Para los que no tienen paciencia: tres series cortas para ver en maratón
Si no te gustan las temporadas largas y buscas algo rápido y entretenido para pasar la cuarentena, aquí el crítico de TV Rodrigo Munizaga recomienda tres series en streaming recién estrenadas en Chile.
Two weeks to live
(Streaming Paramount +)
*Tiempo que tardarás en verla: 2 horas y 29 minutos.
Maisie Williams (Arya de Game of thrones) y Sian Clifford (Claire, la hermana mayor en Fleabag) son hija y madre en esta miniserie de seis capítulos de 25 minutos que llegó a Chile dentro del catálogo de Paramount + y que combina humor negro y apocalipsis.
Una chica de 21 años viaja al pueblo natal de su padre, acompañada de sus cenizas, y llega al bar donde se conocieron sus padres. Ella, que ha vivido toda su vida en el bosque y ha recibido instrucción de su madre en técnicas de supervivencia, no tiene idea de cómo es la ciudad. Anda en un jeep equipado con implementos casi de guerra y lleva una pistola. Su misión personal es vengar la muerte injusta de su padre y sabe bien quién es el culpable. Pero en el pub conoce a un chico que ha sido retado por su hermano para que olvide a su exnovia y conozca a una mujer. Entre ambos, le dicen que el mundo se acabará en dos semanas más y ella se lo cree.
Aparte de las buenas actuaciones de Williams y Clifford, la serie tiene una velocidad que se agradece para dejar caer el conflicto y escenas de acción que seguramente le gustarían a Quentin Tarantino. La primera mitad es particularmente movida y luego deriva hacia un drama familiar, con enfrentamientos entre la madre sobreprotectora y su hija, que tiene una inocencia a ratos irritante, pero que la ficción fuerza por el enclaustramiento en el que ha vivido, creyéndole a su madre que están próximas al Apocalipsis.
Two weeks to live no pretende cambiar la historia de la TV, pero es ligera, rara, a ratos graciosa y muy entretenida. Ideal para ver en estos días y olvidarse, por un rato, de la cuarentena.
Esto es un atraco: el mayor robo de arte del mundo
(Netflix)
*Tiempo que tardarás en verla: 3 horas y media.
La noche del 18 de marzo de 1990, donde hombres disfrazados de policías entraron al museo Isabella Stewart Gardner, en Boston, Estados Unidos, y en 81 minutos robaron 13 cuadros valorados en US$500 millones, entre ellos La tormenta en el mar de Galilea, de Rembrandt, además de bocetos de Manet y Degas. Hasta el día de hoy las obras no se han encontrado ni tampoco a los ladrones. ¿Cómo lo hicieron?
Esa es la premisa de esta recién estrenada docuserie que busca dar respuestas a una intriga donde cada detalle del caso es más curioso que el anterior. Por ejemplo, que los asaltantes se llevaron las obras y dejaron los cuadros vacíos, rajando los óleos. O que el nochero del museo era un chico sin experiencia y adicto al alcohol y las drogas. O que el FBI llegó a una escena del crimen totalmente desordenada y donde no pudieron hacer rastreos de ADN y tras un mes, dejaron la investigación a cargo de solo una persona, de 26 años.
Con ritmo casi frenético, numerosas fuentes relacionadas al caso, la docuserie tiene un montaje del que es imposible huir y hace cómplices a los televidentes sobre qué pudo haber pasado aquella noche y los posibles sospechosos, entre ellos la mafia. Como las obras eran imposibles de vender -los habría delatado, al ser tan famosas y costosas-, posiblemente quedaron en manos de algún amante del arte que debe tenerlas muy guardadas o, plantea la serie, podría haber sido una moneda de cambio de algún mafioso, algo común en aquellos años en Boston.
Netflix estrena semanalmente una decena de producciones y, en su mayoría, son malas o aburridas. Esto es exactamente lo opuesto: una verdadera revelación. Adictiva, muy ilustrativa sobre cómo la policía estadounidense puede hacerlo horrible en una investigación, para ver en modo maratón y pasar un muy buen rato.
El show de Snoopy
(Apple +)
*Tiempo que tardarás en verla: 2 horas y 12 minutos.
Los clásicos personajes creados por Charles M. Schulz en los años 50 están de vuelta en la televisión. Y no es solo un ejercicio de nostalgia. El show de Snoopy está contada desde la óptica del Beagle y no de su amo, Charlie Brown, para frustración de él.
Aparecen Linus, Lucy, Schroder y los demás, con situaciones simples y otras más complejas, pero la serie asume riesgos: en El show de Charlie Brown y Snoopy, la clásica serie de los años 80, el perro se ganaba cada escena, pero su incapacidad de hablar hacía que el protagonismo lo tomara Charlie Brown. Y esta vez no es así: la música se impone en muchas escenas sin diálogo, con una animación colorida y respetando el tono existencialista original, pero sin perder la dulzura y la diversión.
Aunque es una serie orientada al público infantil, es innegable que sus seguidores sobrepasan por mucho la mayoría de edad y, como ocurre con las cintas de Pixar, los niños se divertirán, pero también los mayores, por las capas de profundidad o simpleza que tiene cada capítulo.
Hay capítulos de Halloween o el invierno, pero el arranque muestra cómo Charlie conoce a Snoopy y termina adoptándolo. Y cuenta por qué el Beagle ha preferido dormir arriba de la casa que le arma su amo y no dentro de ella. Lo que se ve en pantalla es pura dulzura, capaz de emocionar hasta al más duro. En lo visual, es prácticamente perfecta en colores y texturas que respetan a las viñetas y la serie original, pero aprovechando las posibilidades tecnológicas actuales.
“No te entiendo, Snoopy”, dice Lucy en el primer episodio de El show de Snoopy . “Con todos los problemas del mundo, todavía bailas. ¿Dónde está el miedo? ¿Dónde está el pavor?”. En pocos minutos, la serie logra un perfecto reencuentro con sus fans que cruzan varias generaciones. Una joyita animada para ver en familia.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.