En meses en que cualquier tenue señal era analizada como un posible signo de reactivación para la industria mundial de los cines, Estación zombie 2: Península semejó un pequeño milagro. La película debutó a mediados de julio en las salas de Corea del Sur y otros países de Asia, totalizando US$ 20,8 millones en sus primeros días en cartelera.
Números alentadores para el sector en medio de las restricciones que impone el funcionamiento en pandemia, con menos proyecciones por día y venta limitada de entradas. Para la propia industria coreana, el lanzamiento del filme fue un alivio, después de que durante la primera mitad del año sufriera una caída de un 70% en recaudación respecto a 2019.
En su expansión por el mundo, la película ha tenido que adaptarse al contexto. A Estados Unidos arribó en agosto a las salas que estaban abiertas, mientras que en los complejos chilenos se podría haber transformado en uno de los principales títulos de la reapertura, pero el retroceso de la Región Metropolitana a Fase 2, hace un par de semanas, terminó de sepultar el retorno de las operaciones de las cadenas y, en consecuencia, la posibilidad de ver la cinta en pantalla grande.
Desde hace algunos días disponible en Cining (la plataforma de BF Distribution que funciona en alianza con Cinemark y Cinépolis), el filme expone los cambios respecto al largometraje de hace cuatro años, uno de los hitos recientes de las películas de zombies y del cine coreano en general, por su sólido cruce de thriller, terror y comentario social.
En reemplazo del hombre de negocios y su hija a bordo de un tren infestado de zombies de la primera parte, y de una historia que transcurría entre Seúl y Busan, la nueva cinta se concentra en un grupo de refugiados que va en un busca de un botín de US$ 20 millones en un camión abandonado en una ciudad portuaria.
Más ruidosa y cara que su predecesora (con un uso a veces excesivo de efectos visuales), la película es más un derivado que una secuela propiamente tal, como sugiere el título que ha adoptado en muchos países, simplemente Península.
Bajo la dirección del mismo cineasta de su predecesora, Sang-ho Yeon, el filme retoma el universo unos años después, ahondando en el desastre en el país tras la proliferación de los muertos vivientes, ahora a través de la mirada de un grupo de hombres liderados por Jung-seok (Gang Dong-won), que se mueven de Hong Kong a Corea en una misión suicida.
En su cara más grandilocuente, es lo más parecido a una superproducción que se podrá ver desde esta parte del mundo antes de que acabe el año. La cinta coquetea con libertad con otros géneros, a veces postergando a los zombies para conservar el foco en los humanos, e inmersa en esas búsquedas no siempre funciona, pese a los guiños a clásicos de acción y de fin del mundo como Mad Max.
Así lo ha descrito la crítica internacional, bastante más tibia en su recepción respecto al largometraje de 2016. “Horrible y desagradable”, la llamó Variety, mientras que algo más positiva fue la crítica de Empire, que apuntó a que “definitivamente tiene sus momentos. Los zombis, cuando llegan, siguen siendo un placer retorcido de ver”.