Elvira Hernández: “La máquina como modelo para el comportamiento humano lo encuentro peligroso”
La poeta acaba de publicar una antología vía Ediciones UDP que incluye parte de un nuevo trabajo en curso. Sobre su modo de escritura, el estallido social, la pandemia y el Premio Nacional de Literatura, al cual estuvo nominada, se explayó con Culto.
“Deja acomodarme”, dice cuando recibe la llamada telefónica de Culto. Es mediodía y Elvira Hernández (Lebu, 1951) se hace un tiempo para responder las preguntas de este medio. Queremos charlar con ella sobre Estado de sitio, un volumen antológico lanzado recientemente vía Ediciones UDP que reúne dos de sus libros anteriores (Santiago Waria, 1992 y Santiago Rabia, 2017) más un texto nuevo, Ciudad cero, que en rigor, es solo parte de un poemario en el que se encuentra trabajando.
“Ya, estoy a tu disposición”, dice Elvira. Lanzamos la primera pregunta. Como en su poesía, como en La bandera de Chile, o Pájaros desde mi ventana, no elude nada.
-¿Cómo nació la idea de crear este volumen?
-Las antologías a veces suelen ser tan dispersas, que cuando uno busca hacer un volumen trata de establecer una unidad en toda la diferencia que a lo largo del tiempo puede tener una producción. Pero también hay una constante, los poetas a veces estamos siempre escribiendo sobre lo mismo, aún cuando en esa dispersión no se note, pero es así. Y la prueba de eso, en mi caso, es este libro donde me he desplazado por la ciudad.
-¿Por qué el nombre de Estado de sitio?
- Alude a esa zona física que es la ciudad. La ciudad es un sitio que nosotros pisamos a diario, bueno, ahora no tanto. Y este es un sitio que he pisado por 50 años, por decir algo.
-En el fondo se refiere al lugar mismo...
-Es que mira, la palabra poética es una palabra que se suele cargar de mucho sentido. Esa es la diferencia de otras palabras con otras que usamos.
-En Ciudad cero habla de una visión un tanto lúgubre de las ciudades, ¿lo considera una suerte de continuación tanto de Santiago Waria como de Santiago Rabia?
-La verdad es que cuando escribo yo no me propongo nada. No me propongo nada. Más bien, me pongo a disposición de la escritura, y ahí recojo lo que recojo. Aunque esas son algunas páginas no más, yo no podría decir nada porque yo escribí eso, es al lector al que le toca decir qué es lo que le parece, o no le parece.
El plebiscito y la ciudad del estallido
-En este pedacito de Ciudad Cero usted escribe versos como “¿Acaso debía imperar la ceguera para que se perdieran tantos ojos?”, “pancartas pisoteadas desalojadas cabezas revueltas”, con los que es imposible no acordarse del estallido social...
-Yo escribo en un alto estado de ebullición, sino, no escribo, entonces, en esos momentos, uno no está mirando ni para afuera ni para adentro, sino que está metida en todas esas imágenes que llegan, y como tú dices, es imposible no referirse al estallido social. Es algo que vamos a tener en nuestra memoria y en nuestra retina por mucho tiempo.
-¿Cree que el estallido social es aún una historia por escribirse?
-Es que el estallido fue una cosa ahí, circunstancial, después se prolongó, eso ya es otra cosa. Cuando salta una chispa, salta, pero luego si se produce un incendio ya no es el salto de la chispa porque se ha extendido. El estallido se prolongó a lo que podríamos llamar revuelta, y ese movimiento siguió hasta la pandemia, con diversas intensidades, flujos y reflujos. Si algo podemos decir que quedó de eso, deberíamos decir que es el plebiscito que viene.
-Justamente hablando de eso, en Ciudad Cero usted habla del significado de la palabra plebiscito (la plebe sabe) y hace referencia al calendario constitucional. ¿Tiene esperanza en que el plebiscito de octubre ayudará a solucionar los problemas de la sociedad chilena?
-¡Depende de nosotros! Porque justamente es una instancia en que cada persona que va a emitir un voto, que se supone lo tiene que emitir de manera informada, por lo tanto, conversará, discutirá, hablará con su conciencia en primer lugar, para poder llegar a ese punto. Si va o no va, va a estar decidiendo, pero si se omite, es que otros decidan por él.
“La mediación de las máquinas a mí no me seduce”
De no mediar la pandemia del coronavirus, lo más probable es que esta entrevista se hubiese realizado en algún sitio de manera presencial. La realidad es otra. “He tenido que hacerme cargo de muchas cosas de manera física”, cuenta la autora de Cuaderno de deportes.
-¿Cómo la ha afectado la pandemia?
-Ha sido bastante duro para mí. Y me he sentido transitando por algunos lugares, calles desiertas, solamente en compañía de migrantes que hacen el trabajo de llevar cosas a las casas. Esa fue una parte de la humanidad que en un comienzo fue rechazada en Chile, los migrantes eran mirados con recelo, y ahora se los espera en las puertas de los domicilios porque les salvan el día.
-¿Hay algo que eche de menos de la vida anterior a la pandemia?
-¡Claro!, el contacto humano. La mediación de las máquinas a mí no me seduce, porque además siento que la máquina como modelo para el comportamiento humano lo encuentro peligroso.
“Es un premio político”
En su trayectoria, Elvira Hernández ha recibido galardones como el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda o el Premio Nacional de Poesía Jorge Teillier (ambos en 2018), por lo que a nadie le resultó extraño que estuviese entre las candidatas a obtener el Premio Nacional de Literatura 2020, junto a las también poetas Carmen Berenguer y Rosabetty Muñoz.
- ¿Qué le parece que el ganador haya sido Elicura Chihuailaf?
-Yo he felicitado a Elicura por el premio. Sin duda que su calidad literaria es indudable, ese es un premio político. Si lo hubiese ganado una mujer también habría sido político, porque los contextos pesan en estos casos, ¿no? La palabra política no tiene que ser entendida como algo peyorativo, que menoscaba la calidad literaria, sino que tiene que ser entendida como un ingrediente más, importante, al momento de decidir. Creo que un poeta mapuche, en un momento en que la poesía mapuche es importante, no puede dejar de valorarse.
-¿Debió haber ganado una mujer?
-Como te dije anteriormente, si el premio se hubiese decidido el 8 de marzo con todas las mujeres pasando frente a La Moneda, probablemente lo hubiese ganado una mujer. Pero el contexto era otro.
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