Yendo de la cama al living: un amuleto contra la opresión
Mientras la flota imperial británica viajaba hacia Malvinas con una declaración de guerra, en 1982 Charly García fantaseaba con la idea de registrar un disco de canciones en solitario. Los últimos estertores de la dictadura argentina no podían escapar a la observación del hombre con rayos x en los ojos.
El viernes 2 de abril de 1982, Buenos Aires amaneció conmovida. “La Junta Militar, como órgano supremo del Estado, comunica al pueblo de la Nación Argentina, que hoy la República por intermedio de sus Fuerzas Armadas, mediante la concreción exitosa de una operación conjunta ha recuperado las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur para el patrimonio nacional”, dijo el locutor de turno por cadena nacional de radio y televisión, la noticia corrió a la velocidad del sonido marcial que dictó la voz sin nombre. No era La guerra de los mundos de Orson Wells, era mucho peor pero como esa fantástica puesta en escena basada en la obra de George Orwell, la primera reacción tenía el efecto de conmover a las masas y en cuestión de horas una multitud reunida en Plaza de Mayo vivó al dictador Galtieri. A contramano de la algarabía general, Charly García no enfiló hacia la plaza mayor. Pasó el día a pocas cuadras de su departamento de Coronel Díaz, en el flamante Estudios del Jardín, ubicado en Santa Fe y Talcahuano. Ahí, en pleno corazón de Barrio Norte, comenzó a grabar la banda de sonido de Pubis angelical, una película dirigida por Raúl de la Torre sobre un guión basado en la novela homónima de Manuel Puig. Solo y a menos de un mes de los conciertos de despedida de Serú Girán, en Obras Sanitarias, el músico más importante del rock argentino modelo 1982 parecía conjugar su escuela de pianista clásico con su pasión cinéfila: qué se puede hacer salvo crear música de películas, una línea de fuga posible mientras la calle todo era agite de banderitas celestes y blancas. En la cabeza de Charly lo único que flameaba eran los acordes repetitivos del planeta Satie mezclados con las estructuras de un tango cinematográfico, música de fondo muy a tono para una película que desde el título horrorizó a la moral castrense y provocó otras iras por sus citas explícitas al peronismo.
Mientras la flota imperial viajaba hacia el sur con una declaración de guerra, Charly García seguía activo como productor del disco debut de Los Abuelos de la Nada y ya fantaseaba con la idea de registrar un disco de canciones. No tenía que compartir decisiones con otros músicos y, por primera vez, disfrutaba de un estudio de grabación como laboratorio personal. "Me aburrí de los grupos. Para mí la idea de un grupo es cuatro pibes de barrio que se juntan y triunfan. Cuando ya tenés todo un pasado, cada vez te resulta más difícil compartir tus puntos de vista del mundo y de la música. Además lo que estoy buscando es estar más libre, ágil para poder moverme en cualquier dirección. Sin hacerme responsable por cosas de otros, ni tampoco tener que cortarle el mambo a nadie. Creo que voy a seguir así…", dijo Charly en una entrevista concedida a la revista Expreso Imaginario en noviembre de 1982, quedaba muy claro que el horizonte no admitía un futuro de anhelos compartidos.
Charly tenía varios temas ya estrenados en shows de Serú Girán y otros que surgieron en esos días de confusión y tragedia en ciernes. Cuando la guerra terminó y el horror se volvió aún más visible con el regreso de las tropas, Yendo de la cama al living ya estaba encaminado. Como en tantas otras ocasiones, el estado de las cosas delineó la obra. Ahí permanecen como manuales de historia no oficiales Pequeñas anécdotas sobre las instituciones (1974) de Sui Generis, Películas (1977) de La máquina de hacer pájaros y La grasa de las capitales (1979) de Serú Girán, tres obras cumbres para entender la gran tragedia argentina. El final de la dictadura no podía escapar a la observación del hombre con rayos x en los ojos.
Yendo de la cama al living se grabó en agosto de 1982 en los estudios Panda. La presencia del ingeniero de sonido Amilcar Gilabert fue determinante en las nuevas sonoridades que inauguró la vida solista de Charly García. Tanto el plano vocal como el uso de la máquina de ritmos y los micrófonos como aliados expansivos, ubicaron a Charly en una nueva dimensión sonora. Tocó todos los instrumentos a excepción de la batería a cargo de Willy Iturri, su voz suena más clara, tiene una calidez melódica que suma intensidad a las letras sobre temas tan universales como el miedo, la libertad y la locura. Con notable lucidez, achicó la distancia entre su pasado ilustre y los tiempos venideros. Todo en Yendo… suena conocido y al mismo tiempo impone una mirada nueva, un raro efecto que mezcla cotidianeidad, rasgos originales y un poder de seducción casi instantáneo.
El ruido que termina en bostezo opresivo pegado al golpe inicial de una manguera contra un redoblante es la primera señal, una declaración de principios, el clic moderno antes de Clics modernos (83). El ritmo reiterativo nació gracias a una observación de Migue, el hijo de Charly y María Rosa Yorio escuchaba una y otra vez el comienzo de una canción de Serú Girán. Con tan sólo cinco años, el pequeño se las ingeniaba para rebobinar el cassette cada vez que cambiaba el ritmo. Charly entendió el mensaje y optó por la secuencia más simple para el tema que abre y también le da título al álbum. La letra de "Yendo de la cama al living" es un travelling despojado y sensual, nos presenta al rock-star que conoceremos en el futuro y revela los efectos de la claustrofobia urbana. El impacto fue contundente y también ayudó el video de la canción con Charly pasando carteles como Bob Dylan a bordo de "Subterranean Homesick Blues", en el filme Don't look back. Virus ya había adelantado algunas coordenadas de renovación con Wadu-Wadu (81), pero en Charly convivían sin conflictos clasicismo y modernidad contenidos en 4 minutos y medio. Ah, la versión del video es más corta pero el contrapunto final de guitarra y voz es insuperable.
La secuencia continúa con el adiós definitivo a Sui Generis, después de cinco años "Superhéroes" reúne al dúo en un intercambio luminoso, la crítica filosa a los últimos latidos de la dictadura se transforma en algo parecido a la esperanza, y hace un guiño Luis Alberto Spinetta en la melodía que recuerda a "Quiero verte bailar" (Invisible).
"No bombardeen Buenos Aires", en cambio, apela al sinsentido de la guerra y su costado desopilante: el miedo latente a que la capital porteña sufra los ataques aéreos británicos, construye un relato coral en donde conviven varias voces, casi un music-hall en tiempo de rock sandinista.
El lado A del disco cierra con "Vos también estabas verde", misterio y soledad como elementos para otra fuga hacia delante de García colocado y un poco herido.
"Yo no quiero volverme tan loco" iba a formar parte del quinto disco de estudio de Serú Girán, la versión original estaba más cerca de la velocidad eléctrica de "Popotitos" que del corte final incluido en Yendo…. Con el ritmo desacelerado pero sin perder intensidad, León Gieco —en los créditos figura como Ricardo Gómez— impone una mirada folk-rock, la letra incluye varias frases antológicas ("la alegría no es sólo brasileña") y algunas llamadas de alerta. Al mismo nivel de expresionismo y excelencia artística, "Canción de 2 por 3" es la gran alianza entre García y Spinetta, unidos en un tango del futuro marcado por una guitarra Roland GR-300 y un Moog tan melancólico como la línea que dice: "las pálidas figuras se acercaron hasta mí, mi mente tuvo dudas y fingí que no las vi".
Casi como un pase de comedia antes del gran final, "Peluca Telefónica" juntó a Spinetta, García y Pedro Aznar en lo que podría haber sido una reunión cumbre y quedó en un simpática broma con buenos arreglos a cargo de ex bajista de Serú.
El cierre de Yendo… no podía ser mejor, la canción sanadora en el corazón de las tinieblas se llama "Inconsciente colectivo" y era un inédito de la época de Bicicleta (1980), un góspel libertario para escapar de tanta densidad, inclusivo ("ayer soñé con los hambrientos, los locos, los que se fueron, los que están en prisión") y abierto a un mañana posible ("nace una flor, todos los días sale el sol").
El álbum doble llegó a las disquerías el 28 de octubre, y vendió 60.000 ejemplares en un mes, la crítica lo recibió de manera tibia y el tiempo se encargó de ubicarlo como una auténtica masterpiece, aunque en el sur de todas las cosas sigue funcionando como un amuleto contra la opresión y el autoritarismo.
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