-Gal Costa - Gal Costa (1969)
La voz diáfana de Gal Costa parece abrazar con suavidad los primeros minutos del álbum, pero es apenas un truco para una travesía mucho más trepidante. De pronto hay quiebres experimentales, piezas de music hall y arrebatos rockeros, los que desde sus primeros años la situaron como una coordenada ineludible de la música brasileña. Búsqueda creativa y belleza melódica en uno de los títulos que definió el movimiento conocido como tropicalismo.
-The Bonzo Dog Doo-Dah Band - Gorilla (1967)
Formados a principios de los 60 por un grupo de estudiantes ingleses de arte adscritos al avant-garde, hacia 1967 el proyecto adquirió un cuerpo más definido con la llegada de Neil Innes, posterior integrante de Monty Python, quien los empujó hacia el jazz, la psicodelia, el rock and roll y la sátira. Su debut de esa misma temporada es adictivo de principio a fin, como si Benny Hill se hubiera infiltrado en algunas de las bandas británicas más prominentes de esos días, llamando la atención hasta de Paul McCartney, quien los incluyó en la cinta Magical Mystery Tour, de The Beatles, para que interpretaran la composición Death Cab for Cutie.
-Taj Mahal - The Natch’l Blues (1968)
Cuando el blues nacido en los campos de algodón se sofisticaba a la par de los avances técnicos, sobre todo en manos de los conjuntos británicos, Taj Mahal advirtió que no era necesario abandonar el sonido más crudo de su cuna para despuntar modernidad. En este título vibran las raíces del blues, el soul y el gospel, pero con una amplia variedad de timbres, gracias a la contribución de colaboradores como el tecladista Al Kooper, pero también al propio Taj Mahal, multiinstrumentista que siempre se ha acercado al patrimonio creativo de su tierra con un rigor enciclopédico.
-Small Faces - Small Faces (1966)
Cualquier repaso por los 60, incluso aquel que quiere cubrir rumbos alternativos, debe parar en las bandas inglesas de melenas y guitarras que definieron la esencia de la década. Small Faces fue un grupo de sonido anfetamínico, comparados con The Who en su fiereza y encabezados por la garganta impetuosa del cantante Steve Marriott. Sólo es necesario unos segundos para probarlo: Shake, el inicio de este debut, es un golpe que energiza a cualquiera.
-James Carr - A man needs a woman (1968)
El soul también es parte de la médula de este decenio. Las estrellas de los sellos Motown y Stax estaban en su apogeo, pero también había espacio para otros nombres: James Carr fue un intérprete nacido en Misisipi que sintetizó la calidez de las baladas en piano con el timbre robusto de los bronces, además de una voz que le valió comparaciones con Otis Redding. Debido a un trastorno bipolar que lo afectó desde niño, nunca pudo alcanzar las cimas de popularidad de sus coétaneos, pero dejó discos como A man needs a woman, el segundo de su trayectoria, una pieza para recordar días de brillo irrepetible para el pop afroamericano.
-Odetta - Odetta sings Dylan (1965)
Una de las grandes voces del folk estadounidense, activista y capaz de extender la herencia del espiritual o cantos de iglesia hasta los años 60, se adaptó rápidamente a los vertiginosos cambios propulsados por la era dorada de la música popular. Este título es una muestra cabal: cuando Bob Dylan recién zafaba de su era acústica y política, Odetta tomó lo mejor de su repertorio y lo transfiguró en piezas llenas de vigor vocal, como si el actual Nobel de Literatura se hubiera convertido en un blusero despachando crónicas cotidianas desde la orilla del Misisipi.
-Van Morrison - Blowin’ your mind! (1967)
Aunque nunca lo ha reconocido como un disco -siempre lo tachó como un mero recocido que se hizo sin su consentimiento-, el debut del cantautor norirlandés es un fantástico testimonio de rock and roll, country, baladas con toque soul y melodías de interpretación rasposa muy propias de esos días, configurando al intérprete mayúsculo que se consagraría en las décadas siguientes.
-Johnny Zamot - Introduces the Boogaloo Frog (1968)
En la segunda mitad de los 60, la música latina estallaba hacia distintas direcciones, con el boogaloo como punta de lanza de un sonido más urbano, que aceleraba con mayor ritmo, carácter y estilo el cancionero caribeño legado por epicentros como Cuba. Sería el preludio del éxito de la salsa en la década siguiente. El percusionista puertorriqueño Johnny Zamot creció en Nueva York y en 1968 publicó una producción donde los bronces y las congas se abrazan en una fórmula más cercana al funk, con temas irresistibles como Hey mama o Are you ready?
- Nico - Chelsea girl (1967)
La gran diva de The Velvet Underground da un paso al costado, no pierde el tiempo y en ese mismo 1967 del disco de la banana se atreve con su primer título solista, secundada por aliados de fuste, como John Cale en la producción, o Bob Dylan, Jackson Browne y Lou Reed en las letras. Su aspecto fantasmagórico en contraste con su tono angelical hicieron el resto.
- Sandro - La magia de Sandro (1968)
Apenas es 1968, pero “el Gitano” ya es fenómeno y va en su noveno álbum. El recorrido es evidente: la producción lo muestra en sus múltiples facetas, de vehemente Elvis latino (Tengo) o baladista al borde de las lágrimas (Me amas y me dejas), hasta un intérprete de pop de finos arreglos (Yuma joe). Uno de los tantos álbumes que sirven para corroborar al argentino como una figura única en su especie.
-Los Vidrios Quebrados - Fictions (1967)
Gema de los albores del rock chileno, el único disco lanzado por Los Vidrios Quebrados trae composiciones originales, cantadas todas en inglés y que aborda tópicos poco habituales para el catálogo nacional de esos años, como la homosexualidad, la libertad y las reflexiones de mirada más existencial. Bajo la batuta de Juan Mateo O’Brien y Héctor Sepúlveda, lograron ensamblar un sonido moderno y propio, sin olvidar a los héroes de la escena anglo que cualquier joven adoraba en ese entonces.
-The Everly Brothers - Roots (1968)
Asociados mayormente al rock and roll de la segunda mitad de los 50, el dúo de hermanos pudo reinventarse hacia el final de la década siguiente, cuando precisamente su generación ya parecía pasada de moda. ¿Cómo lo hicieron? Con un bellísimo disco de vibra acústica, más vinculado al country, de estampa adulta y donde mantienen el juego vocal que perpetuaron como marca de fábrica. Además, demostraron estar plenamente conectados con los tiempos: después de todo, 1968 es el primer gran año donde el rock empieza a mirar en retrospectiva y tempranamente sitúa a los 50 como su primera gran fuente de nostalgia.
-Cosmic music - John Coltrane y Alice Coltrane (1968)
Tras la muerte del saxofonista John Coltrane en 1967, su propia esposa, Alice, se encargó de liderar las sesiones restantes del disco y lo editó de forma póstuma un año después. Un viaje por momentos caóticos y otros reflexivos, pero siempre concibiendo al jazz como un género liberado de los guiones creativos.