Los créditos iniciales de Jeffrey Esptein: Filthy rich muestran desde arriba un puente conformado sólo por dinero. La ruta, no tarda en revelarlo la docuserie, es la que conecta el exclusivo sector de Palm Beach con el resto de Florida. Así se llega por ejemplo desde West Palm Beach, una zona de clase trabajadora donde hay focos de pobreza, a diferencia de las opulentas mansiones que alberga la isla. Ese viaje fue el que tomaron decenas de menores de edad durante años para llegar a la residencia de Jeffrey Epstein, el magnate y depredador sexual que se suicidó en la cárcel en agosto pasado mientras enfrentaba nuevos cargos.
Desde mañana disponible en el streaming, la producción de Netflix se enfoca en sus víctimas, sobrevivientes que lidian con la culpa y el dolor de haber sido abusadas por quien fuera en algún momento cercano a Donald Trump, el príncipe Andrés de Inglaterra y Harvey Weinstein. Aunque hay otras voces que condimentan el relato, son los testimonios de mujeres como Virginia Giuffre, Maria Farmer, Michelle Licata y Sarah Ransome los que conducen los cuatro episodios de la serie, de un modo similar a cómo Leaving Neverland se enfocó en Wade Robson y James Safechuck como denunciantes de Michael Jackson.
Familias quebradas, casos de abusos anteriores, abandono temprano del hogar y sueños profesionales que con dinero quizás podrían haberse cumplido. La mayoría de las niñas que terminaron en la casa de Epstein comparten haber sido vulnerables, mientras que él, como abusador, operaba de manera similar en cada caso. “Era como una esclava de esta gente. Y luego me traficaban. Me prestaban a todos sus amigos. Había políticos y hombres de negocios”, describe a cámara una de las mujeres.
A todo eso la docuserie dirigida por Lisa Bryant le da el marco de una psicopedagoga y asesora de salud mental, al tiempo que Michael Retier, el jefe de policía de Palm Beach de la época, detalla la primera investigación que se inició en su contra. La misma que al final derivó en un acuerdo en 2008 en que el millonario aceptaba los cargos y una sentencia de sólo 18 meses de prisión, gozando de beneficios como salir 12 horas diarias, seis días cada semana. Nada que después no le impidiera seguir cometiendo abusos en una isla de su propiedad o en distintos puntos del mundo.
¿Cómo aparece Epstein? Hay esbozos del misterioso origen de su riqueza, muchas fotos con personalidades como Trump –con quien era vecino en Palm Beach–, Weinstein y su pareja de entonces, Ghislaine Maxwell, implicada directamente en varias situaciones que las mujeres relatan, además de la declaración de 2010 en que ante cámara se acoge a la Quinta Enmienda. Lo más cercano a un entrevistado de su círculo es Alan Dershowitz, un reputado abogado que formó parte de su defensa.
Pero sobre todo está la evidencia de que su conducta como depredador sexual la arrastró por décadas y que el poder que gozaba le permitió escabullirse por años, hasta que en julio pasado fue arrestado por explotación sexual de menores y un mes después se suicidó a los 66 años en extrañas circunstancias en la cárcel. “Quería exponer el terrible abuso de la riqueza y el poder que define la saga de Epstein. El sistema corrupto que les quitó la posibilidad de justicia a estas sobrevivientes debe rendir cuentas”, ha señalado su realizadora.
Aunque la crítica ha coincidido en que no contiene grandes revelaciones y quizás era muy pronto para una producción como esta, hay al menos un relato que remece esa premisa. Un trabajador de la isla que tenía en el Caribe, donde habría creado otra red de tráfico humano y abuso sexual de menores de edad, señala ante cámara que vio a celebridades en el lugar, entre ellas el Príncipe Andrés y Bill Clinton, reviviendo la polémica en torno a la cercanía de poderosos con su figura. Un punto quizás clave en la manera en que la docuserie impactará en el streaming, luego de los fenómenos de Tiger King y The last dance.