La reacción fue tan veloz como desproporcionada. La carta publicada por revista Harper’s, y firmada por más de 150 artistas y escritores, condenaba las actitudes de intolerancia entre los sectores progresistas de Estados Unidos y hacía una defensa de la libertad de expresión. Pero en lugar de estimular el diálogo, atizó la indignación en redes sociales. “La naturaleza y la magnitud de la reacción refuerzan el mensaje de la Carta”, comentaría Noam Chomsky, uno de los autores que la suscribió.
Firmada por personalidades tan diversas como Margaret Atwood, Francis Fukuyama y Gloria Steinem, la carta encontró adhesiones entre escritores, académicos y científicos españoles. Desde Mario Vargas Llosa a Fernando Savater, y de Milena Busquets a María Blanco, un centenar de autores adhirió a un manifiesto difundido este lunes contra las actitudes censoras e intolerantes ante la libertad de expresión.
“Queremos dejar claro que nos sumamos a los movimientos que luchan no solo en Estados Unidos sino globalmente contra lacras de la sociedad como son el sexismo, el racismo o el menosprecio al inmigrante, pero manifestamos asimismo nuestra preocupación por el uso perverso de causas justas para estigmatizar a personas que no son sexistas o xenófobas o, más en general, para introducir la censura, la cancelación y el rechazo del pensamiento libre, independiente, y ajeno a una corrección política intransigente”, dice el texto.
Los autores, entre ellos periodistas como Juan Luis Cebrián y académicos como Jaume Casals (rector de la Universidad Pompeu Fabra), advierten “la irrupción de unas corrientes ideológicas, supuestamente progresistas, que se caracterizan por una radicalidad, y que apela a tales causas para justificar actitudes y comportamientos que consideramos inaceptables”.
La carta publicada en Harper’s se hacía eco de un ambiente de represalias a profesores y editores despedidos por publicar artículos controvertidos o por citar libros que recogen opiniones políticamente incorrectas. Los autores españoles lamentan el castigo a los intelectuales que “han criticado los abusos oportunistas del #MeToo o del antiesclavismo new age”, y dicen que este tipo de represalias también se presentan en España “mediante maniobras discretas o ruidosas de ostracismo y olvido contra pensadores libres tildados injustamente de machistas o racistas y maltratados en los medios, cuando no linchados en las redes”.
El manifiesto advierte que este nuevo radicalismo “tiene un fundamento antidemocrático” y señala que “la intransigencia y el dogmatismo que se han ido abriendo paso entre cierta izquierda” tendrán un efecto adverso: provocarán un reforzamiento de “las posiciones políticas conservadoras y nacionalpopulistas”. La carta concluye, como la de Harper’s, que la mejor forma de combatir las malas ideas es “mediante el debate abierto, la argumentación y la persuasión y no silenciándolas o repudiándolas”.