En cualquier año relativamente convencional, Tenet hubiera sido un acontecimiento cinematográfico. En la temporada de la pandemia y una industria de exhibición en el suelo, su lanzamiento tiene dimensiones casi milagrosas.
A días del arribo de las primeras películas con cierta normalidad en los últimos meses (la épica The eight hundred en China, Unhinged con Russell Crowe en EE.UU.), el filme de Christopher Nolan se convertirá en la primera superproducción hollywoodense en estrenarse desde marzo, cuando este miércoles llegue a la cartelera en Europa y parte de Asia, y días después sea el turno de las salas estadounidenses, bajo los protocolos a los que los complejos se han debido acostumbrar: butacas vacías, uso obligatorio de mascarilla y menos funciones diarias.
Pero además de la contingencia su debut alcanza ribetes excepcionales por cómo la definió el propio cineasta de El origen y Memento: luego de más de dos décadas de carrera, y de transformarse en una suerte de autor de las superproducciones con sustancia desde su trilogía de Batman, esta es su película más ambiciosa. Y a juzgar por la respuesta inicial, es una de las que ha dividido más a la crítica, que no coincide en si es una nueva genialidad con su firma o un frustrante y excesivo ejercicio.
En un inicio Tenet se presenta como una historia sobre impedir el apocalipsis del mundo, bajo amenaza por el acceso a armamento nuclear que tiene un millonario ruso, Andrei Sator (Kenneth Branagh). Quien debe amagar sus planes es un hombre –llamado simplemente The Protagonist (John David Washington, de El infiltrado del KKKlan)– reclutado por una organización secreta, que en el camino se alía con un socio (Robert Pattinson) e implica en la aventura a la expareja de Sator (Elizabeth Debicki, la nueva Diana de Gales de The Crown).
De ahí la trama se mueve hacia adelante y hacia atrás a su antojo –jugando con el tiempo como el director viene haciendo desde sus inicios hasta Dunkerque–, con resultados que generan dispares visiones. “A pesar de todos los ingeniosos fragmentos de la cronología inversa, hay poco que permanezca en la imaginación”, reseñó The Guardian en la crítica menos favorable de las dos que ha realizado.
“Una narrativa diabólicamente brillante pero confusa que prácticamente exige una o dos repeticiones para apreciar completamente el panorama general”, señaló el portal Total Film en una de los textos más elogiosos que se han publicado como parte de una recepción que oscila entre positiva y mixta.
Pero incluso en sus secuencias de acción, a todas luces su mayor fortaleza, hay miradas que chocan. BBC planteó: “Han dedicado tanto de Tenet a secuencias parecidas a Bond que las secuencias de ciencia ficción posteriores son frustrantemente apresuradas, poco desarrolladas y casi imposibles de entender”.
“En su mayor parte, no hay histeria de Hollywood; es grande, a menudo muy grande, pero no grandilocuente”, definió Empire, que añadió: “Sin duda, todo tiene sentido en el disco duro de Nolan, pero es difícil involucrarse emocionalmente con todo”.
¿Con esto Nolan vendría siendo un prodigio del cine o un director con signos de agotamiento? Aunque las críticas tienden a ser más entusiastas que negativas, medios como IndieWire sostienen que “se ha convertido en un niño muy esforzado, poco generoso y un poco aburrido”.
El Mundo describió: “Digamos, por resumirlo mucho, que Nolan lo ha vuelto a hacer. Ni la confusión ni el exceso inútil de explicaciones de cada personaje (…) son impedimentos suficientes para sofocar el milagro de una acción que se hace y deshace en el corazón mismo de la pantalla grande”.
Al final, Tenet parece ser tan poco nítida como el año que acoge su lanzamiento, una temporada confusa y salpicada de contratiempos que ni siquiera permiten asegurar cuándo ni cómo se vaya exhibir en salas chilenas o de Latinoamérica.