La historia de la música popular chilena recuerda que a las 17:45 del día domingo 5 de febrero de 1967, en su carpa de La Reina, la folclorista Violeta Parra acabó con su vida disparándose en la sien derecha con un revólver.
Al día siguiente, cada periódico en su estilo fue narrando lo sucedido y agregando más información en base al reporteo con familiares, vecinos y personas del círculo inmediato de la artista. Matutinos como La Tercera, Clarín, El Siglo, entre otros, pusieron la noticia en su portada, e hicieron cobertura al velorio y el funeral en los días posteriores. Salvo El Mercurio que solo lo llevó en una nota muy breve.
No era la única noticia que ocupaba la atención. Los medios dedicaron varias páginas al torneo hexagonal de verano que reunió en el Estadio Nacional a los equipos grandes del fútbol chileno junto a invitados de otras latitudes, como el Santos de Pelé, o el sorprendente Vasas, de Hungría, con el hábil puntero János Farkas como figura. Además, estaba en pleno desarrollo el Festival de Viña del Mar, que tenía en su cartelera a cantantes como Pedro Messone, el italiano Ennio Sangiusto, y el humor de Jorge Romero "Firulete".
No obstante, la cobertura da cuenta de la relevancia de Violeta Parra en su tiempo, es decir en ningún caso fue una figura que solo creció post mortem. Era alguien conocida, había trabajado en la radio en la década anterior, y su trabajo de recopilación e investigación tuvo herederos en otras artistas como Gabriela Pizarro. De alguna manera, su deceso comenzó a revelar el peso de su obra.
“Cuando se muere la carne, el alma se queda oscura”
"Un balazo en la sien derecha apagó ayer para siempre la voz y el arte imperecederos de Violeta Parra, la menuda artista de Chile que hace algunos meses asombró a los habitantes de París con sus canciones vernaculares, propias de esa tierra para muchos ellos desconocida, que queda al fin del mundo", con estas palabras, La Tercera abrió su nota en las primeras páginas, en que desarrolló la noticia.
"Violeta Parra, de 49 años, se disparó un balazo de revólver en su carpa a las 17:40 horas situada en Avenida La Cañada esquina de Toro Zambrano, en la comuna de La Reina.
"La noticia de su muerte corrió como reguero de pólvora, primero por la comuna que la había acogido como hija dillecta y después por todo el país".
"Un pariente suyo llamó a Carabineros comunicando la infausta nueva y se creyó en un comienzo en una broma de mal gusto; pero efectivamente la folclorista había dejado de existir."
En la página cinco, El Siglo, el diario del PC -partido con el que Violeta tuvo afinidad en vida y para el que solía cantar en algunos de sus actos- detalló que hacia las 18.00 se congregó gente en el lugar. Incluso se consignan algunas “cuñas” de gente que la trataba a menudo, como Raúl Quevedo, quien es presentado como el cuidador de la carpa. El hombre estaba desolado. “Yo no soy nadie. Señor, ella era como de nuestra misma sangre…una mujer tan buena… no sé por qué lo hizo”.
La crónica de La Tercera también tomó el pulso del lugar: "Todo el vecindario de La Reina se conmovió ante el trágico suceso porque ya se le estimaba como hija de esa comuna de características campesinas, en muchos sectores. Allí Violeta se encontraba muy a gusto y se daba tiempo para dedicarse a otras actividades como la cerámica y el tejido en telares. Un vecino señaló que podía ser una homenaje adecuado a la valiosa cultura de motivos autóctonos bautizar a una de las calles con su nombre".
Además, el mismo matutino daba cuenta que la autora de "Volver a los 17" ya había realizado otras dos tentativas de quitarse la vida. "En una recurrió a barbitúricos y en otra se cortó las venas. Salvada penosamente, dijo después que había sido el resultado de accidentes; empero, insistía en su propósito de eliminarse".
Clarín también hizo mención de dos intentos de suicidio frustrados. “Violeta Parra estaba ‘enferma de tristeza’ desde hace tiempo. Un año atrás, en la misma carpa, intentó quitarse la vida con barbitúricos. Y el miércoles de la semana pasada, familiares le arrebataron una ‘Gillette’ con la que iba a cortarse las venas”.
Según consigna Víctor Herrero en la biografía Después de vivir un siglo (Lumen, 2017), la artista tomaba los medicamentos debido a un tratamiento médico que seguía debido al estrés emocional y laboral que la afectaba por entonces.
La Tercera dio cuenta de cómo fue hallada la folclorista. "El cadáver de la artista, fundadora de un núcleo que ha alcanzado nombradía internacional, fue descubierto por su compañero, el cantante uruguayo Alberto Jiménez Andrade [más conocido como Alberto Zapicán, quien acompañó a la artista poco más de un año e incluso participó en su último disco] y su pequeña hija de 12 años, Carmen Luisa. Exactamente a las 17:40 horas Violeta del Carmen Parra cumplió una promesa hecha meses atrás: 'Cualquier día moriré por mi propia mano', había dicho".
Mientras los curiosos se agolpaban, llegó al lugar parte de la parentela. Según La Tercera "el único de los diez hermanos de Violeta que llegó al escenario de su trágico fin fue Eduardo Parra Sandoval, quien señaló las varias oportunidades que la morena cantante intentó suicidarse".
Pero al parecer el "Tío Lalo" no fue el único. El Siglo informó que también se hizo presente la media hermana, Marta, hija del primer matrimonio de la madre, doña Clarisa Sandoval. Precisamente, se aseguró que en esas primeras horas la matriarca desconocía lo sucedido. Según el matutino ella estaba acompañada por Nicanor, el antipoeta, en la llamada "casa de palos" de calle Segovia -comuna de La Reina-, que la folclorista levantó a mediados de los cincuenta con ayuda de sus hermanos.
"La madre, Clara Sandoval, que tiene 79 años y sufre del corazón no sabía de la noticia de la tragedia. Rosita, la esposa de Nicanor, nos cuenta que el mismo sábado había estado en la casa del poeta, cantando las canciones de su último disco que se llama como extraño augurio Últimas canciones(sic). Estaba muy contenta. Se acordó de cómo había empezado a cantar cuando era niña, en Barrancas. Después cantó en la peña de Carmen", relata el periódico mencionado, pese a escribir mal el nombre del LP que en rigor se llamó Las últimas composiciones.
El diario del partido de Neruda agregó que a los hijos, Ángel e Isabel, la noticia los sorprendió fuera de Santiago (Isla Negra y Horcones, respectivamente). Por ello se sumaron al velorio al día siguiente.
No solo llegó la familia. Como en todo hecho de sangre, la policía se apersonó en el lugar. "Poco después de las 18 horas, se trasladó al escenario del trágico fin de la folclorista un grupo de la Brigada de Homicidios de Investigaciones dirigido por el inspector Rubén Araya. Los policías establecieron la existencia de suicidio y más tarde comunicaron el hecho al magistrado del Séptimo Juzgado del Crimen, Raúl Guevara, quien se trasladó a la carpa. El cadáver se encontraba tendido sobre una cama y muy cerca de la mano derecha estaba el revólver que había adquirido hace algunas semanas. A escasa distancia estaba su compañera de toda la vida, una guitarra que la artista cuidaba como una hija más".
¿Qué había hecho Violeta horas antes de quitarse la vida? La Tercera aventuró una respuesta: "Un informante de la familia dijo que había pasado gran parte de la tarde escuchando discos de su hijo, Ángel, cantante y compositor como su progenitora".
Luego, el mismo diario incluyó una pequeña reseña biográfica de la cantante.
"La pequeña gran artista, dueña de una gracia muy criolla y de una voz muy personal, de variaciones quejumbrosas y alegres triunfó ampliamente por el extranjero. Hace algunos años llevó su arte de investigadora de las artes nativas al Museo del Louvre de París y actuó con reconocido suceso en un café parisino, interpretando canciones ancestrales, producto de su permanente exploración entre la gente del pueblo, de distintas zonas de su amado Chile".
"De regreso al país, luchó a brazo partido por mantener la esencia del folclore, como ella lo entendía y últimamente había logrado levantar una carpa en la comuna de La Reina e instaló asimismo una peña folclórica en la capital".
"La regidora de la Municipalidad de La Reina, Albina Villalta de Toloza, dijo ayer que esa corporación edilicia le había otorgado toda clase de facilidades para la expansión de sus inquietudes".
"Armando Ramírez, presidente de la Junta de Vecinos, señaló que la artista estaba remozando su carpa, construída en un aledaño de piedras originales y que proyectaba darle nuevo vuelo a su negocio".
La primera ofrenda floral, según El Siglo, corrió por parte de una de sus discípulas: Gabriela Pizarro, quien por entonces las oficiaba de directora del conjunto Millaray, llegó horas después a la carpa procedente de Lautaro. "Entregó a Eduardo Parra la primera ofrenda floral: un ramillete de espigas de trigo sureño".
“La explicación de su muerte, prisionera en una tumba”
Por supuesto, desde el primer momento comenzaron las conjeturas sobre lo sucedido. La Tercera señaló: "Su hermano, Eduardo Parra, dijo que Violeta sufría hace tiempo una aguda depresión nerviosa a causa de su intensa actividad; empero últimamente había dado forma a una larga aspiración: proporcionar un techo seguro a su anciana madre y componer dos canciones del arte vernacular araucano, con las que pensaba ganar de nuevo la actualidad noticiosa musical".
Pero la depresión nerviosa no era lo única explicación que se exploraba. La Tercera agregó: "Se dijo que algunos apuros económicos habían abatido el carácter de la emprendedora artista, sin embargo, se sabe que en compañía de Alberto Jiménez, proyectaba para dentro de breve una gira al extranjero, empezando por Buenos Aires para continuar a Europa, donde además de exhibiciones artísticas vendería choapinos de su propia creación".
Por su lado, Clarín también especuló otras posibilidades, basados en algunos datos previos más que en certezas. “Los que estaban más cerca de ella refieren que Violeta Parra como toda artista no podía resignarse al paso de los años. Ella en sus canciones había cantado a lo humano y lo divino. Y en lo humano el amor estaba siempre presente. La ruda realidad le revelaba constantemente que el amor que ella cantase no podía tomar fuerza sino en su voz y en su guitarra. Y en las últimas semanas comprobó que el guitarrista Alberto Jiménez sentía por ella admiración, afecto, pero no el amor que ella anhelaba encontrar”.
“Volver a ser de repente tan frágil como un segundo”
El lunes 6 de febrero de 1967 se realizó el velorio de la autora de "Gracias a la vida". El lugar no fue otro que su carpa de La Reina, y por supuesto, tuvo carácter multitudinario. Así lo informó La Tercera: "Una fila intermitente de gente humilde que mezclaba sus delantales con el vestido de seda fina de una mujer pudiente, resumía la trascendencia que Violeta Parra tenía para todos los chilenos. La carpa estaba como preparada para una gran función, las sillas llenas de gente que miraba y sollozaba, de niños que también miraban y no comprendían la pena de sus padres, ante ese ataúd con una mujer desconocida. Sobre las paredes de madera, los rostros redondos de los personajes de sus cuadros, que con su simpleza asombraron a París".
"En un rincón, entre un montón de sillas, un arpa. En el escenario, entre coronas, un yugo. Desde la madrugada comenzó a desfilar la gente. Antes de irse al trabajo, los vecinos. Cerca del mediodía la gente que la admiró y que muchas veces escuchó sus canciones mientras se comía una empanada y empinaba un vaso de vino, bajo esa misma carpa, que fue residencia de la folclorista en los últimos años de su vida y que le recibía ahora, en la muerte. En la tarde los artistas, amigos de ella o de sus hijos, que con la cabeza gacha reciben las condolencias".
Pero entre empanadas y vasos de vino, no solo llegaron artistas y gente del pueblo al velorio. Cerca del mediodía arribó el alcalde de La Reina, Fernando Castillo Velasco. Su objetivo era presentar las condolencias a nombre de la Municipalidad.
Respecto de los hermanos de Violeta, La Tercera informó: "Ocho de los nueve hermanos de Violeta Parra estaban presentes en la capilla ardiente. Solo Lautaro no ha llegado, nadie sabe nada de él y no han podido comunicarle la noticia".
Además, el matutino logró charlar con Ángel, hijo de la cantante. Portando unos lentes oscuros y "arrastrando las palabras mientras conversa", el autor de "El pelusa", soltó unos suspiros y luego señaló: "Me dejó algunas cartas, aún no las he abierto. Creo que ésta será la sede de la Casa de Cultura de La Reina. Ella trabajó en esto entregándole todo. Muchas veces ví poniendo cada una de las piedras que adornan el escenario. Con sus manos preparó la mezcla para hacerlo todo. Este es nuestro barrio, vivimos 15 años aquí cerca, en una callampa".
El hombre al cual Álvaro Henríquez llamaría posteriormente "Paparra", luego de tomar un respiro, agregó un comentario crítico: "Es la historia de siempre. Ahora que mi madre está muerta todos le reconocen su valor. Todos ofrecen ahora su ayuda".
También habló con La Tercera Tito Lederman, vicepresidente de la Corporación de Autores de Chile, quien llegó al velorio para presentar sus condolencias a nombre de la organización. "Continuaremos la labor que ella empezó. Respetamos y admiramos su última determinación. Ella indicó una ruta, señaló un camino a punta de esfuerzo. Nuestra lucha es ahora seguir esa ruta, buscar la independencia del compositor chileno. La posibilidad que nosotros podamos administrarnos solos, como ella la hizo", señaló.
Por su lado, en El Siglo se citaron algunas "cuñas" de asistentes tomadas en el reporteo. "'Cómo quería yo 'La jardinera', y todas sus composiciones'. 'Tengo casi todos los discos de ella'. 'Cómo me gustan sus canciones'. Todos están acordes (sic) con que fue –con cuánto dolor usamos esa palabra- la mujer que más alto dejó el nombre de Chile. Un joven de unos 25 años nos decía: 'dos poetas mujeres ha tenido Chile y por ellas ha sido conocido: Gabriela Mistral y Violeta Parra'. Las dos se nos han ido. Ambas sorpresivamente".
Otro asistente al velorio, Armando Ramírez, presidente de la junta de vecinos, habló con Clarín y recordó cómo eran las jornadas en la famosa carpa: "Ella era el alma espiritual de la comuna. Los viernes y sábado las calles vecinas se repletaban de autos que venían de todas partes. Antes que comenzase la función, Violeta parecía una dueña de casa que fuera a recibir invitados a comer. Estaba en la cocina preparando empanaditas, anticuchos y distribuyendo el vino".
“Ya se va para los cielos, este divino angelito”
Martes, 7 de febrero de 1967. 11 de la mañana. El sol de verano aparece tras los cerros y no da tregua a quienes emprenden el camino hacia la residencia final de Violeta Parra, el Cementerio General. La Tercera lo contó así: "A las 11 horas, anunciadas previamente, el ataúd abandonó la carpa de La Reina. Artistas que en ese mismo sitio acompañaron a Violeta Parra en sus presentaciones cargaron sobre sus hombros la caja metálica, llevándola al autocarroza que la transportaría hasta las puertas de Cementerio. Todos los vecinos se habían reunido para despedir el cortejo, que lentamente se alejó de aquel hogar que fuera escenario de sus presentaciones en vida y que también sirviera de tétrico local para consolidar su última y definitiva resolución. Morir".
"Al pasar frente a la Pérgola de las Flores, ubicada al lado norte del Mapocho, millares de pétalos cubrieron el carro fúnebre. A lo largo de la Avenida La Paz se habían reunido la mayoría para rendir su homenaje a la folclorista que interpretó al pueblo; el resto, para conocer de cerca a los hijos de la artista, que con sus triunfos habían ampliado en parte la fama de su madre".
La multitud congregada en Avenida La Paz no solo acompañó con la vista a la procesión. Según informó La Tercera, hubo rezos. "Un Padre Nuestro se alzó como un murmullo implorativo saliendo de las bocas de la mayoría de las dos mil personas que acompañaron el cortejo fúnebre durante su lento recorrido por la Avenida La Paz".
"La larga fila de vehículos llegó al puente del Mapocho alrededor de las 11:30 horas. Desde ahí el cortejo continuó su recorrido hasta las puertas del Cementerio, a pie. Arribó allí media hora más tarde. La vereda y gran parte de la calzada resbalaba de público. Carabineros hacía esfuerzos por contenerlo, sin embargo todos querían estar cerca del ataúd cuando este entrara al camposanto".
Luego, una multitud acompañó al féretro. "Una clarinada larga y triste llamando al silencio, acalló los sollozos de los familiares de Violeta Parra y aumentó la consternación en los rostros serios de sus amigos y admiradores. El ataúd con los restos de la extraordinaria folclorista se perdió lentamente, tragado por la boca negra de un nicho en la Galeria 31 del Cementerio General".
"En el interior del Cementerio la labor de Carabineros debió multiplicarse. La poca cantidad de uniformados hacía infructuosos los esfuerzos para contener a la gente que quería ver de cerca de los hermanos Parra. Los hijos de la folclorista muerta. Por momentos el espectáculo resultaba grotesco. Incluso pareció que no faltaría la calcetinera que aprovechara la oportunidad para pedir un autógrafo de los artistas que se habían reunido para llorar a la sempiterna Violeta Parra".
"La caminata fue larga y difícil. La gente pisaba una cruz de piedra recordatoria de un muerto y saltaba sobre los techos de los mausoleos, en una carrera loca por verlo todo para no perderse una actitud de dolor de los familiares ni el llanto de los muchachos. Con el pelo sobre los ojos, ocultos tras unos gruesos lentes ahumados, Ángel trataba de alejar a la gente que sin comprender su dolor se le iba encima y trataba de mirarlo como a un animal extraño".
"El calor, la tierra, la gente, el ataúd, las calcetineras, todo formaba un conjunto increíble; los sollozos y un desmayo hacían el resto. Todo era como un funeral de esos que la misma Violeta Parra pintó en sus cuadros donde un chuico de vino se mezclaba con las lágrimas de los familiares, y donde un perro se cruzaba moviendo la cola ante el dolor de los deudos.
La clarinada fue como un telón que quedó en los oídos de todos. Como una llamada a la reverencia final ante el dolor. Como la música de fondo del último acto de una gran representación dramática".
Por su parte, el diario Clarín agregó: “En la plazoleta del cementerio una banda de músicos abordó la cabeza del desfile y dirigió la fúnebre columna por los patios interiores del camposanto hasta la tumba señalada para recibir los restos de la artista desaparecida. En el acto fúnebre no se pronunciaron discursos por disposición de la familia y petición expresa manifestada en diversas oportunidades por la folclorista. Un sacerdote rezó los últimos responsos antes que la urna ingresara al desconocido territorio del descanso eterno”.