Rod Davis aún recuerda la primera vez que vio a John Lennon. Fue en 1945, el año en que terminó la Segunda Guerra Mundial. Ambos vivían en Liverpool, aunque separados por una pequeña colina. Davis tenía cuatro años y Lennon era un año mayor. “Yo conocí a John porque ambos vivíamos en Woolton, una zona muy apacible con atmósfera de aldea. Cada domingo, alrededor de las 14.00, había una escuela para niños en la iglesia de St. Peter’s. Ahí rezábamos, cantábamos y nos leían la Biblia, mientras nuestros padres aprovechaban de pasar una tarde tranquila en casa. Ahí también conocí a Pete Shotton, Ivan Vaughan, Nigel Walley y Geoff Rhind”, cuenta a Culto. Todos estos vecinos, de alguna u otra manera, tuvieron un alto impacto en la vida de John Lennon, mucho antes incluso de la formación de The Quarrymen, la primera banda del músico británico. También lo tuvo esa iglesia, ya que fue ahí donde años más tarde John conoció a Paul.
Lennon (Liverpool, 9 de octubre de 1940) no pasaba desapercibido en el Liverpool de la posguerra: su carácter era explosivo y burlesco, olía dónde estaban los puntos débiles de los demás, aunque al mismo tiempo escondía una gigantesca fragilidad. Desde muy pequeño John se rodeó de una pandilla de amigos, un preludio de lo que después construyó con los Beatles. El joven Lennon era quien, por ejemplo, instaba a sus amigos a comprar chicles para masticarlos mientras leían la Biblia. Eso sí, por su voz, se ganó un cupo en el coro de la iglesia.
“Como estudiante en la escuela era imposible, pero felizmente yo no era su profesor. Era un chico muy difícil, no le gustaba la autoridad. John no dejaba a los profesores trabajar, se burlaba y no ponía atención. Era un problema”, rememora Davis, quien se reencontró con Lennon cuando ambos tenían poco más de 10 años, a comienzos de la década del 50, en el Quarry Bank Grammar School, un colegio público, pero que se asemejaba a uno privado. En el mismo salón de clases -que servía a tres grados distintos- también estaba el resto de los amigos de las clases dominicales en la iglesia de St. Peter’s. Todos debían vestir con chaqueta y gorro.
Desde temprana edad John se “acostumbró” a vivir en una tragedia permanente. Al abandono de su padre Alfred, se sumó la mudanza donde su tía Mimi -la mujer que finalmente lo crio-, el fallecimiento en 1955 de su tío George -quien era como un padre- y el accidente trágico de su madre, en julio de 1958. Fue su amigo Nigel Walley el testigo presencial del atropello de Julia. Todo esto John lo vivió en el número 251 de Menlove Avenue, en Woolton. En ese hogar debió soportar las estrictas normas de Mimi, aunque también gozó de muchas comodidades que ya hubiesen querido sus amigos más proletarios. Sin embargo, nada de esto era tema entre la “pandilla”, ya que varios habían perdido a sus padres y de alguna manera todos habían sufrido precariedades económicas.
Fue en esa época cuando Julia, la madre de John, le regaló una guitarra, una Gallotone acústica de segunda mano, que le costó cinco libras. Ain’t that a shame, de Fats Domino, fue la primera canción que se aprendió. También tomó un par de clases de guitarra, de media hora cada una, pero no quiso seguir, ya que su idea era solo aprender un par de acordes y el profesor sacó unas partituras que no agradaron precisamente al joven Lennon. Fue Julia quien instó a su hijo a tocar un instrumento. “Yo te enseñaré los acordes de banjo en la guitarra y eso debería funcionar bien”, le dijo su madre. Hasta ese momento, John solo se había familiarizado con la armónica.
Davis también recuerda el día en que Eric Griffiths, otro entrañable amigo de John, lo invitó a unirse a un grupo musical, inspirado en el fenómeno social que provocó el escocés Lonnie Donegan, el rey del skiffle, “un rock and roll sin electricidad”, que podía tocarse con instrumentos caseros. Si en Estados Unidos todos querían ser Elvis, en Reino Unido los jóvenes querían tocar skiffle. Pronto la pandilla liderada por Lennon quiso ambas cosas.
A John, la música de Donegan y la actitud de Elvis le cambiaron la vida. Esos dos fenómenos fueron como un llamado “del más allá”. Entonces, en 1956 nacieron los Blackjacks y luego los Quarrymen, una banda de rock & roll y de skiffle, con John y Eric en guitarra, Rod Davis en banjo, Pete en la tabla de lavar y Colin Hanton en batería. A su vez, Nigel Walley, el mismo de la escuela dominical en la iglesia, se convirtió en una suerte de mánager.
“Eric sabía que yo tenía una batería y por eso me invitaron a los Quarrymen”, cuenta el propio Hanton a Culto. La banda de John y sus amigos comenzó entonces a presentarse en pequeños eventos, pero también en el Cavern Club, que luego se convertiría en el trampolín de los Beatles. “John, que tenía mala memoria, ha contado otra historia, pero en realidad tocamos como tres o cuatro veces en la Caverna, mucho antes que los Beatles. La última vez fue en julio de 1957”, recuerda Davis. En todo caso, este lugar era un terreno hostil para John y sus amigos. Un día, estando en el escenario, Lennon recibió un papel del público y pensó que era una petición de una canción especial. Pero en realidad se trataba de un mensaje del dueño, que les solicitaba que dejaran de tocar.
Fue ese mes cuando la vida de John Lennon dio un giro radical. “John tenía la mejor voz y era el cantante principal. Y no era dictatorial. Solamente éramos un grupo de amigos que lo pasaba bien. No queríamos ser famosos. Con atraer a las chicas nos bastaba”, agrega el hombre del banjo. “Tocábamos el repertorio entero de Lonnie Donegan. A John también le gustaba mucho Little Richard y la opinión general era que el rock & roll era más sexy que el skiffle, que duró un par de años. El rock & roll con Elvis y Eddie Cochran era más atractivo. Las guitarras eléctricas llegaron en ese momento y ahí todo volvió a cambiar. A fines del 58 el skiffle ya estaba enterrado”, acota Davis.
John conoce a Paul
Gracias a un amigo en común, Ivan Vaughan -también del grupo de las clases dominicales- Paul McCartney, con 15 años recién cumplidos, se apareció el 6 de julio de 1957 por la Iglesia de St. Peter’s, donde los Quarrymen iban a dar un concierto. Paul también era del barrio, aunque vivía en una zona más obrera. En su hogar la música fluía por todos los rincones, ya que su padre era aficionado al jazz. Ese día, John -de 17 años- lucía una camisa vaquera y no sabía que tras esa jornada su historia cambiaría para siempre. Arriba del escenario estaban John, Pete Shotton con su tabla de lavar, Len Garry en el bajo, Eric Griffiths en guitarra, Rod Davis en el banjo y Colin Hanton en la batería. El día estaba nublado y había mucha humedad.
Los Quarrymen llevaban 10 minutos interpretando su repertorio (Come go with me, de Del-Vikings; Maggie May (tradicional), Rock Island Line, de Lead Belly y Be-Bop-A-Lula de Gene Vincent), cuando Paul llegó al lugar. McCartney, con su mejor pinta para atraer a las chicas, aparcó su bicicleta y de inmediato le llamó la atención que el vocalista les cambiaba las letras a las canciones. Fue Geoff Rhind -también de los encuentros de los domingos- quien inmortalizó a la banda, en una de las pocas fotografías que hay del grupo. Poco después, ya en el salón principal de la iglesia, Ivan los introdujo. No hubo saludo de manos ni tampoco sonrisas.
“Nosotros no sabíamos que Paul había ido a ver nuestra presentación. No lo conocíamos. Recién supimos de él cuando Ivan se lo presentó a John. Paul rompió el hielo al interpretar Twenty Flight Rock, de Eddie Cochran, para John”, apunta Colin Hanton, el baterista. La canción le salió perfecta, y pese a que Paul es zurdo, tocó en una guitarra para diestros. John, que ni siquiera sabía afinar la guitarra -que además tenía menos cuerdas, ya que la tocaba como si fuese un banjo- quedó maravillado por el talento de Paul, a quien en todo caso ocultó sus primeras impresiones. Hanton cuenta que al rato, Paul y John se sentaron en el viejo piano de la iglesia, la primera vez de Lennon y McCartney. La canción escogida fue la boogie A Whole Lot of Shaking, de Jerry Lee Lewis.
“Recuerdo a John inclinándose, contribuyendo con su mano derecha en las octavas superiores y sorprendiéndome con su aliento a cerveza”, ha dicho Paul sobre ese exacto momento, de acuerdo con Paul McCartney: The Life, de Philip Norman. “Es tan bueno como yo”, pensó John. Esos pocos minutos bastarían para cambiar el curso de la música popular por décadas, aunque obviamente ellos no lo sabían.
Según Jim O’Donnell, autor de The day John met Paul, tras ese encuentro ambos sintieron una comunión inexplicable, como si hubiesen encontrado a su alma gemela, ya que nadie estaba tan interesado en la música como ellos. Lennon -que según su biógrafo Philip Norman pensaba que Paul podía opacarlo aunque sabía que sería un aporte- ha dicho que ese mismo día le pidió a Paul que se uniera a la banda, pero eso no fue así.
-¿Qué piensas de este chico? ¿Vamos a invitar a Paul a que sea parte del grupo?- le preguntó Lennon a Pete Shotton, su mejor amigo.
-Sí, sí, puede ser muy útil para nosotros.
“Pete me contó que John y él se fueron a su casa después del encuentro en la iglesia porque vivían cerca y tuvieron ese diálogo”, cuenta Rod Davis, que agrega: “Transcurrieron unos 10 días hasta que Pete se encontró con Paul, que iba en bicicleta por ahí para visitar a Ivan”.
-A propósito, Paul. Pensábamos invitarte a ser miembro del grupo. ¿Qué piensas?-, inquirió Shotton.
-Ok.
Ese verano del 57 y después de las vacaciones, el destino de los Quarrymen siguió caminos distintos: mientras Lennon se matriculó en el Liverpool College of Art, Eric Griffiths quiso hacerse ingeniero y Pete Shotton, policía (John le rompió la tabla de lavar en la cabeza a su amigo cuando dejó la banda). A Rod Davis, por su parte, le quedaba un año más en el colegio, por lo que salió del grupo, no sin antes presenciar la primera vez que Paul vio ensayar a John, en la casa de la tía Mimi.
-¿Quién es este chico, John?-, preguntó Davis
-Se llama Paul y viene para escuchar el ensayo.
“Ahí vi por primera vez a Paul McCartney. El día de la iglesia yo me había ido a casa antes de que ambos se conocieran, por lo que no tenía idea quién era”, recuerda Davis, quien después se fue de vacaciones con su familia a Francia y no vio a Lennon hasta 1962, cuando se lo encontró en la calle y John le preguntó qué estaba tocando por esos días, ya que su nuevo grupo necesitaba un baterista para volver a Hamburgo. “John me dijo: ‘Puedes venir a tocar batería con nosotros a Hamburgo’. Pero yo no tenía idea de tocar batería. Ese fue el último día que lo vi”. Colin Hanton también dejó la banda (en 1959), Ivan se convirtió en profesor y Pete Shotton se mantuvo en contacto con Lennon hasta sus últimos días. De tanto en tanto, los Quarrymen aún se reúnen para recordar a John, su integrante más ilustre.
Rápidamente, John y Paul, de personalidades opuestas, se hicieron inseparables pese a la diferencia de edad y a pesar de que a esa altura McCartney seguía en el colegio, el Liverpool Institute. Fue “Macca” quien le enseñó a su amigo a tocar la guitarra y fue también él quien lo consoló cuando Julia murió de forma trágica, en julio de 1958. Paul sabía lo que se sentía: su madre había muerto 21 meses antes. Paul fue también quien llevó a George Harrison al grupo, pero esa es otra historia.