El mismo Christopher Nolan se ha preocupado de subrayar que su trilogía de Batman con Christian Bale -estrenada entre 2005 y 2012- llegó justo antes de que las películas de superhéroes se transformaran en un insumo elemental de los estudios, del inicio de una etapa en que se habría minimizado la mirada de los directores ante el monumental diseño de los productores tipo Kevin Feige (Marvel), que con su apuesta por un universo interconectado han ganado miles de millones.
Una perspectiva que no deja de tener un punto, aunque dos de los principales hitos de las películas salidas de los cómics de este siglo correspondan al último par de años. Pantera Negra, probablemente el mayor acontecimiento que vaya a realizar jamás el MCU, generó un culto a su alrededor que sólo ha crecido con el paso del tiempo, más allá incluso de haberse convertido en el primer filme de superhéroes en postular a Mejor película en los Oscar.
La cinta protagonizada por el fallecido Chadwick Boseman es un retrato de la población negra como una realeza -la mayor carta de amor de Hollywood en forma de superproducción a los afroamericanos- que también suscribe temas como las vías para combatir el racismo y una trama héroe-villano con ribetes shakespearianos.
Menos homogénea en su recepción, Joker también caminó por rincones en los que las películas basadas en historietas rara vez se asoman, con un protagonista con desórdenes mentales. Otro caso de mezcla de éxito comercial y tratamiento más allá de las palomitas que resta por ver si abrirá una tendencia definitiva en el cine; del mismo modo que Watchmen (HBO) y The Boys (Amazon) podrían marcar una era en el ámbito de la televisión, el lugar donde probablemente tenga más cabida el riesgo y la provocación al momento de hablar de hombres y mujeres con superpoderes y devoción por el sentido de justicia.