#Setlock: yo encontré a Sherlock Holmes
Es el arma secreta de los seguidores de Sherlock. Este hashtag es usado por los fieles -y quizás un poco perturbados- fanáticos para avisar por Twitter dónde están grabando la serie inspirada en los escritos de Sir Arthur Conan Doyle.
Una locura, así definiría la aventura que emprendí en Londres cuando supe que la cuarta temporada de Sherlock sería grabada durante mi estadía en la ciudad.
Hace años veía con envidia -no sana- los tuits de aquellos afortunados que, paseando por la capital inglesa, pudieron ser testigos del rodaje de la serie de la BBC.
La primera temporada de la ficción basada en las novelas Sherlock Holmes fue grabada sin la preocupación de que un grupo de fanáticos arruinara las escenas. Era un show nuevo y sus protagonistas, Benedict Cumberbatch y Martin Freeman, aún no eran tan conocidos.
La producción no llamó la atención de los londinenses acostumbrados a que su ciudad sea el ambiente elegido para series y películas.
Desde la segunda temporada, una nueva dificultad se sumó a las preocupaciones de los creadores y el equipo de producción.
En Twitter, los usuarios revolucionados con la ficción creada por Mark Gatiss y Steven Moffat, comenzaron a reunirse como viejos conocidos en torno a una herramienta nacida de la era digital: un hashtag.
#Setlock
Esta simple palabra es utilizada por los fanáticos sedientos por pistas de los próximos episodios. Es con este hashtag que los usuarios anuncian cualquier avistamiento que indique filmaciones en Londres o Cardiff, con la intención de correr al lugar y ser testigo de qué ocurrirá en la serie.
Dos años es una larga y poco habitual espera, y si ya se demostró fanatismo por un sociópata altamente funcional, no es de extrañar que uno mismo se convierta en un seguidor que se las da de detective como si nada más importara. Al menos a mí me pasó.
Abril de 2016 tenía abiertas sus puertas a una primavera que se negaba a llegar. El frío viento se tomaba las tardes, obligando a recurrir a un grueso abrigo con una bufanda. En Twitter y la prensa corrían fuertes rumores que anunciaban que Sherlock comenzaría su rodaje el cuarto mes del año. La primera señal para sumergirme en redes sociales hasta encontrar información útil.
La primera semana fue infructuosa
Abundaron las teorías y las mismas interrogantes que yo misma me planteaba, pero de filmaciones en Londres, nada. No voy a ocultar que fueron varios los días en que consultaba Internet con la esperanza de ver en persona a mi personaje favorito. Pasaban los días, el mes estaba por terminar, y la idea de abortar misión era cada vez más cercana.
El 27 de abril salí de clases y fui a mi residencia. Mientras comía navegaba por twitter buscando ya nada en concreto, hasta que un tuit, citando otro tuit, usó el hashtag clave: "La vista de hoy desde las Torres Charity. Aparentemente están grabando Sherlock con Benedict Cumberbatch", escribió una usuaria con fotografías del lugar. "¿Terminó?", pregunté. "No, aún están grabando", respondió.
Googleé rápidamente el lugar y acto seguido salí de la residencia camino a la estación de metro más cercana, casualmente (?) era Baker Street.
Ni cuando fui atrasada a dar algún examen sentí que el metro iba tan lento. Mi destino era la estación Vauxhall, específicamente el puente homónimo, justo al lado del edificio del MI6.
Cuando el trayecto que implicaba solo 6 estaciones y caminar unas cinco cuadras terminó, me vi en medio del puente Vauxhall solo con autos y la vista al Támesis. Era un día normal y de Sherlock nada.
Miré hacia el MI6, y noté mucho movimiento. Varias personas con chalecos reflectantes y vehículos que lucían como las típicas van que se usan para trasladar equipos de grabación. La misión aún se podía cumplir.
Para mi sorpresa, nadie me detuvo. El lugar exacto no era el MI6, sino la ribera del río, por lo que pude ingresar sin problemas. Un miembro de la producción indicó que podía quedarme, pero en silencio y sin traspasar el lugar destinado a los escasos fanáticos que se la dan de ávidos investigadores.
No había paparazzis, solo adolescentes y veinteañeros que querían registrar el momento para ellos y sus contactos de redes sociales. El objetivo no es vender la primicia a los medios.
Los miembros de la producción saludaban con amabilidad a quienes invadíamos su lugar de trabajo. Y entre nosotros, conversábamos como si nos conociéramos de toda la vida. Cómo fue nuestra travesía, qué esperábamos que ocurriera en el siguiente episodio y la importancia de seguir en contacto para comentar la serie.
De un momento a otro, los chalecos reflectantes se disiparon y dejaron ver a unos 10 metros de distancia, a Benedict Cumberbatch en el clásico abrigo negro que usa para caracterizar al detective.
Lo celulares se elevaron y solo se oía un murmullo de risas nerviosas y más de un suspiro. Estábamos ante el ídolo que desde el año 2010 se toma la pantalla de BBC One, solo tres días al año, cada dos años.
Totalmente enfocado en hacer su escena, Cumberbatch no prestó atención a las personas que buscaban un saludo, un autógrafo o uno de los tantos fenómenos de la era digital: una selfie. Pero después del arduo (?) trabajo que implicó llegar, no nos rendiríamos tras solo 10 minutos de espera.
Pasó más de una hora. Notamos que Cumberbatch descansaba y los demás guardaban cámaras, cañas, micrófonos y demás equipos de grabación. Todo indicaba que la jornada de rodaje llegaba a su fin.
Para nuestra suerte, nos ubicaron justo en el lugar por donde pasaría el actor para subir a su auto y verlo probablemente nunca más en la vida. En menos de 10 minutos, dejaron el lugar como si nunca hubiesen filmado una escena, y quien prestó su voz al dragón Smaug en la trilogía de El Hobbit, emprendía su camino.
Solo agregó unos lentes de sol al atuendo de Sherlock. Como un extraño acontecimiento para Londres, el sol brillaba sobre el Támesis y el viento helado que nos recibió hizo su despedida sin esperar el final de aquella escena.
Cumberbatch caminó a paso rápido con la vista al frente. Las caras de desilusión abundaban al ver que no desaceleraba su andar y que las opciones de una fotografía o dedicatoria se esfumaban.
Antes de subir a su auto, el actor dirigió una última mirada, saludó con la mano y sonrió diciendo un simple: “Thank you”. Solo eso bastaba.
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