Fue en marzo de 2017 cuando el chef francés y figura televisiva, Anthony Bourdain, tuvo una idea para un libro, pero no tuvo tiempo para escribirlo debido a sus compromisos laborales frente a la cámara del programa A Cook’s Tour, del canal Food Network. Así, el libro quedaría para el verano septentrional de 2018.
Sin embargo, Bourdain no alcanzó a escribir una coma del libro: se suicidó en junio de 2018, en una de las noticias más impactantes de esa temporada para la escena televisiva y gastronómica global.
Ahí, la idea del volumen pareció extinguirse, si no es por la iniciativa de una persona especial. La fiel asistente de Bourdain, Laurie Woolever. “Para mí, no había duda de que el libro continuaría”, dijo en declaraciones recogidas por el New York Times. “Mientras tuviera la bendición de su patrimonio, lo cual hice, quería terminarlo como una forma de servir a su legado”. El título lo tuvo claro: World travel.
Así, Woolever decidió comenzar a armar el libro en base a los viajes que realizó junto al galo. A través de sus 469 páginas, “es un atlas del mundo visto a través de sus ojos”, dice Woolever en la introducción del libro.
Un Turistel
Básicamente, World Travel está diseñado para leerse como una guía de viaje. Algo así como un Turistel, pero que cubre 43 países, y tiene las recomendaciones de Bourdain para restaurantes, hoteles y otras atracciones extraídas principalmente de sus diversos programas de televisión.
En sus páginas, Woolever, insertó contexto y una sección sobre aeropuertos, transporte público y costos de taxi.
Curiosamente, en vida, el mismo Bourdain nunca profesó ser un fanático de las guías de viaje y, antes de este libro, nunca había expresado mucho interés en escribir una. “No quiero una lista de los mejores hoteles o restaurantes; Quiero leer ficción ambientada en un lugar en el que tengas una idea real de cómo es ese lugar“, dijo en una entrevista. De hecho, lo suyo eran libros deslenguados y donde muchas veces -con un lenguaje incorrecto- describía las penurias de un hotel o las bondades de una picada que pasaba inadvertida. Más que los datos, se inclinaba por las narraciones de carácter vivencial, con textos dotados de pluma inquieta y aguda.
Sin embargo, Woolever asegura que entre ambos había cierto entendimiento de que una guía podría ser exactamente lo que sus fans querían. “Me gustaría pensar que incluso si alguien ha visto todos los episodios, incluso si ha leído todos los libros, existe la posibilidad de nuevos descubrimientos con este libro”, dijo.
Las elecciones no fueron al azar. Una de las cosas que Bourdain alcanzó a realizar para el libro fue una charla con Woolever, en su apartamento en Manhattan, donde le habló de qué cosas debían ir. Desde qué puestos de vendedores ambulantes de Singapur, restaurantes de tapas españolas o bares de buceo estadounidenses debían aparecer. Por eso, no es que la asistente haya decidido de manera arbitraria.
“Me preparé de antemano para esta reunión con Tony haciendo una lista de todos los lugares en los que había estado -dijo Woolever-. Él simplemente, con la cabeza abierta, decía ‘tenemos que incluir este puesto del mercado y este lugar con el pollo’”, recordó.
“Tenía un nivel de recuerdo bastante asombroso para alguien que había hecho tanto”, agrega su asistente.
A pesar de eso, Woolever reconoce que la tarea, sin su compañero, fue compleja. “Es difícil y solitario ser coautor de un libro sobre las maravillas de los viajes por el mundo cuando su compañero de escritura, ese mismo viajero, ya no viaja por ese mundo”, admite.
Por eso, Woolever debió echar mano a otros recursos y hablar con otros miembros del círculo cercano del francés: su equipo de producción y anteriores arregladores que ofrecieron información actualizada sobre lugares antiguos que el Sr. Bourdain podría haber visitado.
“Nunca quiero hablar por Tony, pero si tuviera que especular, y creo que todos estuvimos de acuerdo, creo que él querría que estas cosas que se habían puesto en marcha continúen”, dijo. De hecho, Woolever estudió minuciosamente las transcripciones de programas anteriores y pasó días contactando a chefs en la campiña francesa o en la costa de Mozambique para asegurarse de que todavía estuvieran en funcionamiento.
“Verifiqué que todos los lugares enumerados todavía estuvieran abiertos justo antes de que se cerrara la ventana para nuevas ediciones”, dice la asistente. Eso sí, un solo establecimiento, el bar Cold Tea en Toronto, había cerrado desde la visita de Bourdain, pero de todas maneras fue incluido en el libro.
Algo incompleto
Con la ausencia de Bourdain, Woolever admite que el resultado del libro no es una guía completa, de hecho, asegura que el resultado final se siente incompleto y desequilibrado. Con la revisión del New York Times, se señala que Ghana, Irlanda y Líbano reciben tres páginas cada uno; Estados Unidos obtiene casi 100. Hay un capítulo sobre Macao, pero nada sobre Indonesia o Tailandia.
Sí, hay algunas cosas llamativas. En la sección de Tokio, las recomendaciones incluyen el hotel Park Hyatt (el que sale en Lost in Translation); Sukiyabashi Jiro, el restaurante en el centro del documental Jiro Dreams of Sushi; el extraño festival kitsch que es el Robot Restaurant; y un bar en el barrio Golden Gai lleno de turistas. En Camboya, hay recomendaciones de tres hoteles, dos mercados para cenar y una sugerencia para visitar los templos de Angkor Wat, la atracción más famosa del país.
Debido a las trágicas circunstancias que siguieron a su inicio, World Travel puede parecer más una antología de grandes éxitos que una guía nueva y original. Pero lea de cabo a rabo, país por país, es una encarnación perdurable del amor de Anthony Bourdain por el mundo entero y un recordatorio de cómo apilar nuestras prioridades la próxima vez que podamos seguir sus pasos.
El libro World Travel: An Irreverent Guide, de Anthony Bourdain y en el que Laurie Woolever aparece como coautora, se encuentra disponible en Amazon, en inglés, vía editorial Ecco, un sello de la editorial estadounidense HarperCollins, a un valor de US$22.80 (unos $15.909 pesos chilenos).