Muere el actor y director teatral Óscar Castro
Fundador del Teatro Aleph a fines de los 60 y responsable de revivirlo en el exilio en Francia, el actor desarrolló una sobresaliente carrera en las tablas y también registró algunos papeles en el cine, incluido su rol de cartero de Neruda en Ardiente paciencia, de Antonio Skármeta. Su deceso se produjo por complicaciones derivadas del Covid.
Reconocido por su labor como fundador del Teatro Aleph, compañía que mantenía en actividad en París y en La Cisterna, el actor y dramaturgo chileno Óscar Castro falleció este domingo a los 73 años.
Así lo informaron personalidades del teatro y luego lo confirmó la ministra de las Culturas, Consuelo Valdés, quien señaló que “dedicó su vida al teatro en Chile y el extranjero, con un compromiso inclaudicable”. El propio Aleph en Chile también se refirió al deceso, detallando que se produjo a causa del Covid.
Apodado Óscar “Cuervo” Castro por sus amigos y quienes lo admiraban, el actor comenzó su carrera tempranamente a fines de los años 60. Siendo todavía alumno del Instituto Nacional, junto a otros compañeros y estudiantes del Liceo 1 de Niñas, incluida una adolescente Michelle Bachelet, dieron forma a una compañía de jóvenes amantes de las tablas.
Marieta Castro, Carola Vallejo, Ana María Vallejo, Luis Alfredo Cifuentes, John McLeod, Juan Enrique Droguett y Fernando Cordero terminaron siendo los miembros más estables del conjunto, descrito como uno de los más punzantes e innovadores de la época. Entre sus principales montajes estuvieron ¿Se sirve un cocktail molotov? (1969), Viva in-mundo de fanta-cía (1969), Cuántas ruedas tiene un trineo (1971) y Casimiro peñafleta (1971).
El Golpe militar de 1973 puso en jaque la continuidad de la compañía, pero Castro y sus colegas decidieron seguir adelante. Un empuje que se paralizó cuando el propio actor fue detenido junto a su hermana, con destino Tres Álamos.
En los tres años que estuvo prisionero por la dictadura el dramaturgo siguió realizando nuevas obras, pese a la amenaza permanente de censura, desaparición o muerte “El teatro en el campo de concentración era un espacio de libertad, un espacio de reencontrarse con la humanidad, con lo humano que uno era. Hasta los militares venían a ver las piezas”, relató en una entrevista de 2018.
Apelando al ingenio y al humor incluso en esos momentos, Castro junto al grupo de actores que lo acompañaban recurrieron a la pura ficción para zafar de la censura en el recinto. Cada nueva obra la presentaban como creación del autor “Emile Kahn”, anagrama de Melinka (Puchuncaví). Decían que trataba de un dramaturgo judío polonés que había estado en los campos de concentración nazi. Nunca fueron descubiertos.
El director teatral logró ser liberado en 1976, pero esos años quedaron marcados por el dolor por la desaparición de su mamá, Julieta Ramírez, y de su cuñado, John McLeod, de quienes nunca más supo después de que los visitaran a él y su hermana. Ambos continúan siendo detenidos desaparecidos.
Óscar Castro encontró en Francia a lo que siempre llamó su “madre adoptiva”, donde crio a sus hijos y pudo refundar en 1976 el Teatro Aleph, en la localidad de Ivry sur Seine. En ese nuevo espacio dio forma a montajes como El exiliado Mateluna (1980) y La noche suspendida (1982), y logró tal prestigio que en 2018 fue reconocido con el máximo reconocimiento que tiene el país para ciudadanos locales y extranjeros, la distinción como Caballero de la Legión de Honor. Se entregó en Santiago en presencia del embajador de Francia y la ministra Consuelo Valdés. En Chile, en tanto, fue nombrado Comendador del orden al mérito docente y cultura Gabriela Mistral en 2017.
Un par de años antes pudo finalmente reabrir el Aleph en Santiago, encontrando como domicilio una casa en La Cisterna. Desde septiembre de 2015 y hasta la actualidad, la compañía funciona en conexión con su comunidad, y una de sus salas lleva por nombre Julieta, en honor a su madre. “Te extrañaremos maestro de nuestro corazón”, lo despidió la propia compañía ayer.
Castro no tuvo una carrera prolífica en el cine, pero acumuló algunos papeles fundamentales. En 1970 actuó en ¿Qué hacer?, largometraje dirigido por Nina Serrano, Raúl Ruiz y Saúl Landau, y durante su exilio completó algunos roles en películas con fuerte conexión chilena. La más importante, Ardiente paciencia (1983), basada en la novela y dirigida por Antonio Skármeta, en la que interpretó al cartero de Neruda.
Pero Castro volvió una y otra vez al teatro. Uno de sus trabajos finales fue La democracia del miedo, una obra escrita en la Francia del auge de los chalecos amarillos y de lo que llamaba “una nueva religión, el consumerismo”. Su determinación y mordacidad se mantuvo intacta hasta sus últimos años. “Yo si hubiera trabajado en un barco mercante, habría hecho teatro en el barco mercante”.
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