas que costaba el arriendo. Ahí mi papá me mostró el disco Mediterráneo de Serrat, una joya y una fuente de inspiración”.
Es el maldito amor
“Las sesiones de Corazones fueron una gozada gracias al buen humor y talento de Gus y Aníbal… yo me sentía viejo a pesar de mis 25 años y la pasaba mal recordándola”.
Estrechez de razón
“De Corazones todas las canciones son buenas. ‘Noche en la ciudad’, ‘Es demasiado triste’, nunca más he hecho una canción, ni antes ni después, tan especial como esa y la producción quedó preciosa. ‘Tren al sur’, ‘Estrechez de corazón’, que me tiene las pelotas hinchadas, odio cantarla, no me la pidan más, pero qué gran rolón (...) Es difícil, es muy intensa y es muy alta. Requiere tener muchas ganas de cantarla y la letra es colorienta, entonces cuesta cantarla. Quizá la más particular fue ‘Corazones rojos’ que es tan sencilla, pero sin embargo la letra está muy bien puesta”.
Alegrías del corazón
“Montamos una gira de apoyo a Corazones con Miguel, reclutando a la Cecilia y mi viejo amigo Robert. Ahora se tomaba alcohol, yo creo que un poco mucho, otorgando largos y muy buenos conciertos con esa formación. Vi que no haríamos otro disco juntos y disolví a la banda en lo máximo de la popularidad, cuando llenábamos todo otra vez y con una música un poco diferente”.
Y sin hablar te anuncio
“Mi novia Paolita quedó embarazada y se me ofreció mucha plata en dos compañías discográficas por firmar como solista, lo que jamás estuvo en mis planes, mas mi pronta paternidad me hizo echarle para adelante con todo. Me llevaron a estampar la firma a Londres y pasé a editar Corazones a España donde estaban tan excitados con la visita Crowded House que no me dieron bola alguna”.
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