Sebastián Ayala y su debut como director en la pantalla grande: “El cine tiene una estructura machista”
Tras varios intentos previos, “La isla de las gaviotas”, el proyecto que marca el debut del actor de “El reemplazante” en la dirección cinematográfica, obtuvo $157 millones de los Fondos de Cultura para su realización. Aquí, el autor habla con Culto de las intenciones de la producción, que buscó sumar voces disidentes, así como de las posibilidades del retorno de la serie y de su papel más recordado.
Para Sebastián Ayala y su equipo aún es difícil asimilar la noticia más reciente relacionada con su largometraje “La isla de las gaviotas”. Tras tres intentos en años anteriores, la película que marca el debut del actor en la silla de dirección de cine obtuvo para su realización $157 millones de los Fondos Cultura 2021, entregados por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. Una no despreciable cifra para el proyecto audiovisual que tiene como particularidad un equipo encabezado por mujeres y personas que se identifican de género no binario.
“Los fondos siempre tienen una parte media fortuita, depende de quién te evalúe, de las políticas públicas, del año o incluso del periodo político. Aunque uno no quisiera que fuera así, creo que siempre hay un elemento que podría dejarlo fuera, incluso algún error humano como no adjuntar una carta o subir un documento equivocado, por muy bueno que esté armado un proyecto. Por eso uno siempre tiene esa conciencia de que pueda ser que no pase nada”, comenta Ayala sobre sus experiencias pasadas y su éxito en el cuarto intento de postulación.
La idea que lo tiene en esta posición es un drama ambientado en Valparaíso, que pretende ser la primera gran producción travesti chilena y que cuenta la historia de Kareem, un adolescente que emprende un viaje personal en busca de su identidad, entrando de paso a un concurso de transformismo, empapándose de la cultura bohemia de la ciudad puerto y enfrentándose a los prejuicios de una sociedad que es reacia a aquellos cambios. Ahí, Ayala se sitúa como productor, escritor, director y protagonista de una cinta cuyo guión ha estado pendiente desde hace varios años tras su escritura.
“El proyecto ha evolucionado un montón desde la primera vez que lo postulamos, tanto el guión, su forma en general, la argumentación y la estética. Hay un cuidado que durante estos cuatro años se ha ido produciendo a través de todas las personas que se han ido integrando también”, admite Ayala durante una videollamada con Culto, al tiempo que reconoce que aún le cuesta creer que, después de todo este tiempo, la película por fin recibiera un apoyo en el apartado financiero. Claro que aún queda un trecho para alcanzar los $375 millones considerados para el presupuesto. En eso, también se trabaja.
Lo que espera ahora es poder grabar una parte de la cinta antes de fin de año y durante el verano del próximo, si la pandemia lo permite. Así, con todos los recursos, se apunta a que la llegada a las salas de cine sería durante 2022 o 2023, a más tardar.
“Tenemos un recorrido por festivales que también queremos tener primero, que le harían muy bien a la película internacionalmente antes de estrenar en Chile. Dentro de ellos el festival de cine de Berlín, Venecia y Sundance, que son más o menos el tipo de eventos a los que queremos llegar, sobre todo por su forma, pero también por los temas que trata”, comenta el actor, quien se ha empeñado en retratar temáticas LGBTI y de conflictos sociales, estableciéndose como una figura importante en la difusión de aquellas materias.
Una nueva creación que también le sirve para acusar otros problemas experimentados en el set. “El cine tiene una estructura machista. Aunque no se crea y aunque uno piensa que es arte. En general en las artes todavía hay un fuerte machismo. Aunque en el teatro también pasa”, señala. “Mayormente, los técnicos en esos dos lugares, a las mujeres y disidencias no les toman atención. Lamentablemente no creo que eso se termine tan pronto y eso es lo que a mí me hace más sentido de hacer esta película, hablar de esos grupos y que esté hecha por los mismos, que tengan la oportunidad de ser escuchados y de que puedan producir”.
“Es importante hacer esto con un financiamiento de largometraje y no que tengamos que andar haciendo completos, rifas y fiestas para poder recaudar fondos y hacer una película precaria. Esa ha sido la condición siempre y merecemos tener un espacio”, añade.
Así, con 32 años, Ayala se sumerge nuevamente en las aguas de la autoría con un historial como dramaturgo que lo ha curtido en la escritura de distintas historias sobre las tablas, de la mano de la compañía Teatro a La Deriva. “He tenido suerte y la oportunidad de escribir y dirigir obras propias. Desde el principio escribí “Colgadas de Peñalolén”, una obra de teatro documental, después “Agorafobia” que también tiene esos elementos, inspirada en el incendio de la discoteque Divine -alguna vez epicentro de la noche gay porteña- y esta semana hemos estado grabado “El fuego que llevamos dentro”, que es sobre la muerte de Nicole Saavedra Bahamondes”.
Ahora el desafío es igual de extenuante, según indica. La primera experiencia del actor de “Mala Junta” (2016) resultaría ser un híbrido de lo aprendido entre sus años de experiencia entre el teatro y el cine.
Aún así, el equipo de la película había impulsado otra iniciativa amparada en la web. “La isla de las gaviotas” lanzó en febrero una campaña de financiamiento colectivo a través de idea.me, una popular plataforma de crowdfunding donde la producción aún busca obtener $100 millones. Por ahora llevan por sobre $7 millones con 25 días restantes y más de 500 colaboradores que obtendrían como recompensa desde saludos y créditos hasta la posibilidad de asistir a la avant premiere virtual. Todo eso suma de cara al rodaje, pero también para la postproducción y distribución.
“Me he sorprendido igual y creo que uno nunca tiene que subestimar al público. Ahora que empezamos a hacer la campaña, me han escrito muchas personas mayores y uno podría decir ‘ese no es el público de la película’. Gente de 45 años para arriba, no un público joven, que pensamos que sería el objetivo al principio”, admite sobre el recibimiento de su aventura personal de corte coming-of-age, cuyos primeros indicios y motivaciones se dieron posterior a la grabación de “La pasión de Michelangelo” (2013) y la experiencia del actor en la dirección de cortometrajes.
El retorno de El Reemplazante
Pese a no quedar encasillado en el pasado y sumarse a nuevos proyectos, Ayala sigue siendo recordado por su icónico personaje Maicol Araya en la serie de televisión “El reemplazante”, una historia transmitida por TVN entre 2012 y 2014 en la que un profesor suplente y un grupo de alumnos en riesgo social enfrentan los problemas propios de la educación pública y de un futuro que pareciera ser poco prometedor.
El relato no quedó del todo finiquitado y la tercera temporada aún se espera por aquellos seguidores más acérrimos de la ficción que actualmente está disponible en Netflix. Sobre eso, el interprete admite que 2021 no ha servido para reavivar el proyecto. “No se ha hablado y no tenemos idea de nada. Los videos que hicimos para el estallido social y para la campaña del Apruebo fueron cosas muy espontáneas entre (la actriz) Karla Melo y yo. No hubo nada detrás, ni intenciones de canales o productoras”, continúa.
“En realidad, eso servía para el contexto en el que estábamos y para internet, pero para hacer una serie de televisión ese no puede ser el modo de producción. Para grabar las dos temporadas de ‘El reemplazante’ fueron cuatro meses de rodaje cada una, entonces es una serie cara, de 12 capítulos y con harta gente que trabaja. Se ve sencilla, simple y cercana, pero detrás hay un grupo gigante”.
Según comenta, la segunda temporada tuvo el final que el público conoce porque las ideas estaban más o menos claras para un nuevo ciclo. Un tema que ha pasado varias veces por la mente del actor pero que a estas alturas incluso le resulta cansador.
“Años después se hizo un teaser para una tercera temporada y se postuló a CNTV con otro equipo que no era la misma productora que había grabado la serie, sino que aquella que fue la creadora del producto original. Ellos retomaron el proyecto y la historia sucedía en otro lugar que no era el colegio, obviamente, y los cabros estaban más grandes, pero no se ganó el fondo”, comenta sobre aquella pieza inédita donde actuaba junto a Iván Álvarez de Araya.
Así también la nueva tanda de episodios planteaba un salto temporal de siete u ocho años en la vida de los personajes, contando qué habría pasado en aquel período posterior a la salida de la educación media.
“Si se hiciera un cierre de la serie tendrían que ser menos capítulos, tal vez sería la mitad o tres. Yo apelaría a eso, cerrar la historia aunque sea así, pero por lo menos darle un cierre para los fans. Si fuera través de un crowdfunding, por ejemplo, y se juntaran $200 millones, tal vez alcanzaría para hacer un capítulo o dos”, concluye.
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