¡John Lennon ha muerto! Las horas finales de un Beatle
El lunes 8 de diciembre de 1980 fue un día agitado para el músico y su esposa, Yoko Ono: la pareja tuvo sesiones fotográficas, entrevistas y la edición de un sencillo. Mientras tanto, afuera de su hogar en el edificio Dakota, un fanático lo esperaba para algo más que un autógrafo.
5 de diciembre de 1980: Mark David Chapman, de 25 años, viaja desde Honolulu hasta Nueva York. En noviembre ya había hecho el mismo trayecto, pero no concretó su objetivo y regresó a su hogar en Hawaii. Ahora tiene una intención más clara: “Ser alguien”, y cómo lo logrará parece no importarle.
O quizás sí. Incluso a él le cuesta entenderlo.
Dos días después, es domingo. John Lennon tiene cuarenta años y se sienta a escuchar un cassette con el sencillo “Walking on Thin Ice” de su esposa Yoko Ono, el cual será publicado en enero de 1981. Lo reproduce una y otra vez, echado en su sofá, con las piernas desparramadas en el piso. Ella se va a dormir, mañana será un día lleno de compromisos. Cuando despierta a la mañana siguiente, ve que su marido sigue ahí.
—Es la mejor canción que has escrito —le dice—. Es realmente muy extraña.
Es lunes, 8 de diciembre, y se viene un día agitado. Lennon sale a cortarse el pelo a una peluquería del barrio. Al músico le costó acostumbrarse a Nueva York, pero ahora le gusta el ritmo de la ciudad, donde casi se siente como un ciudadano más. Cuando vuelve, la fotógrafa Annie Leibovitz visita el departamento de la calle 72, frente a Central Park en Manhattan, con el propósito de efectuar una sesión para la revista Rolling Stone, pero el ex beatle insiste para que su esposa también aparezca en las capturas. El retrato será portada: aparece él desnudo, en posición fetal, con la mitad del cuerpo encima de su esposa, quien está acostada de frente a la cámara; seria, vestida de negro y recibiendo un beso de su marido en la mejilla.
“Como un crío”
Chapman sale temprano de su habitación en el hotel Sheraton y compra un ejemplar de la novela El guardián en el centeno (1951) de J.D. Salinger. Siente una profunda fascinación por Holden Caufield, un desadaptado adolescente que rechaza el entorno que lo envuelve. Luego, se dirige a la Calle 72 y se ubica en las afueras del edificio Dakota, residencia neoyorquina de John Lennon y Yoko Ono.
Después de las fotografías, el ex beatle y la artista conceptual asisten a una entrevista con RKO Radio Network, en donde el hombre de “Imagine” responde las preguntas de un equipo de tres periodistas.
—Me siento como un crío y tengo tantos años por delante— dice el autor de "Imagine'', quien alude a la supervivencia en medio de un periodo de drogas y conflictos políticos, tal como fue la década del 60.
Junto a otros fanáticos, Chapman se agolpa a esperar la aparición de la icónica pareja. Al rato, el músico británico y la artista japonesa llegan en una limusina. Lennon suele actuar con amabilidad frente a los seguidores que lo esperan afuera de su residencia, pero hoy está apurado, así que solo saluda a unos pocos.
Ya en su departamento, la pareja pasa unas horas haciendo llamadas telefónicas y jugando con su hijo Sean, quien apenas cumplió cinco años hace dos meses atrás. Lennon, como contó en la entrevista a la que asistió con RKO, quiere disfrutar de la infancia de su segundo descendiente, algo que no pudo hacer con su primogénito, Julian.
Mientras la fanaticada espera a que el músico aparezca otra vez, Chapman va a comer junto a otra seguidora, Jude. Pero la mente del hombre no está con ella, ni en la comida: solo piensa en la gloria y en la posibilidad de trascender; ni siquiera considera el egoísmo que conlleva su plan.
Cuando vuelven al Dakota, Chapman espera para encontrarse otra vez con Lennon y Ono. Y así sucede cerca de las 5 de la tarde, cuando la pareja sale del departamento ubicado en el edificio frente al Central Park.
También está el fotógrafo Paul Goresh, quien le dice a Chapman:
—Esta es tu oportunidad, has esperado todo el día.
El fanático se acerca al ex integrante de The Beatles y le habla:
—John, ¿firmarías mi álbum?
—Claro —responde el cantautor, quien trae puesto un chaleco y una chaqueta negra, además de sus gafas oscuras.
Recibe una copia de Double Fantasy (1980), séptimo álbum que Lennon y Ono publicaron un mes atrás. Escribe su nombre y el año en el objeto, mientras el fotógrafo hace una captura. “¿Eso es todo?”, le pregunta a Chapman. “¿Quieres algo más?”. En este momento, el desconocido tiene una certeza: según le comentará a Larry King varios años más tarde, en ese momento percibe en los ojos del músico que, subconscientemente, sabe que está mirando a su asesino.
John Lennon y Yoko Ono están atrasados.
—Será mejor que nos vayamos ahora —dice la mujer.
Ambos se dirigen a Record Plant, los famosos estudios de grabación de la ciudad. Estaban trabajando en la canción de Ono (“Walking on Thin Ice”) y el productor, Jack Douglas, les promete que a las 9 de la mañana del día siguiente, tendrá una primera versión terminada. Barajan la posibilidad de ir a cenar a un restorán, pero Lennon está algo apurado, quiere volver temprano a casa para darle las “buenas noches” a su hijo Sean antes de que se quede dormido.
Lentes y sangre
Son las 10:50 de la noche, cuando la pareja regresa a casa. Chapman podría estar en una cita con Jude, según comentó a CNN varios años después; pero eso le significaría estar con ella durante esa noche. Ono baja del vehículo y pasa al lado de él. Luego es el turno de Lennon que, mientras camina hacia el vestíbulo del edificio Dakota, escucha a Chapman gritar:
—¡Mister Lennon!
Sin esperar a que el músico de media vuelta para mirarlo, Chapman disparó cinco veces. Una de las balas da en la pared, mientras las otras cuatro impactan en la espalda y brazo de Lennon. José Sanjenís, portero del edificio, recibe al hombre herido, mientras Ono llora, pero no hay tiempo para un consuelo. El cubano toma del brazo a Chapman, le arrebata el arma y la tira lejos. Mientras tanto, el conserje Jay Hastings activa la alarma.
Las gafas oscuras, con sangre.
Todo pasa rápido pero, aun así es como si el tiempo se paralizara. Apenas transcurren unos pocos minutos y llega la policía; los disparos ya fueron denunciados por vecinos. El uniformado Steve Spiro —como recordará treinta años después, en una entrevista para VH1— ve cómo Chapman solo permanece quieto, con sus brazos en alto y sin mostrar resistencia. Los policías lo detienen con apuro y lo llevan a uno de sus vehículos.
Ahora lo único que importa es salvar la vida de John Lennon. No hay chance para esperar una ambulancia, así que es llevado hacia el Hospital Roosevelt, en apenas cinco minutos. El doctor Stephan Lynn —dirá treinta años después a VH1— debe salvar al paciente, aunque ni siquiera sabe que se trata de uno de los integrantes de la banda más importante de la música popular. Su pulmón izquierdo y la arteria subclavia recibieron dos de los impactos. La sangre se desparrama dentro de su cuerpo.
Cuando el médico recibe al artista, se da cuenta de que no respira.
Se acerca la medianoche.
No hay presión arterial.
Tampoco pulso.
No, no, no.
Ninguna señal de vida.
John Lennon ha muerto.
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