María Esther Zamora (74) dice que todo se mantiene igual: tal como quedó desde la madrugada del 5 de diciembre de 2020. “Está todo intacto, no he tocado nada de su pieza. Está el whisky, sus lentes, el sillón, el chal, su ropa, sus petacas en el velador. Nada se ha movido. Y la luz prendida, porque a él le gustaba dormir con la luz prendida. Odiaba la oscuridad”.

También revela que Pepe Fuentes -leyenda mayor de la música chilena, su esposo desde 1989 y con quien mantuvo por tres décadas ese refugio del folclor llamado La Casa de la Cueca, lugar donde además vivían- nunca estuvo para cuidados intensivos: “Nunca tuvo algo, casi nunca se enfermaba. Una vez al año íbamos al consultorio a hacer un perfil bioquímico: a mi me encontraban todo y a él nada. No se tomaba ni una aspirina. Nunca tuvo una caña mala. Además, el Pepe era whiskero. Nunca tomó otra cosa que no fuera esa: al almuerzo, whisky de aperitivo; después, de bajativo, también un whisky; a la once, un litro de leche diario, con cereales y frutas; y luego un whiskacho. Y antes de acostarse, a veces otro whiskacho”.

Pepe Fuentes en 2016. FOTOS: PATRICIO FUENTES Y./ LA TERCERA

La tradición llegó a su fin ese día de inicios de diciembre en que el músico, a los 89 años, falleció debido a una serie de complicaciones en el Hospital Clínico de la Universidad Católica. El adiós estableció también el epílogo de una de las historias más particulares de la escena chilena: Zamora, hija del folclorista Segundo Zamora y parte de un linaje consagrado a la cueca, se enamoró de Fuentes cuando tenía once años. “Fue mi primer novio”, recuerda.

Pero Pepe -ya con un recorrido que incluía su paso por bandas como Fiesta Linda y Los Chamacos- partió de gira y estuvo 22 años fuera de Chile, principalmente en Argentina, Italia y España. “Se iba por 22 días y al final fueron 22 años”, redondea Zamora.

Cuando volvió al país hacia mediados de los 80, ya con Zamora mayor de edad, consolidaron la relación, se casaron y se dedicaron en las últimas tres décadas a difundir la música de raíz, emblemas de una cueca más callejera que también los acercó a generaciones jóvenes y a artistas como Álvaro Henríquez, Las Capitalinas, Los Pata e’ cumbia y Gepe.

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Por eso, el deceso de Fuentes -sumado a otra desgracia: la pandemia del coronavirus- también estuvo cerca de llevarse a la propia Casa de la Cueca. Situada en Avenida Matta y funcionando con talleres, clases y shows el primer domingo de cada mes, el lugar llegó a un punto de quiebre en que ya no podía seguir aguantando la falta de ingresos y la ausencia de público. Hacia mediados de enero, su cierre definitivo era inminente.

“Con el estallido, en octubre de 2019, pudimos seguir funcionando. Pero de ahí todo se paró en marzo del año siguiente, por el Covid. Ya no podíamos hacer nada. Yo no tenía cómo solventar esta casa ni pagar un arriendo, porque es una casa muy grande y cara. Con nuestra pega la financiábamos. Teníamos que seguir trabajando, porque además yo todavía tengo que seguir comprándome unos remedios muy caros debido a un grave accidente automovilístico que tuve hace un tiempo (en 2013)”.

“El Pepe alcanzó a sufrir el encierro, era angustiante, no podíamos recibir a nadie, ni trabajar, ni salir, ni nada. Todo se derrumbó y se vino abajo, fue terrible. En abril siempre tenemos actividades como la vendimia, y tampoco la pudimos hacer. El Alvaro (Henríquez) me invitó a hacer la Yein Fonda virtual, pero Pepito no quería nada, era muy doloroso para él no tener una vida social. Teníamos mucho miedo de salir y contagiarnos”.

La cantante añade que, incluso aunque hubiera podido seguir funcionando con aforo acotado, el escenario no era fácil: “El primer domingo de cada mes se llenaba de fiesta, de nuestros alumnos, de artistas. Pero estando yo sola al mando de la casa, es peligroso, no podía entrar cualquier persona”.

María Esther Zamora

Cuando se empezó a divulgar la noticia de que La Casa de la Cueca podía dejar de hacer sonar sus guitarras y panderos, llegó la operación rescate. “Una vez sonó el timbre y me dicen que es una persona de la Universidad Andrés Bello. La hice pasar y ahí me cuenta que tienen interés en que no se termine esto tan lindo, que están dispuestos a que siga. Era un señor que había venido a ver la Casa de la Cueca en otro momento”, recapitula.

En efecto, la casa de estudios y el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio decidieron firmar un convenio con Zamora para que el recinto continúe con sus puertas abiertas, a través de un plan de financiamiento y de un calendario que incluirá actividades frecuentes, shows, talleres, clases de cueca y encuentros con artistas locales.

“Estoy tremendamente emocionada con esto. Es como si el Pepito Fuentes jamás hubiera desaparecido y me ayudara con mis penas y mis angustias terribles de no poder trabajar o hacer música. Fue algo caído del cielo que vinieran tan desinteresadamente a apoyar mi hogar, el lugar donde también vivo. Nada me va a llenar nunca, se fue mi compañero de toda la vida, mi marido, mi novio, la persona con la que cocinaba y difundíamos la cueca. Pero él me sigue respaldando y esto me va a hacer más llevadero el dolor tremendo que aún siento”.

Las buenas noticias en torno a su residencia y espacio de trabajo -donde hay fotos de casi todos los que pasaron por ahí, como la fallecida bailarina alemana Pina Bausch- también han estimulado a la artista a retomar otros proyectos. Por ejemplo, un álbum que iban a grabar juntos a pura guitarra, “al estilo antiguo, medio Gardel”, según especifica. “Ya estaba hecho, íbamos a cantar varios temas. Ahora quiero retomarlo, pero yo sola”, comenta.

Después, existe el plan de otro trabajo con temas inéditos de Fuentes, pero sólo interpretados por cantantes o conjuntos de mujeres: “Lo que quiero es que los jóvenes sigan aprendiendo de él, porque hizo de todo, no sólo fue un cuequero, sino que también hizo tangos, boleros y chachachá”.

Y como tercera inciativa, Zamora quiere que la cantante Ginette Acevedo grabé un par de temas que Pepe Fuentes le entregó hace un tiempo.

“Él siempre me decía que deseaba que su música se mantuviera a través de los años. Que jamás muriera”, es el deseo que expresa la cuequera, a momentos entre sollozos y profunda nostalgia, pero con la claridad de que uno de los epicentros capitalinos de la cueca seguirá disfutando de su 18 eterno.