John David Washington (36) no lee las críticas de sus películas. Dice que todavía no se siente “lo suficientemente fuerte” para enterarse de lo que la prensa especializada opina sobre su trabajo en pantalla, sobre todo -asegura- porque la mayoría de las reseñas se siguen refiriendo a él como el hijo de Denzel Washington. Un dato indesmentible, pero que no le hace justicia a una carrera actoral breve, pero meteórica. Aunque en los últimos cinco años ha participado en una serie de HBO (Ballers) y protagonizado películas de Spike Lee (El infiltrado del KKKlan) y Christopher Nolan (Tenet), todavía se siente un novato en la industria.
John David Washington, en cierta medida, sigue siendo un corredor, un “running back”, posición que ocupó durante toda su juventud y hasta los 29 años como jugador profesional de fútbol americano, primero en ligas universitarias y luego en los Sacramento Mountain Lions, de la extinta United Football League (UFL). Por esos días no quería vivir bajo la sombra de un doble ganador del Oscar y uno de los actores más reconocidos de las últimas décadas, por lo que apostó por el deporte, aunque en los camarines a veces recreaba para sus compañeros las escenas de su padre en Día de entrenamiento. Al final, una lesión lo jubiló anticipadamente e impulsó su veta actoral, aunque el deportista sigue ahí dentro: Washington parece ir siempre hacia adelante, tiene claro por dónde atacar, piensa rápido y toma buenas decisiones. Su energética actuación en Tenet fue aplaudida por críticos como Peter Travers, de Rolling Stone, quien destacó la “gracia atlética natural” que aportó a las escenas de acción. Un elogio que el actor probablemente tampoco ha leído.
“Debo ser honesto con esto: soy demasiado sensible como para leer ese tipo de reseñas, porque además, por lo general, siempre terminan siendo sobre mi padre. Yo estaba en otro mundo, jugando fútbol, y aparentemente seguía siendo el hijo de Denzel quien estaba anotando todos esos touchdowns. Era el hijo de Denzel el que estaba en BlacKkKlansman y Tenet. Así que en este punto, donde estoy ahora, (la crítica) no me sirve, simplemente quiero seguir haciendo bien mi trabajo hasta volverme lo suficientemente fuerte para poder leerlas. Y espero sinceramente llegar a ese punto, pero hasta que no llegue ese día no lo haré”, comenta el actor a Culto, en una entrevista por Zoom para hablar de su más reciente estreno, Malcolm & Marie, que esta semana debutó en Netflix. Uno de los acontecimientos cinematográficos de la temporada y la primera película de Hollywood realizada íntegramente durante la pandemia.
Filmada en secreto durante sólo dos semanas en una casa en Carmel, California, con un equipo técnico muy reducido y bajo estrictos protocolos sanitarios, la cinta une a Washington con el director Sam Levinson y la estrella juvenil Zendaya, la dupla creativa detrás de la premiada y popular serie de HBO Euphoria. Cuando esta última producción debió paralizar sus grabaciones producto de las cuarentenas, la actriz y el creador de la serie empezaron a trabajar juntos en la idea de una película que pudiera realizarse en modo Covid, centrada en una pareja que discute y se desmorona durante una larga madrugada entre cuatro paredes. Levinson escribió el guion en seis días y luego llamó a Washington para convencerlo de sumarse al proyecto como coprotagonista, leyéndole por teléfono las primeras 10 páginas del guión.
“Cuando Sam me llamó mi respuesta inmediata fue ‘voy a hacerlo. No me importa qué es lo que termine escribiendo, no me importa lo que es, lo voy a hacer’. Soy un fan de Sam desde Assassination Nation, me encanta esa película, y obviamente de lo que él y Zendaya han hecho en Euphoria, así que no podía esperar para saber qué era lo que tenía entre manos”, recuerda el actor. “Y cuando me leyó al teléfono lo que tenía, me voló la cabeza, quedé lleno de ansiedad, nervioso incluso, lleno de preguntas (ríe), porque había muchas direcciones escénicas allí. Y todo lo que allí se decía... no podía creer todo lo que había escrito. Simplemente no podía esperar a comenzar a filmar”, cuenta.
Si bien se estrenó hace sólo días, Malcolm & Marie ya era tema de conversación desde mucho antes de su llegada al streaming. En gran medida debido al factor Zendaya, una de las artistas más populares de la generación Z y un verdadero fenómeno de las redes sociales. También por la ambiciosa propuesta del filme, que usando el blanco y negro, una única locación, sólo dos actores y simulando transcurrir en tiempo real, intenta exhibir con cierto naturalismo el derrumbe de una pareja afroamericana moderna, conformada por un novel director de cine y una actriz en rehabilitación, la noche en que el primero estrena su ópera prima pero olvida mencionar a Marie en su discurso de agradecimiento.
La cinta ha dividido a los críticos. Mientras El País describió el duelo amoroso como un “esgrima de laboratorio”, otros medios han comparado sus diálogos y teatralidad con Un tranvía llamado deseo y el cine de John Cassavetes (aunque Levinson ha dicho que se inspiró en una de las peleas de boxeo de Ali contra Frazier para escribir el duro intercambio entre la pareja). Donde sí ha habido cierta unanimidad es en los elogios a las actuaciones de los dos protagonistas. Pese a los 12 años de edad que los distancian y a lo diferentes que han sido sus carreras, tanto para Zendaya como para Washington se trata de papeles especialmente exigentes, que podrían marcar un punto de inflexión en sus ascendentes carreras. Ambos, de hecho, ya suenan como candidatos a la próxima temporada de premios.
“La presión que uno siente ahí es gigante, esto de no poder echar a perder esas palabras, porque son perfectas. Y las cosas que pudimos agregar una vez que empezamos a trabajar todos juntos, a poner nuestras propias experiencias personales allí, hizo que todo se volviera todavía más estresante. Ahora de verdad era algo personal. Ahora de verdad conoces a este tipo (Malcolm), no puedes echarlo a perder. Y después enterarte que la película era en blanco y negro, ¡cuando todos saben que el blanco y negro hace que se noten todavía más las actuaciones! Ahora de verdad no puedes ser falso, si haces algo poco creíble la cámara te descubrirá”, comenta Washington desde el otro lado de la pantalla, histriónico, disparando imágenes y pensamientos como si se tratara de otro monólogo de su personaje, con un tono y un ritmo en las palabras que inevitablemente hacen pensar en su árbol genealógico.
-En comparación a otros trabajos que ha hecho en cine, ¿el de Malcolm fue especialmente desafiante?
-Fue un desafío especial, sin duda, por todos esos monólogos. A veces seis o siete páginas solo de monólogo. Además, con solo dos actores, 95 páginas o algo así sólo de nosotros hablando. Y hablando mucho. Así que me sentía en cierta manera responsable de hacerlo bien. No tenía que recitar poesía, no tenía simplemente que leer lo que él (Levinson) escribió, tenía que vivir esas palabras como propias, experimentarlas y presentarlas de una forma convincente, única, a la altura del texto. Y, por otro lado, tienes a Zendaya, una bestia, una actriz increíble. Si haces algo falso ella te va a dejar en evidencia también. Todas esas cosas se fueron sumando a esta sensación como de responsabilidad, de estar a la altura de lo que la película exigía. ¡Y me encantó! Me tiré de cabeza al desafío y me gustó mucho el resultado.
-¿Cómo fue trabajar con Zendaya?
-Fue como un regalo. Ella es increíble, una persona hermosa y lo deja todo cuando actúa. Así que fue genial. Fue fácil.
-Ella es 12 años menor, pero lleva mucho más tiempo en esta industria. ¿Le ayudó durante el rodaje, se apoyó en ella en ocasiones?
-Ella sabe mucho de este negocio, del show business. Es buena en esto, así que de ella aprendí mucho justamente de este aspecto de la industria, del negocio. Y ella es muy ingeniosa. Es como una mujer grande, se desenvuelve como veterana, como si estuviera digiriendo su propia compañía. Es genial ver a alguien moverse tan a voluntad con su carrera.
De Malcolm X a Malcolm
Pese a los rodajes suspendidos y a la escasa oferta de salas de cine funcionando, la pandemia ha terminado favoreciendo directa o indirectamente la carrera de ciertos actores, entre ellas la de John David Washington. Si bien ya había dado que hablar con su rol en El infiltrado del KKKlan (2018), de Spike Lee, el mismo director que lo hizo debutar en cine a los siete años con una pequeña aparición en Malcolm X (1992) -protagonizada por su padre-, Washington terminó dando el salto definitivo en la industria en medio del encierro mundial.
Primero con Tenet, su debut en las superproducciones, que pese a que no logró recuperar lo que costó, terminó siendo la quinta película más vista de 2020. Y ahora con Malcolm & Marie, donde Washington no sólo se prueba con éxito en otro registro de interpretación, más íntimo y teatral, sino también como productor y protagonista de un modelo de negocio distinto. De hecho, tanto él como Zendaya pusieron plata de su bolsillo para terminar de costear los US$ 2,5 millones de presupuesto de la cinta -luego vendida a Netflix por 12 veces esa cifra- y compartieron parte de las ganancias con el resto del grupo técnico involucrado. Un equipo tan reducido que obligó a ambas estrellas a preocuparse de su propio vestuario y maquillaje, algo tan atípico en Hollywood como la extremadamente breve escena de créditos al cierre del filme.
“El hecho de que todos hayamos puesto dinero en el proyecto se siente como una forma innovadora de hacer películas en forma independiente”, dice Washington. “Me parece que hay algo muy positivo en el hecho de que el mismo equipo haya tenido la posibilidad de mantener el control del contenido, y de hacerlo de la mejor manera que pudimos, y que el riesgo-recompensa sea que haya algún potencial comprador. Esa es la apuesta. Y creo que la pregunta es si estás dispuesto a apostar por ti mismo. Cuando lo haces, significa que tendrás más control de lo que estás haciendo. Creo que ahí hay algo interesante que quizás veremos más seguido”, agrega el actor, quien por estos días trabaja en la próxima película de David O. Russell (Escándalo americano).
-¿Cómo fue trabajar en una película en modo Covid? ¿Se volvió demasiado extraño en algún momento o finalmente lo disfrutó?
-Lo disfruté completamente, no fue para nada extraño. Poder ver naturaleza y a otra gente de nuevo. Fue más bien un alivio, porque estábamos seguros y a salvo, trabajando en una especie de resort con mucho espacio, cada uno tenía su propio bungalow y su lugar para instalarse y nadie dejó el predio en ningún momento. Todos nos sometimos a un test apenas llegamos al lugar, después a otro cuando empezamos a filmar, así que me sentí a salvo y agradecido incluso de poder volver a trabajar en una película de verdad. Casi no parecía real, fue como un sueño.
-Imagino que en un proyecto de este tipo, con un equipo más reducido, el grado de involucramiento de todos es distinto también.
-Claro, tiene que ver con lo que te decía sobre la ansiedad y esto de tener un mayor grado de responsabilidad que nunca. Tener que actuar y producir son dos responsabilidades diferentes, pero me entusiasmé mucho, tuve que estar más encima de lo que quería ver en el set. La diversidad, por ejemplo. Sólo una vez antes había visto un fotógrafo afroamericano en un rodaje, esta vez fue la segunda, y si no hubiera estado en la producción tal vez eso no hubiera ocurrido. Me alegró mucho en ese sentido sentirme como un colega más con este equipo, poder intervenir en alguna decisión relacionada con la música de la película, por ejemplo. Son cosas en las que se siente bien sentirse parte.
-Más allá de su crisis de pareja, los protagonistas entregan durante la película frases y comentarios bastante agudos sobre temas como la raza, la crítica de cine, la corrección política, la relación entre cine y realidad. ¿Son ideas que lo representan en lo personal? Porque suena muy convincente.
-Me alegra que dé esa impresión, porque esa era la experiencia que buscábamos con la relación entre ambos personajes. Creo que la idea de la película es también que el público se convierta en una especie de voyeur, como si estuviera espiando la intimidad de esta pareja, no queríamos que se sintiera como un discurso, como si nosotros estuviéramos dictando cómo deben sentirse ambos frente a cierta situación. Tratamos de mostrar a una persona que está muy vulnerable en la que debió haber sido la mejor noche de su vida, él le echa la culpa a ella, pero en realidad es algo que se está haciendo a sí mismo. El tipo incluso obtiene una buena crítica con su película, pero se sigue desmoronando. Entonces, ¿quién es realmente el farsante aquí? ¿Es él? Posiblemente, y por eso escupe todo ese discurso sobre identidad, porque en realidad todavía no tiene una. Y su pareja, la mujer que ama, le dice las verdades que uno esperaría de una pareja. Veo ese momento como el de un tipo honesto y bruto, narcisista, un típico macho al que le hirieron sus sentimientos. Aun cuando recibió una buena reseña.
-¿Cree que una película como Malcolm & Marie lo proyecta en la dirección hacia la que quiere orientar su carrera? ¿Se siente más a gusto en este tipo de propuestas que en una superproducción, por ejemplo?
-Como el mismo Malcolm exclama en la película, cuando dice que quiere hacer una película de Lego y también la historia de (la activista afroamericana) Angela Davis, así soy yo. Pienso en Leonardo DiCaprio, por ejemplo, y en todos los directores con los que ha trabajado. Ese es mi deseo más genuino. Pienso también en Jack Nicholson o en Robert De Niro. Quiero aprender de estos autores, de estos directores de los que tengo que aprender. Eso es lo que intentaré hacer en los próximos ocho o 10 años.