Bacurau es el nombre de un pájaro nocturno y, por extensión, el de un pueblo que literalmente no está en los mapas. Cada turista y cada lugareño que llega a esta zona del nordeste de Brasil pierde la señal de su celular y no sabe más del resto del planeta. Si por alguna razón sigue teniendo conexión a internet y trata de encontrar la localidad, el mapa satelital no dice nada. Están en tierra de nadie, y, por lo tanto, todo puede pasar sin que el mundo se entere.

Este pueblo sin ley más emparentado con las aldeas del Far West estadounidense que con el Macondo del realismo mágico, es la escenografía física y moral donde transcurre Bacurau, una película sorprendente y desafiante, capaz de descolocar a todos quienes crean en sus primeros 40 minutos de costumbrismo. Cuando menos se espera, dos motoristas apertrechados de armas y seguidos por un pequeño dron con aspecto de platillo volador aparecen en escena.

¿Qué es esto? ¿La crónica de un pueblo abandonado o un filme de ciencia ficción? La respuesta bien puede ser que ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Es una mezcla de tonos dramáticos que esconde una ingeniosa crítica al sistema y una defensas a las organizaciones de base. Una especie de filme anarquista ambientado en un futuro no muy lejano (así se dice al inicio de la historia) que el año pasado se llevó el Premio del Jurado en el Festival de Cannes.

Es difícil no dar datos de la trama de Bacurau sin caer en el spoiler, pero hay que decir que en algún momento aparece un grupo de temibles turistas estadounidenses. La defensa de la aldea, como si fuera un western, correrá por cuenta de un par de forajidos y de Doña Domingas (Sonia Braga), una doctora alcohólica.

”La primera idea de la película fue hace unos diez años, cuando junto a Juliano Dornelles presentamos en un festival de cine de Brasil nuestro documental Recife frío (2010)”, comenta Kleber Mendonça Filho (1969), quien en esta oportunidad co-dirigió junto a su colaborador Juliano Dornelles.

El realizador Kleber Mendonça Filho (1969) es el cineasta brasileño de mayor proyección internacional en este momento.

Tal vez el más prestigioso de los nuevos cineastas de Brasil, Mendonça Filho (1969) nació y vive en el nordeste de Brasil, en la ciudad de Recife, y conoce el territorio como la palma de su mano. Sus anteriores filmes, Sonidos vecinos (2012) y Aquarius (2016), con Sonia Braga, transcurrían en Recife, pero en Bacurau (2020) ingresa al interior del estado de Pernambuco para tocar los tópicos sobre las diferencias entre el Brasil rico y el pobre.

”Nos dimos cuenta que a ese encuentro llegaban muchas películas que miraban a las comunidades al interior de Brasil con condescendencia, como si fueran insectos o animales de estudio”, prosigue sobre la cinta que mañana jueves 31 de diciembre entra a la plataforma de Cine Hoyts.

”Así es como decidimos hacer una película que al mismo tiempo fuera un homenaje al cine de género que nos gusta desde siempre”, se explaya por Zoom.

¿Es su película más cinéfila?

Es tal vez más evidente que en Aquarius o Sonidos vecinos (2012). Es una especie de safari de cinefilia y por eso está rodada en Panavision, el clásico sistema de pantalla ancha patentado en Estados Unidos. En Aquarius hay citas al cine de Brian de Palma y Paul Verhoeven, que quizás no son tan exuberantes como las de Bacurau que se relacionan con John Carpenter y Sergio Leone.

¿Por qué decidió que Bacurau cambiara de estilo casi en la mitad de la historia ?

Nos propusimos de alguna manera inocular una vacuna o una especie de suero con varios géneros de cine en la mente del espectador. Por eso todo empieza como si no pasara nada, casi con el clásico “había una vez” y, de repente, de la nada: ¡Bam! Todo cambia. La película toma otro tono, directamente ligado a la acción, al thriller, al horror. Es como la aguja de un sismógrafo que no se mueve nunca hasta que cuando nadie lo piensa, se dispara.

¿Por qué hay brasileños de Río y Sao Paulo entre los turistas extranjeros?

Aquellos personajes se relacionan con un fenómeno muy complejo en mi país. Tienen que ver con la economía y la geografía. Desde la época de la colonización, todo el desarrollo económico e industrial de Brasil se concentró en el sudeste, invisibilizando por completo el nordeste, que es una región riquísima a su particular manera y que fue dejada de lado. Es un tema que aún resulta incómodo y molesto para muchos en mi país. No lo quieren abordar. Sin embargo, esa es la realidad. Y está presente en la vida diaria y también en las representaciones culturales. Por eso es muy común que en una telenovela, por ejemplo, el personaje que es empleada doméstica siempre sea del nordeste y sea tratado en forma poco respetuosa. Son estigmas que ya son parte del paisaje social del país. En el caso de la historia de Bacurau, los dos brasileños que se dedican al safari humano provienen de una base histórica que no tiene nada que ver con la nación en la que viven. Actúan contra sus propios compatriotas. Es un fenómeno que se ha repetido en la historia: al respecto me acuerdo de la población ucraniana que en la Segunda Guerra Mundial pertenecía a la Unión Soviética y que tras la invasión alemana, comenzó a colaborar con los nazis en contra del Ejército Rojo. Es un hecho fascinante y al mismo tiempo terrorífico. Es la clásica figura del colaboracionista. Guardando las diferencias, creo que en Brasil, donde los habitantes del sur y del sudeste se siente en general más próximos a Europa, ese tipo de fenómenos tiene mucho sentido.

Nuevamente colaboró con Sonia Braga, después de que ella protagonizara Aquarius.

Sí, aunque en esta oportunidad su personaje no es protagonista. Ella es doña Domingas, una doctora, o enfermera tal vez, pues eso nunca lo dejamos claro en la película, de carácter fuerte y decidido. ¿Qué puedo decir de Sonia Braga? Tuve suerte de tenerla en una película que además es coral, con cerca de 50 personajes. Leyó el guión y no pasó ni un minuto hasta que comenzó a hablarme con una voz ronca y rasposa, una voz de cigarrillo, que es la misma que la da a su personaje de Doña Domingas en la historia. Sonia Braga es parte de mi imaginario, igual que lo puede ser David Lynch o Alain Delon. Crecí con ella y recuerdo cuando de adolescente vi El beso de la mujer araña (1985).

¿Está trabajando alguna película?

La pandemia me ha dado tiempo para escribir y pensar en otras cosas. De hecho, hace tres semanas publiqué un libro con los tres guiones de mis tres largometrajes (Sonido alrededor, Aquarius y Bacurau). Sin embargo, la situación de Brasil me parece demasiado grave y uno no puede dejar de pensar en eso. No me refiero sólo a la situación sanitaria, sino que también a cuestiones que tienen que ver con el respeto y la dignidad. No entiendo como un presidente no le presta atención a la vacunación por el covid-19 (en Brasil la gestión de las vacunas es realizada por cada uno de los estados del país). No hay un plan central. Yo estoy bien acá en mi casa, pero allá afuera las cosas no son así. Estamos en un clima general de abandono que es inaceptable para mí.

¿Esto puede inspirarle a una nueva película?

Tal vez, pero creo que actualmente en Brasil todo es aún más absurdo que un guión. Igualar ese nivel de ficción es realmente difícil.