Entre los años 30 y 60, los afroamericanos que querían viajar por Estados Unidos muchas veces lo hacían confiando en “El libro verde”: una guía de viajes que les indicaba los lugares en que serían atendidos y bien recibidos, y también los sitios de los que mantenerse alejados, al igual que los estados, pueblos o ciudades más peligrosos. Era una guía, pero estaba lejos de ser una amigable guía turística. Era un libro que les podía salvar la vida; o al menos un muy mal rato.
Décadas después, cuando en EE.UU. ese pasado se ve cerca y lejos, no hay duda de que de él se pueden sacar infinitas historias de terror, tanto o más atemorizantes que las descritas en una novela de Stephen King o cualquier historia de ciencia ficción. O también se pueden combinar los dos tipos de horror. Esa fue la apuesta de Matt Ruff, quien en 2016 escribió Lovecraft country, la novela que ahora vive en la pantalla de HBO (todos los domingos a las 22 horas), transformada en una serie de diez episodios. La ficción tiene entre sus productores a J.J. Abrams -en su lado más Cloverfield y Super 8-, y a un Jordan Peele que ya dejó su marca al hablar de raza en una historia de terror con Huye.
Laa trama comienza así: en la década de los 50, Atticus Freeman (Jonathan Majors) es un joven que hace poco volvió a su país desde la guerra de Corea. Es un fanático de las historias de ciencia ficción, incluyendo al inventor de monstruos H.P. Lovecraft, y de la literatura en general.
Cuando se encuentra con una carta de su padre que lleva semanas desaparecido, dándole indicaciones de cómo llegar a un lugar del sur del país, el chico no lo duda. En este viaje es acompañado por Leti (Jurnee Smollett), una amiga de la familia, y su tío George (Courtney B. Vance), quien quiere ir en esta travesía para actualizar “el libro verde”. El trío pronto se encuentra en medio de territorio hostil, perseguidos y acosados a plena luz de día, y las cosas no mejoran cuando cae la noche, porque ahí aparecen los demonios que hasta entonces parecían sólo vivir entre la ficción.
En sus avances, Lovecraft country se presentó como esa historia: la del roadtrip por un sur racista y extraño, y es una agradable sorpresa ver que es mucho más. Las aventuras del trío en la carretera son sólo el inicio y lo que parece abrir la puerta de un mundo que pone de frente a los protagonistas con un terror muy real y conocido que están tratando de dejar atrás, al mismo tiempo que los enfrenta a otras fuerzas que quizás no son más peligrosas, pero que sin duda generan más temor por lo desconocido. Así, sus primeros episodios ya prometen un gran arco en el que aparecen subhistorias que se mueven rápido, y que al mismo tiempo que se introducen en el material de las pesadillas más clásicas, nos recuerdan que el mundo real puede ser igual de atemorizante.