“¿Eres fan de BTS?”. Una pregunta que en 2021 se puede escuchar en casi cada charla alrededor del planeta, gracias al enorme arrastre del grupo que lideró la conquista global del K-pop. En febrero pasado, la interrogante la responde a la revista Esquire una figura que durante el último año ha estado a la cabeza del reconocimiento a Corea en la conversación de Occidente.
“Tengo 73, no lo sé”, replicó Youn Yuh-jung. “Estoy muy contenta de que el mundo note eso de Corea, porque he vivido en ese país durante mucho tiempo y en mi época nadie sabía sobre Corea del Sur”.
Sin ánimo de convertirse en un nombre de fama mundial, la intérprete está a punto de transformarse no sólo en la primera actriz coreana en alzarse con un Oscar, sino que en una de las ganadoras más sorprendentes que recuerden las premiaciones. Al menos en esa dimensión, está cerca de superar lo que logró cualquier actor de Parasite, la gran triunfadora de 2020, que no obtuvo candidaturas para su elenco en los Premios de la Academia.
Su rol de la entrañable abuela de la familia protagonista de Minari la tiene corriendo con ventaja para imponerse frente a otras veteranas (Glenn Close, Olivia Colman) y a otra revelación de Hollywood durante 2020, la búlgara Maria Bakalova (Borat subsequent moviefilm).
Youn Yuh-jung es probablemente dueña de la mejor interpretación del grupo, pero también de la historia de vida y profesional más extraordinaria. Nacida en 1947 al norte del país, en la localidad de Kaesong, alcanzó el éxito temprano con la película Woman of fire (1971), de Kim Ki-young, el primer hito de una serie de papeles en sus 20 años que la convirtieron en una intérprete apreciada en su patria.
Antes de grabar en Tulsa el filme dirigido por Lee Isaac Chung y hablado en coreano que la tiene en carrera por los Oscar –la historia de un clan de inmigrantes coreanos que se traslada hasta la ruralidad de Arkansas en los años 80–, la actriz vivió en Estados Unidos durante una década.
Fue una de las consecuencias de su matrimonio con el popular cantante Cho Young-nam, con quien se mudó a Florida a mediados de los 70. La otra consecuencia de su compromiso fue que se retiró tempranamente de la actuación, en parte porque no aprendió a hablar inglés.
Tras volver como una madre divorciada a su país natal –y con dos hijos– trabajó en lo que pudo en series y televisión. Una realidad que empezó a cambiar en los 2000, cuando recuperó su estatus en múltiples proyectos, incluidos cuatro largometrajes de Hong Sang-soo, uno de los autores más celebrados de Corea.
Los festivales, por lo tanto, no son un ambiente que le resulte ajeno. De manera presencial, estuvo en la gélida Utah en la premiere mundial de Minari en el Festival de Sundance a inicios de 2020. Allí el filme se encumbró como uno los títulos más elogiados del certamen, ganando el premio del público y la principal distinción de la competencia de películas estadounidenses.
Ahora la cinta aspira a seis Oscar –siendo el suyo el más probable–, pero la actriz no es una devota de las premiaciones: “Todos interpretan diferentes papeles para diferentes películas. No hay forma de comparar”.
Hace una semana, causó asombro con su discurso de agradecimiento en los Bafta, primero al dar su pésame por la muerte del príncipe Felipe y luego al mencionar que “cada premio es valioso, pero este lo es especialmente, porque es un reconocimiento de los británicos, conocidos por su esnobismo, que me aceptan como actriz”. Palabras que ayer corrigió en su estilo: “Hola, Gran Bretaña, perdóname”.