Carlos Cabezas casi no sale de su casa, pero está en todas partes. Está en YouTube con Transmisiva, la miniserie musical que estrenó en julio, donde comparte reflexiones en torno al tumultuoso presente e interpreta canciones desde su casa, algunas inéditas, como la poderosa Pies descalzos. También está en Amazon con la música que hizo para la comentada serie El presidente -que satiriza la caída del exmandamás de la ANFP Sergio Jadue- y en Netflix, con el tema principal que compuso para la película Nadie sabe que estoy aquí, una de las mejores canciones chilenas surgidas en el año de la pandemia y lo más parecido a un primer hit internacional en la carrera del músico, impulsado por el alcance planetario de la popular plataforma de streaming.
“El trabajo artístico, en general, tiene sus beneficios en estos periodos tan distintos, tan intensos”, dice. “Es una sensación que he sentido en muchas personas, independiente de los ámbitos y los oficios: todo el mundo está muy ocupado. Es curioso, porque al final se han abierto otros espacios que antes estaban en puntos ciegos y la gente ahora está muy ocupada haciendo otras cosas”.
Es el caso del líder de Electrodomésticos, quien a sus 65 años sortea la pandemia plagado de proyectos y envuelto en una especie de “frenesí creativo”, como él mismo reconoce. De alguna manera, las nuevas formas que ha impuesto el encierro han validado también ciertos procesos de trabajo que en su caso son habituales y de larga data, anclados en la búsqueda por lo colaborativo, en las posibilidades que brinda la tecnología y en una rutina silenciosa y casi ascética labor en su casa-estudio de Providencia. Aunque por años ha rehuido del mote de “gurú”, Cabezas pareciera haberse adelantado a todos a la hora de llevar su música a las pantallas y a la virtualidad multiplataforma, la fórmula obligada en tiempos donde lo electrónico y lo doméstico gobiernan como nunca antes nuestras vidas.
“La rutina diaria, desde el ermitañismo vital que ha sido la tónica desde hace rato, no ha cambiado mucho. Vivo y trabajo en el mismo lugar. No obstante, el nuevo contexto ha generado nuevas dinámicas de trabajo muy interesantes”, comenta. “Estamos todos gobernados por la certidumbre, por cómo van a pasar las cosas todos los días, y eso te mete en una rutina donde no hay mucho espacio para cosas creativas en general. Pero el salir de una dinámica predecible y de las certezas normales que teníamos hace que instintivamente aparezcan nuevas maneras de hacer las cosas, nuevas expresiones artísticas, asombros varios, procesos creativos improbables. Mucha energía creativa y vitalidad”, explica.
De este proceso de asombro y experimentación ha surgido nueva música para próximos proyectos audiovisuales y numeroso material para un próximo disco de Electrodomésticos que debiera ver la luz en 2021. De allí también nació la idea de Transmisiva, la vuelta de tuerca que Cabezas le dio a la fiebre actual por los conciertos por streaming, cuyo primer episodio comienza con su profunda voz en off invitando a los espectadores a abrazar esta nueva incertidumbre, para luego dar paso a tres canciones en vivo, incluyendo la inédita Pies descalzos, que sintetiza esta idea de desamparo y redención pandémica con la imagen de una humanidad abandonada en la soledad de la gran ciudad.
Junto al realizador nacional Gaspar Antilo, también director de Nadie sabe que estoy aquí, el proyecto surgió inicialmente a partir de un ofrecimiento del Museo de la Memoria “para hacer algún tipo de show casero, que es lo que se está haciendo, pero con una narrativa distinta”, explica el ovallino. “Pese a que lo de cantautor no es lo mío, que para mí no es muy cómodo estar sentado tocando guitarra frente a un celular, con Gaspar nos entusiasmamos con hacer esto de otra forma, sin estar todo el rato frente a la pantalla y con algún tipo de reflexión”.
El segundo episodio de Transmisiva debutará esta semana, con Cabezas acompañado esta vez por La Orquesta del Dolor, un ensamble por el que han pasado diversos colegas instrumentistas -Edita Rojas, Camilo Salinas, Fernando Julio, Angelo Pieratinni, entre otros-, con quienes ha versionado en clave sombría y traje de etiqueta clásicos del viejo rock and roll, el bolero y la Nueva Ola. “La gente siente otras cosas con la música. Se siente que estás compartiendo una experiencia artística, una experiencia humana, sensorial, que comunica las cosas de manera más verdadera y en un plano de lenguaje distinto al racional que nos tiene sobrevendidos en ideas y en discusiones ideológicas”, sentencia.
Nadie sabe que estoy aquí
En paralelo a su labor en nuevas composiciones, Cabezas ha ocupado este tiempo para bucear en el archivo y emprender un silencioso trabajo de recuperación de su propio catálogo. Y así como en 2019 decidió tomar la iniciativa y volver a grabar en vivo las canciones de su aplaudido debut solista El resplandor (1997), descontinuado y en poder de un sello, para poder relanzarlo en digital, actualmente trabaja en la llegada a plataformas de Mantras (2007), su segundo álbum en solitario y uno de sus títulos más experimentales, con seis cortes inspirados en mantras hindúes. “Un disco que nunca tuvo un espacio muy destacado, porque apareció en una época en que no estábamos con mucha infraestructura”, explica.
En este proceso el músico también se ha ocupado ordenando el numeroso trabajo para cine y televisión que viene realizando sin pausa desde los años 90. Así, en los próximos días publicará en formato digital la banda sonora que compuso para la película El chacotero sentimental (1999), para la cual creó 16 canciones que luego grabó junto a colegas como Álvaro Henríquez, Titae Lindl, Silvio Paredes, Camilo Salinas y Gabriel Vigliensoni. Un dream team de la música popular chilena al servicio de uno de los grandes éxitos de la taquilla nacional de las últimas décadas.
“Tratando de ordenar un poco este caos musical apareció este disco, que si uno lo toma con distancia tiene hasta un cierto interés patrimonial, porque esa película es parte de la historia grande del cine chileno”, comenta el solista sobre ese trabajo, que incluyó algunas canciones que luego publicaría en el disco de Electrodomésticos La nueva canción chilena (2004), como “Un pez y Maldita”.
A este disco le seguirá Vértigo, título de un nuevo compilado que pretende lanzar en noviembre, donde reunirá buena parte de su trabajo histórico para el audiovisual chileno: desde sus primeras incursiones en el mundo de las bandas sonoras, como la de País de octubre (1990) y la cinta de culto Takilleitor (1998) -ambas de Daniel de la Vega-, pasando por Gloria (la versión estadounidense), La fiebre del loco, Radio corazón, Negocio redondo y Algunas bestias. En total, cerca de una treintena de piezas que editará en vinilo, el que también incluirá cortes más recientes como el que compuso para Nadie sabe que estoy aquí.
Estrenada en junio, dirigida por Antilo y protagonizada por Jorge García (Lost), la primera película chilena original producida para Netflix pareció sintonizar a la perfección con la sensación ambiente que reinaba entre su audiencia, gracias a la historia de un excantante adolescente caído en desgracia que se refugia del mundo en un aislado predio a orillas de un lago del sur. La canción que Cabezas compuso para la voz de García -y que tiene un rol preponderante en la trama- logró un efecto similar, se transformó en una suerte de himno de la soledad y llevó a su autor a una audiencia global poco habitual para su obra. De hecho, además de las cerca de 500 mil reproducciones que acumula en YouTube, más de la mitad de las escuchas del tema en plataformas provienen de fuera de Chile.
“Ha habido tantas coincidencias con ese tema. Tiene todo que ver con lo que está pasando hoy y con esta idea de lo impredecible. La película, con un protagonista que eventualmente decide aislarse socialmente, tiene una resonancia especial en el contexto de confinamiento social en que estamos. Además, tenía todo un plan de estreno en salas que se cayó, pero al final resulta que la misma pandemia hace que la gente esté más metida en Netflix, que la película haya sido muy vista y que la canción haya prendido inesperadamente. A veces pasan estas cosas improbables que le dan una energía súper positiva a lo que está pasando ahora y a lo que se puede esperar desde lo creativo”, dice el músico.
El impacto que ha tenido Nobody knows I’m here incluso ha generado que al interior de la industria nacional se haya comenzado a analizar la idea de postularla a la temporada de premios cinematográficos. De hecho, dentro del rubro del audiovisual, ya ha habido conversaciones preliminares para analizar posibles caminos para una postulación al Oscar, en la categoría de Mejor canción original. Todo a nivel tentativo, por ahora, considerando que en general y salvo excepciones -como Ay ay ay ay, de Pedropiedra, preseleccionada en ese ítem hace una década-, la industria musical chilena suele estar lejos del radar de la Academia.
“Todo el interés que ha surgido respecto a Nobody knows I’m here ha sido muy sorprendente, en tiempos sorprendentes. La idea de postular la canción a algún premio internacional se siente como un cariñoso reconocimiento a la película y al trabajo creativo que representa y que muestra lo que hacemos en este territorio del planeta”, comenta Cabezas. “Estos trabajos no se hacen pensando en premios o reconocimientos, pero sí hemos sabido del interés de algunas personas en ayudar a entrar a esa órbita, aunque por ahora son sólo cariño y expresiones de voluntad, no hay nada concreto. Si la gestión consigue darle más visibilidad a la expresión creativa y artística de nuestro país será bueno para todos”, añade.