Pablo Larraín: “Dijeron que estaba vendiendo la historia chilena y obteniendo ganancias de su doloroso pasado”
El cineasta chileno, elogiado internacionalmente por su trabajo en las cintas No (2012) y Jackie (2016) —ambas nominadas a los Oscar—, trabaja en una película biográfica sobre Diana Spencer y una miniserie basada en una novela de Stephen King. Sin embargo, según explicó en una reciente entrevista, las obras que le valieron reconocimiento se alimentaron de la violencia de la dictadura, algo que para sus críticos es un "insulto" considerando que proviene de la familia Larraín Matte. Estas son sus definiciones.
“¿El comunista?”, dice un ejecutivo de la bebida Free, gaseosa cuya publicidad es trabajada por la agencia liderada por Luis Guzmán (Alfredo Castro) y René Saavedra (Gael García Bernal); refiriéndose a José Tomás Urrutia (Luis Gnecco).
Saavedra abandona rápidamente la reunión con Free para conversar con Urrutia. Sabe que lo busca para trabajar en la Franja del No. “Todo el mundo sabe que estás en la franja del No y que me estás buscando a mí para que te arme la campaña. ¿Para qué insisten si esa campaña está completamente arreglada?”, le argumenta Saavedra. “Debido a las presiones internacionales, Pinochet ha tenido que aceptar la campaña opositora, es LA oportunidad que tenemos de derrocar a la dictadura”, le responde Urrutia.
Son las primera líneas de No, la cinta que Pablo Larraín estrenó en 2012 y que fue postulada a los Oscar en la categoría Mejor Película Extranjera. No se llevó la estatuilla. La austríaca Amour fue la elegida por la Academia, pero el nombre de Larraín ya sonaba fuerte en la industria cinematográfica internacional.
Sin embargo, aquella nominación chilena no fue aplaudida por todos, es más, dio otro argumento a quienes consideran que Pablo Larraín tiene un origen que le impide contar historias ambientadas en dictadura y que se enfocan en el dolor y sufrimiento de personas torturadas, asesinadas y desaparecidas.
En su familia, sus cintas Post Mortem, Tony Manero y No, también provocaron indignación, pero los motivos eran diferentes: la identidad del director y el contenido de sus películas. Los padres de Larraín fueron partidarios de la dictadura y, aunque el propio Larraín se opuso a la política de su familia, muchos en la izquierda sintieron que estaba construyendo su carrera con historias que no eran suyas para contar: “Dijeron que estaba vendiendo historia chilena y obteniendo ganancias de nuestro doloroso pasado”.
“Solo trato de ser neutral y desaparecer”, dijo Pablo Larraín en conversación con The Economist, cuando descansaba en el Hotel Excelsior en el Lido, sede del Festival de Cine de Venecia.
Larraín presentaba Ema, su octava cinta -protagonizada por Mariana Di Girolamo y Gael García Bernal-, en la que una pareja de jóvenes bailarines decide devolver al niño que adoptaron. La crisis matrimonial que atraviesan tras el proceso, la búsqueda de identidad de Ema, y la rebelión contra lo considerado tradicional, es reflejado en la película que sucedió a Jackie.
Si bien la nominación al Oscar por Jackie y los numerosos guiones que diversos escritores extranjeros le hicieron llegar, le permitían radicarse en un país diferente a Chile, Larraín decidió que su próxima entrega sería rodada en el patrimonial Valparaíso con la juventud que en octubre de 2019 lideraría las manifestaciones.
El perfil de The Economist, cita a la novelista británica Zadie Smith y un reciente ensayo en el que dice: “El viejo, y nunca especialmente útil, adagio, ’escribe lo que sabes’, se ha transformado en algo más parecido a una amenaza: mantente en tu carril”. Y luego el medio estadounidense asegura: “Pablo Larraín no ha mostrado ninguna intención de atender esa advertencia”.
Pablo Larraín Matte -nacido en 1976 y el segundo de seis hermanos-, creció en una gran casa en un elegante barrio de Santiago y pasaba sus vacaciones en el sur de Chile. Es hijo de Hernán Larraín, miembro de un partido político creado para defender el legado de Pinochet y actual Ministro de Justicia de Sebastián Piñera. Los Matte, en tanto, son una de las familias empresarias más ricas de Chile. Su madre, Magdalena Matte, es militante UDI y ex Ministra de Vivienda y Urbanismo de Sebastián Piñera en su primer gobierno.
El cineasta asistió al Colegio Apoquindo, exclusivo para “chicos con chofer” -como describió Larraín en algún momento-, entre ellos, dos nietos de Pinochet. Allí se tenía una versión simplista del contexto chileno: “los pobres eran una chusma marxista que, si tuvieran la mínima oportunidad, expropiaría todas las riquezas”.
“Había una gran paranoia de que la gente de clase baja o de izquierda se hiciera cargo”, dijo Larraín, quien incluso recordó que le dijeron -y aceptó en un comienzo- que “el dictador se había visto obligado a tomar el poder sin elecciones porque Chile estaba en crisis”.
Pero Larraín no se sentía cómodo en aquel ambiente que calificó como “demasiado cruel, demasiado duro. Los fuertes tenían una vida mejor. Yo era frágil”. Al tiempo, él y su hermano menor -Juan de Dios, que produce películas con Pablo- fueron trasladados a una escuela más liberal, donde demostraron su interés en las artes.
Si bien era Volver al futuro una de sus favoritas, se dedicó a ver películas de autor del Instituto Goethe. Cine fue la carrera que eligió, pero rechazó las universidades de renombre en las que históricamente estudió su familia. Larraín se inscribió para estudiar Comunicación Audiovisual en la Universidad de las Artes, las Ciencias y la Comunicación de Santiago (UNIACC), lugar en donde dijo que era “todo sobre comerciales y televisión barata”, pero valora la educación política que recibió de las personas que conoció fuera de su entorno habitual.
“Represento ese privilegio, esa clase, esa ideología”, dijo Larraín sobre los partidarios de la dictadura. “Ellos (opositores al régimen) pensaron que alguien de mi formación nunca creería lo que pienso. Pensaron que mis ideas eran falsas o irrelevantes “.
Según relató Larraín, muchos de los estudiantes tenían familiares o conocidos que habían sido torturados y/o asesinados bajo el mandato de Pinochet. Conceptos como la violación a los derechos humanos y diferencia de clases le provocaron un sentimiento de vergüenza. “Cuando te das cuenta de que tus privilegios estaban protegidos por la violencia política, te das cuenta de que provienen de un lugar muy oscuro”, dijo Larraín.
Comenzó a leer todo lo que pudo. Se informaba sobre los crímenes cometidos y enfrentaba a su familia respecto a temas como los centros de tortura, cárceles secretas, fosas comunes, y cuerpos arrojados desde helicópteros hacia el mar.
A los 22 años escapó de su burbuja y se mudó a Barrio Brasil: “Santiago es una ciudad segregada. Pablo cruzó al otro lado”, dijo Blanca Larraín, hermana de Pablo. Si bien manifiesta que piensa diferente a sus padres, se niega a hablar de ellos y dice que tienen una mentalidad abierta en materia de educación: “Pude salir y ver otras cosas gracias a la tolerancia que tenían”.
Hoy en día, sigue almorzando con sus padres los días domingo.
Probablemente No es su cinta más controversial, ya que refleja que el plebiscito no fue el anhelado ideal de quienes votaron contra la permanencia del dictador. Los cimientos de su régimen perduran, a través de su constitución, la privatización y la desigualdad. Además de los procesos judiciales que no condenaron a Pinochet y otros que seguían sus órdenes.
“En mi país, ambos lados, la derecha y la izquierda, llegaron a un pacto de silencio. Esa es probablemente la verdad más decepcionante de todas. La democracia había vuelto, muchas cosas mejoraron. Pero el sistema, el corazón del sistema, todavía está ahí”, dijo Pablo Larraín.
Jackie, Stephen King y Lady Di
Darren Aronofsky, productor de Jackie, contrató a Larraín porque quería una mirada diferente para el imaginario de los Kennedy en Estados Unidos. Si bien Larraín aceptó el trabajo, consideró irónico el razonamiento de Aronofsky.
“Aquí me consideran una persona hispana, latina, por eso represento la diversidad para las personas que me contratan. Aquí no me consideran blanco. Pero en mi país soy la persona más blanca posible”, dijo el cineasta sobre cómo cambia la percepción que él genera según el lugar.
La versión que Larraín dio de una de las primeras damas favoritas de Estados Unidos -en la piel de Natalie Portman-, fue efectivamente diferente. Lloraba, su nariz goteaba, la ducha le lavó restos de sangre, y solo el vodka parecía calmarla. Los días entre el asesinato y el funeral, son narrados con saltos abruptos, lo que, si bien no gustó a algunos inversores del proyectos, Larraín se negó a reeditar.
“Es una película sobre la memoria. Es una película sobre entrar en el laberinto de un corazón roto ... Por eso está en fragmentos”, explicó. A pesar de las críticas, Larraín se sintió a gusto, haciendo lo que le apasiona en un lugar donde poco importa que su padre sea Larraín y su madre Matte.
“Una de las razones por las que me gusta estar aquí, es que estoy aquí solo. Soy libre, estoy solo y lo que realmente importa es mi trabajo. A nadie le importa cómo me llamo. Ni siquiera pueden pronunciarlo muy bien!”, expresó.
Y los proyectos internacionales continúan. Previo a la pandemia, en octubre de 2019, Pablo Larraín trabajaba junto a Julianne Moore en la miniserie Lisey’s Story, basada en la novela homónima de Stephen King, para Apple TV+.
Mientras Julianne Moore sacaba un cuervo muerto de un buzón, le dice: “Hagámoslo de nuevo, un poco más lento esta vez”. Moore había pasado la mayor parte de la mañana caminando hasta el buzón al final del camino y abriéndolo para revelar su espantoso contenido. Larraín se acerca a Moore y le muestra con movimientos de brazos otras opciones de reacciones. Antes le gustaba planificar cada línea y cada gesto, ahora explora alternativas con sus actores y actrices.
“En otras películas que he hecho, eres simplemente un actor y con cada toma reproduces las líneas. Con Pablo tienes la libertad de cambiarlos, de ser creador también”, dijo Alfredo Castro a The Economist, actor que ha trabajado con Larraín en Post Mortem y Tony Manero, entre otras.
Sin embargo, la pandemia de coronavirus obligó a detener el rodaje y Larraín regresó a Santiago indefinidamente. En confinamiento produjo la serie de cortometrajes Homemade para Netflix -incluyendo uno dirigido por él mismo- y está en la etapa de pre-producción de Spencer, una cinta biográfica de Lady Di que tendrá a Kristen Stewart en el rol principal.
Está en un momento de su vida y trayectoria cinematográfica en el que no le importa lo que piensen de él o lo que le digan sobre las historias que puede o no contar en sus filmes. “¿No tengo permitido hablar de esto? ¿En serio? ¿Vas a ser tan fascista que me vas a decir lo que puedo y no puedo decir? ’Vete a la mierda’”, concluye el cineasta.
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