Espectáculos y pandemia: las voces del sector más golpeado por la cesantía
Arte y entretenimiento son las actividades más afectadas por la caída del empleo en el país. Lo confirman diversos estudios y los trabajadores de una industria que no se reactivará antes de fines de 2021.
Gonzalo Valencia (53) se inició en la producción de eventos en los primeros conciertos metaleros del país, en los años 80. Desde entonces ha trabajado en el Festival de Viña, el Paris Parade, en tres recitales de Iron Maiden y en sus 15 años en Stgo a Mil ha estado a cargo de hitos como las dos visitas de “La pequeña gigante”. En estas tres décadas se transformó en un experto en espectáculos de alta convocatoria. “Una expertise que hoy no sirve absolutamente para nada”, asegura Valencia, quien desde abril está dedicado al reparto a domicilio de frutas y verduras. Sus ingresos, cuenta, bajaron en un 80% con respecto a un año normal.
Gonzalo es uno de los miles de trabajadores afectados por la falta de empleo en el mundo de los espectáculos en Chile. Un sector amplio, diverso, de alta informalidad laboral y el más golpeado por la cesantía según la última Encuesta Nacional de Empleo elaborada por el INE, que da cuenta de un desplome del trabajo en el rubro de un 48,9% en el segundo trimestre de 2020, tres veces mayor que el promedio nacional en ese periodo.
Pero para quienes integran el ecosistema del arte y la entretención en Chile las cosas venían mal desde el estallido social de octubre, con la suspensión de obras de teatro, ferias, funciones de cine y conciertos. La pandemia sólo agudizó el problema y desde marzo paralizó casi por completo una actividad económica que, de acuerdo al último sondeo de Empleo Covid 19 del Centro de Encuestas UC -con datos hasta mayo- exhibe la mayor tasa de cesantía en el país, con un 44,5% (ver infografía). Le sigue de lejos Construcción con 26,8% y Alojamiento y comidas con 24,8%.
Con todo, muchos de quienes se desempeñan en el mundo de la cultura y los eventos en vivo consideran que estas cifras son incluso optimistas. “Probablemente hay una subestimación en esos números porque el colapso es total”, asegura Jorge Ramírez, presidente de la Asociación Gremial de Empresas Productoras de Entretenimiento y Cultura (Agepec). Dentro del gremio hay consenso en que el protocolo de reapertura gradual para salas de eventos, anunciado la semana pasada por el gobierno, es insuficiente y no da para pensar en una reactivación real en el mediano plazo. Por otro lado, los espectáculos vía streaming con los que ha subsistido el sector en estos cinco meses “son sólo un bálsamo que no resuelve el problema de cesantía en las industrias creativas”, dice Ramírez, las que según sus cálculos generan 800 mil puestos de trabajo en el país.
La situación es especialmente compleja para sonidistas, iluminadores y todos aquellos técnicos que cobran por evento realizado. “Casi todos nuestros asociados están afectados porque trabajamos a honorarios, no tenemos trabajos formales. Y los que estaban contratados, las empresas proveedoras se acogieron a la Ley de Protección al Empleo”, explica Carlos Huckstadt, presidente de la Asociación Gremial de Trabajadores de las Artes y Espectáculos (AGTAE).
La agrupación, creada hace un año, ha destinado estos meses a organizar campañas de donaciones y entregar cajas de alimentos a los miembros de la entidad, donde la cesantía es cercana al 90% o 95%. “Varios están en emprendimientos de venta de comida porque no hay una preocupación del estado hacia nosotros”, dice Huckstadt. “Después de la suspensión de Lollapalooza no hubo más trabajo para ninguno y lo más preocupante es que según todos los análisis vamos a volver, probablemente, a fines de 2021”, agrega.
Vulnerabilidad y desamparo
Como prevencionista de riesgos, Víctor Chávez (45) ha prestado servicios a diversos eventos durante los últimos 20 años, desde ferias gastronómicas al festival Lollapalooza. El estallido social y la suspensión de la COP25 -donde alcanzó a trabajar e invertir- lo dejaron en mal pie para afrontar un 2020 en el que sus ingresos “cayeron a cero”, cuenta. Hace poco empezó a importar mascarillas, lo que le permite pagar cuentas y vivir al mes. “Somos un rubro muy complejo y muy voluble, por la cantidad de personal free lance que existe. Son muy pocas las empresas que tienen personal fijo. Tengo compañeros que no reciben ingresos desde febrero”, asegura.
Es la situación que vive Caro Pérez (28), sonidista de Denise Rosenthal, cuyo último trabajo formal fue en el show de la artista en el pasado Festival de Viña. Desde entonces, más allá de eventos virtuales esporádicos, está desempleada y se vio forzada a dejar de pagar arriendo y vivir de allegada donde una amiga. “Voy en una curva hacia abajo, los ahorros son lo que me han permitido vivir hasta ahora. De esto saldré en cero o en negativo y esa es la realidad de todo el gremio”, comenta.
Pérez es parte de ROMMDA, red que agrupa a diversas organizaciones de mujeres y disidencias que trabajan en la música chilena, como Stage Ninjas y Tramus. Según una encuesta de esta última agrupación la expectativa de sueldo promedio de sus integrantes bajó de $721.186 a $282.233 con la pandemia. Además, un 53% declaró tener personas exclusivamente a su cargo económicamente, y un 44% tiene a su cuidado personas de alto riesgo. “Aquí se ven otras vulnerabilidades porque sobre las mujeres suele caer más carga. Hay madres solteras que no tienen red de apoyo y que están cesantes”, ejemplifica María Paz Videla, vocera de Tramus, que entre otras acciones busca fórmulas que permitan que el Ministerio de las Culturas - que hasta ahora solo ha anunciado fondos concursables para paliar la crisis- tenga facultades para inyectar recursos directos al sector.
“En los últimos años el gremio empezó a crecer en infraestructura pero los cimientos estaban muy débiles y nuestras condiciones laborales siguieron igual”, dice Pérez. “Si los rostros y artistas se sienten desprotegidos, imagínate los que trabajamos para ellos”.
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