Geddy Lee, de Rush. Foto: Fin Costello/Redferns

Moving pictures: dos discos en uno y el mayor salto de Rush

Por Alejandro Tapia

Hay pergaminos de sobra para los álbumes que Rush facturó en la segunda mitad de los 70: 2112 (1976), rock progresivo puro y duro con una suite de 20 minutos; A Farewell to Kings (1977), que resume lo mejor del material antiguo de la banda canadiense; Hemispheres (1978), virtuosismo en su más alto nivel con letras inspiradas en Nietzsche y Permanent waves (1980), con piezas de menor duración y más radiales, aunque igual de progresivas. Pero "el momento" para Rush es con Moving pictures (1981), su obra más jugada, su pieza maestra.

El octavo disco de Geddy Lee, Alex Lifeson y Neil Peart comenzó a facturarse en las pruebas de sonido de la gira del Permanent waves e incluso estrenaron "Tom Sawyer" y "Limelight" en ese tour antes de grabarlas. En esta época Rush comenzaba a consolidarse como una banda de arenas y el Moving pictures los llevó a un nivel aún más alto en cuanto a sonido, letras y popularidad. A diferencia de sus placas anteriores, el grupo preparó durante meses el material antes de grabarlo. Por eso en agosto de 1980 se encerraron en el predio de la leyenda rockabilly Ronnie Hawkins en el Stony Lake en Ontario (Canadá) con el único objetivo de ensayar, ensayar y ensayar.

El baterista de Rush, Neil Peart. Foto: Fin Costello/Redferns

Para cuando Rush entró al estudio (Le Studio en Quebec) ya se sabían los temas de memoria, arreglos incluidos. Pero otra particularidad -más fortuita quizás-, marcó la grabación y el sonido que logró sacar el productor Terry Brown. Ocurre que justo en esa época Le Studio (donde la banda grabó siete álbumes) comenzó su transformación de análogo a digital. Sin la nueva tecnología el sustain del solo de “Limelight” no hubiese sido posible.

¿Por qué Moving pictures es superior al resto de los discos de Rush? En realidad este álbum –que salió a la venta el 12 de febrero de 1981- son dos piezas en una. Y está dividido literalmente en dos caras: el Lado A con temas luminosos como "Tom Sawyer", "Red Barchetta", "Limelight" y "YYZ", y un lado B muy oscuro con "The Camera Eye", "Witch Hunt" y "Vital Signs". Es precisamente esta división la que transforma al Moving pictures en una genialidad, porque la fusión de ambos lados deriva en que este disco sea una mezcla perfecta entre rock progresivo y hard rock.

Con el Moving pictures Lee, Lifeson y Peart modelaron y consolidaron su sonido. Y aquí queda claro por qué Rush es inclasificable: no es heavy metal, tampoco es progresivo propiamente tal (no son Yes ni Pink Floyd) ni menos una banda clásica de hard rock. ¿Qué es entonces? Todo eso y más.

Gracias a este álbum la banda elevó su nivel de popularidad y logró reunir a varias audiencias diferentes: la del metal, la del rock progresivo y la de las bandas clásicas. No por nada, el Moving pictures facturó nada menos que cuatro millones de copias, hecho que lo convirtió en cuádruple disco de platino en Estados Unidos. Al mismo tiempo, las cuatro canciones de su cara A se transformaron rápidamente en sus mayores clásicos y hits, mientras que "The Camera Eye" fue por años el tema de mayor culto y más solicitado por los fans y que recién reapareció en 2010, en la gira Time Machine que los trajo a Chile.

Alex Lifeson de Rush. Foto: Fin Costello/Redferns

De temáticas líricas universales y con estructuras musicales complejas pero no ajenas a los espacios radiales, el disco abre con “Tom Sawyer”, probablemente la canción más reconocible de Rush. Peart, junto al poeta canadiense Pye Dubois, construyó una letra con referencias al personaje de Mark Twain y que habla de un joven que enfrenta la vida y se rebela. Aquí Geddy Lee consolidó el uso del Minimoog. En “Red Barchetta” (cuya temática está inspirada en A Nice Morning Drive, de Richard S. Foster), Lifeson se luce con riffs vibrantes, mientras Peart hace lo propio desde la batería; “YYZ” (inspirada en el código morse asignado al Aeropuerto Internacional de Toronto) es uno de los instrumentales más populares a nivel global y en “Limelight”, Peart se adelanta a la fama con aquello de “no puedo pretender que un extraño sea el amigo que he esperado por tanto tiempo”).

En la cara menos predecible y más oscura del disco, Geddy Lee estruja su bajo en "The Camera Eye" –la última pieza de la banda de más de 10 minutos- y Peart encanta con una letra que narra las complejidades y dicotomías en las grandes ciudades como Nueva York y Londres. Aquí la virtud de Alex Lifeson es que llena todos los espacios entre la batería y el bajo, con su marca registrada de arpegios y solos. En "Which Hunt", Geddy Lee construye una atmósfera onírica con sus sintetizadores, mientras que "Vital Signs" habla de la individualidad, con toques reggae y ritmo acelerado a lo The Police. Este último tema abre de algún modo el Signals, el sucesor del Moving pictures. Pero esa es otra historia.

Geddy Lee y Alex Lifeson. Foto: Fin Costello/Redferns

Permanent waves: la voz de los 80

Por Marcelo Contreras

1.

Qué tiene que ver Rush con Los Prisioneros dirán. Nada, excepto que se trata de tríos ya extintos que en algún momento se enamoraron de los sintetizadores, y venerados como emblema patrio en sus respectivos países. Pero creo que hay otro link. Ambas bandas expresaron un sentimiento similar para que de una vez por todas se acabara el influjo de la década en que Led Zeppelin había dictado la norma en el rock para las masas. "Los últimos vientos de los setentas se mueren" escribió para siempre Jorge González y ese verso refleja el espíritu de Rush en Permanent waves, publicado con toda la intencionalidad del cambio de folio el 1 de enero de 1980. Con este disco de apenas seis temas en 36 minutos Geddy Lee, Alex Lifeson y Neil Peart dieron vuelta la página con inigualable lucidez y brillo. Este es el álbum donde no le deben nada a nadie y el que tranquilamente se puede extender como carta de presentación para quien no sepa mucho de los canadienses.

2.

Estamos entre fans, ¿no? Y los fans nos fijamos en detalles idiotas. En la gira de Permanent waves Rush aplicó tijera al look chascón hippie/metalero de la década anterior. Se acabaron los pata de elefante para ajustar corbatas new wave como ticket sin escalas a la década obsesionada con el futuro. Pero no solo se trataba de un fashion emergency en un trío de nerds que hasta entonces usaban batas satinadas en el escenario, sino de marcar el inicio de un nuevo capítulo completamente renovado -casi divorciado- del anterior. Ni antes ni después la discografía del power trío más power de la historia registró un título capaz de marcar un giro tan radical como lo hizo este álbum.

Neil Peart. Foto: Fin Costello/Redferns

3.

Todos los discos de Rush están construidos en torno a las cenizas del anterior pero los puentes de Permanent waves con el predecesor Hemispheres (1978) son mucho más débiles, lo cual subraya su originalidad. Si la portada de aquel disco conceptual roza la cursilería con el tipo desnudo que posa sobre un cerebro flotando en un desierto -en rigor un tipo en pelotas en pose de ballet, aghh-, en Permanent Waves hay una chica guapa de look retro 50's con actitud casual y sonriente que te mira directo en medio de una devastación.

4.

Es el primer álbum donde Neil Peart se sacude de la mitología, las distopías y los parajes tolkianos para ahondar en la relación de la gente con la tecnología, las implicancias del arte versus el marketing, el libre albedrío y las relaciones personales. Peart deja de lado las novelas de autores clásicos y los poemas polvorientos para escribir sobre la realidad, lo cotidiano, lo concreto. Un fenómeno climatológico inspira la magnificencia de "Jacob's ladder"; la sensación de compañía que prodiga la radio se aborda en la rockeraza "The Spirit of radio"; asuntos de pareja motivan el pop de "Entre nous" y la balada con toques bluseros "Different strings".

5.

Creo que en Permanent waves está la mejor letra del Profesor como se conoce a Peart por su afición literaria. En "Freewill" reflexiona en torno al impacto de la religión versus quienes se rigen al margen de divinidades con notable capacidad de síntesis. "Puedes escoger entre miedos fantasmales y una candidez que puede matar/ escogeré un camino que es claro/ escogeré el libre albedrío". Si la letra es buenísima e inteligente en el contexto del rock, la interpretación musical es sencillamente sublime. El segmento instrumental te deja boquiabierto porque los tres tipos parecen solear por separado como un ensamble de jazz metalero, y sin embargo la manera en que dialogan en función de la canción demuestra todas sus capacidades interpretativas, marcadas por un tono agresivo y controlado a la vez: las veloces escalas de Lifeson, los incontables dibujos de Lee angulando siempre distinto, y el extraordinario ingenio de Peart para elaborar fills imposibles en su monstruoso kit sin perder el pulso del tema. El sonido solo puede ser definido como Rush clásico. No creo que haya otro disco donde suenen más rotundos con la pastosidad del Rickenbaker, la textura de las guitarras Gibson en expansión hacia la new wave sin perder el tono metálico, y el toque final de Peart, que a partir de este álbum alcanzó su periodo de gloria con las baterías Tama, la misma que había puesto de moda Stewart Copeland en la búsqueda de un ataque más fresco y directo. ¿Mucha marca? Bueno amigos, esto es Rush. Nerds a su servicio.

Alex Lifeson y Geddy Lee. Foto: Fin Costello/Redferns

6.

En Permanent waves todo fluye y calza. Es el primer disco donde Geddy Lee canta con un tono más natural (y, reconozcámoslo, menos irritante) en canciones más breves y amigables para los programadores. Que el hit del álbum se llame "The spirit of radio" fue como tocarle el lóbulo con saliva a las estaciones que se negaban a incluir a Rush. Simplemente un temazo que hasta los detractores (críticos de rock, ay) reconocen como un ejemplo de concisión y virtuosismo, mientras las canciones que aún registran el lado progresivo como "Jacob's ladder" y "Natural science" ofrecen dinamismo y cohesión. El metal progresivo que Rush había fundado en 2112 (1976) acá se destila en pautas definitivas. En la primera, la frase matemática de Lifeson tras el intermedio de space rock con sintetizadores, ha sido un faro para las guitarras de Tool mientras la segunda -la canción más difícil de interpretar en vivo según Lifeson- ha servido (lamentablemente porque me cargan) de base para el cancionero de Dream Theater.

7.

Permanent waves es la antesala de Moving pictures (1981), la obra cumbre en la que todos coinciden. También creo que en ese disco Rush tiene algunas de sus mejores canciones, momentos de una inspiración extraordinaria. "The camera eye" me eriza, lo mismo la maestría cinematográfica contenida en "Red Barchetta". Pero entre la sana ambición por ir aún más lejos que en el título previo, los fantasmas de otros artistas vuelven a aparecer. Fue en Permanent waves donde Geddy Lee, Alex Lifeson y Neil Peart, con apenas 26 años, encontraron la manera de expresarse con originalidad en relatos a la vena con fantástico sonido y virtuosismo, al servicio de canciones emocionantes y audaces que jamás me aburren.