Hasta este libro, Begoña Ugalde (36) tenía publicados libros de poesía: El cielo de los animales (2010), La virgen de las Antenas (2011), Lunares (2016), Poemas sobre mi normalidad (2018), La Fiesta vacía (2019). Pero en paralelo, fue acumulando cuentos en su computador. “Eran como 20, una locura”, cuenta a Culto del otro lado de la pantalla, vía Meet. Y un buen día le llegó la ocasión de hacer algo con ellos.
“Llevaba trabajando en ellos harto tiempo, y le mandé un montón a la Paz [Balmaceda, editora de Alfaguara], elegimos estos que tenían un tema más en común. Entonces, el libro no se concibió desde el comienzo como unidad, sino que fue una depuración de un material grande”, cuenta Begoña.
Esa depuración hoy está en formato libro. Es lo que hay, su debut en la narrativa vía Alfaguara, es una colección de ocho cuentos donde todos de alguna forma tocan temáticas de familias poco convencionales y relaciones afectivas también lejanas a lo común. Siempre con las mujeres como protagonistas, y con un toque algo humorístico que hace que las cosas sean menos terribles de lo que son.
“Tienen que ver con un período de mi vida en que estaba escribiendo sobre estas cosas”, explica Begoña. Un minuto crucial de eso, fue su paso por el máster en Creación literaria en la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona. Por ello es que la ciudad condal aparece como telón de fondo en algunos de los relatos.
“Varios de estos cuentos los desarrollé en ese espacio. En realidad, el master es como un conjunto de talleres, y fue interesante porque pude concentrarme en eso”, dice Ugalde. “Este libro se demoró harto en estar listo, la primera parte, más en bruto, la escribí como parte del master”.
Sobre la rutina de escritura, Begoña cuenta: “Siempre trato de ‘comprar tiempo’ en mis pegas, trato de no trabajar todo el día. En ese sentido, lo que más me acomoda es hacer talleres. Entonces, hacía talleres por las tardes y las mañanas cuando mi hijo iba al colegio me iba a escribir a la bilblioteca o a un café. Siempre trato de salir de la casa para escribir. Nunca muchas horas seguidas, siempre bien fragmentaria. Soy lenta en realidad”.
- ¿Cómo es pasar de la poesía a la narrativa?
- Igual fue bastante orgánico, porque siempre he estado haciendo las dos cosas en paralelo. No es que de repente me puse a escribir cuentos, ¡es como que salí del closet! porque escribo cuentos desde chica, pero nunca los había publicado. Y como la poesía es como un formato más acotado, me resultaba más fácil editar, porque para escribir hay que tener tiempo. Hasta ahora, no me había sentido segura de mostrarlos porque sentía que les faltaba trabajo. Fue un proceso de trabajar estos cuentos antes de publicarlos.
- Enrique Lihn decía que la literatura es un trabajo colectivo...
- Yo también lo creo así, y lo vivo así. Creo que es súper importante el tema de que haya otro ojo que te mire, que te edite, es una pega muy valiosa. Porque por más talento que se tenga, hay un tema con la estructuración y de técnica, y siempre ayuda que alguien te edite. Por eso quería publicar más en serio, para que alguien me editara los cuentos. Fue hermoso en ese sentido, porque ganaron mucho con la edición.
-¿Por qué elegiste estas historias familiares de mujeres siendo madres, de familias no convencionales?
-¿Por qué crees tú? (risas) Es que he vivido esas situaciones, soy capaz de darme cuenta de que hay un elemento medio cómico igual, que en esas situaciones hay algo que es interesante explorar temáticamente, que es la idea de deconstruir la familia tradicional que creo que hoy en día cuesta mucho sostenerla. Creo que muy poca gente realmente sostiene con convicción que esa es la mejor forma de vida. Está bien en crisis el modelo porque los roles están en crisis, pero creo que esa crisis es buena, tengo esperanza en esa crisis.
-O sea, hay harto de autobiográfico en estos cuentos...
- Sí, sí. Están exagerados los personajes, están exageradas las experiencias. Pero sí.
-¿Qué autoras y autores tienes como referentes?
- Me gusta esta pregunta. Me gusta mucho la Lucia Berlin, podría admitir sin pudor que le trato de copiar a ella, me gustan harto las gringas en general: la Joy Williams, Lorrie Moore. Me gustan mucho Hebe Uhart, Clarice Lispector, Arelis Uribe, la Ale Costamagna, Nona Fernández y la Mariana Enriquez.
Mi amigo Alejandro
En los agradecimientos finales, uno de los nombres que llama la atención es el de Alejandro Zambra, a quien agradece “por su dedicada lectura y comentarios entusiastas”. La mención no es casual.
“Con Alejandro somos amigos desde hace bastante tiempo. Te diría 10 años, y siempre hemos mantenido un contacto. Cuando fue a Barcelona nos tomamos un café y fue bacán, siempre hemos tenido una relación de mucha conversación y de preguntarnos en qué estamos. Siempre he leído sus libros y él los míos”.
“En este caso, me pidió que le mandara los cuentos, se los mandé, pasó mucho rato y me dijo ‘no los he leído, perdona, perdona, pero mándame la última versión’, y fue justo antes de que salieran. Se los mandé y los leyó muy concienzudamente, te diría que fue la única persona, porque típico que se los mandas a los amigos y no los leen nunca (risas), un clásico porque a todo el mundo le da lata leer un Word, es así y lo entiendo. Alejandro hizo la pega, los leyó y fue súper generoso en su lectura. Me dio un feedback súper bonito, justo antes del lanzamiento. Entonces se ganó aparecer en esos agradecimientos (risas)”.
Es lo que hay ya está disponible en librerías.