Hay videojuegos que marcan a generaciones y The Last of Us. En serio.

En su primera entrega, aparecida en el epílogo de la PlayStation 3, en 2013, Naughty Dog nos presentaba a Joel, un hombre contratado para escoltar a una adolescente llamada a ser la llave del futuro de la humanidad.

Ellie, la chica que parece ser inmune a una infección provocada por una espora, que transforma a las personas infectadas en agresivos monstruos sin razón, abre la esperada The Last of Us: Part 2, que curiosamente será estrenada el 19 de este mes, en el anochecer de la PS4.

The Last of Us: Part 2

The Last of Us: Part 2 muestra un mundo post apocalíptico, más fácil de imaginar en estos días de pandemia: edificios abandonados, naturaleza en esteroides y un mundo silente.

Así es, al menos, la porción del juego que podemos comentar a la espera del estreno oficial el 19 de junio: llena de acción, sigilo y una palabra muy en boga: supervivencia.

The Last of Us: Part 2

El segundo día de Ellie en Seattle, cuando la misión es ir en busca de alguien llamado Nora, en un hospital cercano a nuestro escondite, llama la atención por algunos puntos.

Primero, si la animación es casi fotorrealista en The Last of Us: Part 2, los ojos de los personajes están llenos de vida y emociones, listos para explorar un entorno tan detallado y lleno de amenazas que invita a la experiencia perderse en los pijamas abandonados de ciudades sci-fi y el éter de mundos imaginarios, enfermos y siempre amenazantes, tan vívidos como un inmersivo video 4K reproducido en decenas de pantallas del retail.

Lo segundo es la música.

Emocional

Nuevamente a cargo de Gustavo Santaolalla, el “quinto” Café Tacvba y productor de Corazones de Los Prisioneros y el debut solista de Jorge González, la banda sonora de The Last of Us: Part 2, por así decirlo, sorprende.

Precisamente, luego de trabajar con los mexicanos y el chileno, entre proyectos de gente como Fobia, Molotov, Bersuit Vergarabat, Julieta Venegas, Jorge Drexler y un largo y estelar etcétera, Santaolalla publicó en solitario Ronroco (1998), un sentido álbum de potentes piezas instrumentales, tocadas principalmente con el instrumento andino, sin promoción aunque alcanzó la distinción de convertirse en disco de culto.

La historia la cuenta el propio Santaolalla desde un video promocional de PlayStation:

—Un día me llaman de la productora de Michael Mann diciendo que querían usar una de las piezas del álbum para su película The Insider, con Russell Crowe y Al Pacino. Así fue como terminé haciendo esto. Después, él me presentó a Walter Salles e hice Diarios de motocicleta y así, de repente, estaba haciendo música para películas. Mi trabajo en cine fue lo que llevó a Neil Druckmann a contactarme para trabajar en The Last of Us.

“Hermoso y efectivo”, catalogó el New York Times su trabajo musical en esta inminente segunda entrega.

—Cuando vino lo del videojuego, yo sabía que era un terreno que me interesaba mucho. Por supuesto, es una cosa que me atrajo desde hace mucho tiempo, aparte del hecho de tener un hijo que fue gamer. Pero esperé para encontrar algo que reverberara conmigo y dijera: “Esto es”, como ha sido a lo largo de mi carrera, que está signada por elegir y ser quisquilloso con las cosas en las que me involucro.

Según cuenta el músico argentino en su canal de YouTube, cuando conoció al cerebro tras The Last of Us, Neil Druckmann, intuyó que sería un título que cambiaría el paradigma de los videojuegos.

—Combina distintas géneros de juego. Está combat, survivors... tiene una gran, gran historia, con una carga de emotividad. O sea, hay momentos que son muy fuertes y la gente se emociona como al final de las películas, lo que le da una dimensión bastante interesante porque mi música tiene que ver mucho con lo emocional.

Gustavo Santaolalla y su ronroco

El premiado autor de las bandas sonoras de películas como Babel, Secreto en la montaña, Diarios de motocicleta y El libro de la vida, considera que los videojuegos extendieron su mapa geográfico de auditores, tanto geográfica como generacionalmente.

—Me han conectado con otro público, una generación distinta que ahora descubren que por ahí yo canto.

Entre las novedades de la segunda parte de The Last of Us, el argentino es cauteloso. Si en 2013 marcó a generaciones con el sonido de su ronroco (charango) tocado en compás de seis por ocho, “un ritmo muy nuestro que es la chacarera”, dice él, ahora incluyó incluso nuevos instrumentos.

—En The Last of Us, los elementos que tiene la música son muy ligados a la identidad de un lugar del mundo. No se trata solo de cantar en nuestro idioma, sino tocar en nuestro idioma. Neil Druckmann tiene muy claro lo que busca y hace tres años que estoy trabajando en la segunda parte. El 2 es otra genialidad, va a tener un impacto muy fuerte. Lo único que te puedo decir es que aparece un instrumento que es el banjo, tocado a mi manera, que no es la convencional.