El invierno boreal de 2020 fue una temporada que Chris Baio (36) difícilmente olvidará. Eran los primeros meses del año y acababa de terminar la grabación de su tercer álbum solista. Un proceso de composición y registro que realizó en paralelo a su gira junto a Vampire Weekend para promocionar Father of the bride (2019), que le valió al grupo neoyorquino, protagonistas absolutos del rock y los festivales de la última década, su segundo premio Grammy.
“Para enero estaba muy cansado, nunca había estado tan cansado en toda mi vida. Así que cuando comenzó el confinamiento personalmente me sentía bien con la idea de no hacer nada durante algunos meses y eso hice”, cuenta el bajista a Culto.
Un goce que duró apenas algunos meses, lo necesario para descansar y completar la edición de Dead hand control, su tercer álbum en solitario. “Tenía que hacer las mezclas, el arte del disco, un videoclip, así que en un comienzo no extrañé tocar en vivo o salir de gira. Ahora lo extraño muchísimo. Este último año ha sido muy complejo para los músicos, pero con suerte habrán conciertos este año, tengo la esperanza que sí”, comenta Baio sobre este nuevo panorama, bastante inusual para alguien acostumbrado a las giras mundiales después de cada nuevo disco con su grupo, que desde su aclamado LP homónimo de 2008 pasea por grandes escenarios -incluyendo el Lollapalooza chileno de 2014- una aclamada propuesta que combina la moral indie con ritmos tan diversos como la música africana, el ska y el electropop ochentoso.
“Tuve la suerte de tocar una canción en la TV estadounidense. Es mejor que no haber tocado nunca, pero no es mi situación favorita”, dice, resignado, sobre su performance para el programa Late Night with Seth Meyers el mes pasado, junto a a otros seis músicos tocando sus respectivos instrumentos desde diferentes locaciones.
En medio de todo este panorama confuso, Baio presenta un disco tan diverso estilísticamente como los de Vampire Weekend -y con un tema coescrito con Ezra Koenig, vocalista de su banda- pero con particulares reflexiones que de alguna forma sintonizan con los tiempos extraños que corren. Uniendo lo aprendido en estos años en la producción con sus estudios universitarios especializados en la historia de Rusia y Eurasia, Dead hand control incluye inquietantes reflexiones en torno a la vida después de la muerte y al apocalipsis nuclear. Aunque para su autor es, pese a todo, un disco romántico.
-¿Cuál es el origen de Dead Hand Control? ¿Cuál es el mensaje que buscas transmitir con este álbum?
Se basa un concepto del que leí en el que si en tu testamento le das a alguien tus cosas, intentas controlar lo que harán con ellas. Un ejemplo que recuerdo es que cuando MCA (Adam Yauch) murió, dijo que no quería que las canciones de Beastie Boys se usaran en comerciales, algo muy difícil de lograr. Así que me quedé pensando en torno a lo que puedes o no controlar una vez muerto y los límites de ese control.
“Por otro lado, Dead Hand es un arma soviética, un sistema de misiles nucleares automáticos que podría matar a todos en America. Siempre me ha interesado mucho la historia soviética. Así que me quedé pensando en torno a esos dos temas y qué haría yo si hubiese un ataque nuclear o si algo extremo pasara, y concluí que no puedo controlar lo que ocurra y mucho menos lo que hagan las personas en mi vida, sólo puedo manejar cómo las trato. Quise hacer una suerte de álbum esperanzador y romántico, para expresar que estoy presente lo más posible para acompañar, más aún en tiempos difíciles”.
-En el disco se percibe cierta esencia de Depeche Mode o incluso Duran Duran. ¿Hay algo de eso?
Amo a Depeche Mode, es una de mis bandas favoritas de toda la vida. Y también a Duran Duran, el bajista que tienen -John Taylor- es increíble. Pero al hacer este disco tenía en mente unos conceptos e ideas que difícilmente podría decir de forma definida cuáles son los referentes. Intenté cantar con una voz lo más profunda posible y sí, definitivamente hay influencias de la música de los 80. Mi músico favorito de todos los tiempos es David Bowie y mi banda favorita es Roxy Music. Me gusta pensar que los 70 fueron el rock. Quería hacer mi propia versión de “Los 70 son el rock” pero en una era posterior a que fuera inventado el techno y el hip hop, así que de esa forma pensé este álbum y mis producciones en general.
-¿Cómo describirías tu evolución como artista?
-Diría que comencé como bajista con The Vampire Weekend, donde solo sabía tocar el bajo. Y hace unos 10 años, me interesé mucho en aprender el proceso de producción. Cómo hacer un sonido y una grabación que sonara bien. Así que tomé algunas clases para hacer música que me gustara. Me tomó unos dos años lanzar mi primer EP de música electrónica, llamado Sunburn, y al mismo tiempo comencé a escribir mis primeras canciones como adulto. Creo que esto fue por la misma época que cuando escribí “O.M.W” con Ezra. Y cuando escribí mis primeros temas, supe que debía publicarlos de alguna forma. Así que me tomó otro par de años el descubrir cómo cantar bien para lanzar mi primer LP, hace unos 5 años. Desde entonces, he intentado mejorar principalmente en producción. Eso es lo que me tiene obsesionado. Construí un nuevo estudio cuando grabé este disco, Dead Hand Control, que considero mi disco con mejor sonido. Como productor estoy muy feliz con cómo suena. Solo intento ser el mejor artista que pueda ser.
-¿Estás trabajando en algún proyecto en estos momentos? ¿Qué novedades podemos esperar próximamente?
-Aún trabajo en diferentes proyectos. Ahora mismo estoy haciendo un álbum de remixes de Dead Hand Control, porque quería hacer distintas versiones nuevas de mis canciones. Eso es lo que puedo adelantar de momento.
-¿Qué es la felicidad para ti?
-Un momento en el que estoy entregado completamente al presente y no me preocupo de nada más, sino que simplemente disfrutando lo que estoy viviendo. Hay diferentes versiones de ello. Puede ser cuando tomo vino con mi esposa al final del día, o sobre el escenario, tocando música para los fans. Para mí, ser feliz es vivir completamente el momento, y cuando hago música intento estar entregado completamente, estar cautivado.