Cuando huía de Praga, debido a la invasión nazi de Checoslovaquia -en marzo de 1939-, el escritor Max Brod no solo llevaba en su maleta el alivio de salvar su vida, debido a su condición de judío, sino también un importante legado. Los papeles inéditos que le había entregado 15 años antes su gran amigo, otro escritor y también judío checo, Franz Kafka.
Antes de fallecer a los 40 años -un 3 de junio de 1924- debido a la tuberculosis, el autor de La metamorfosis le dejó a Brod todos sus escritos, cartas y dibujos con una idea en firme: que los quemara. Pero lejos de cumplir ese deseo, Brod no solo no los quemó, sino que los conservó y además comenzó paulatinamente a publicar algunos de esos escritos. Por ejemplo, la clásica novela El proceso, vio la luz en 1925, pese a estar inconclusa.
Brod escapó a Tel Aviv, acaso uno de los lugares más seguros donde un judío podía arrancar en esos años. Ahí, junto a su secretaria, Esther Hoffe, mantuvo los papeles, y continuó publicando las obras de su célebre amigo.
Hoy, esos papeles inéditos de Kafka se pueden consultar vía online en el sitio de la Biblioteca Nacional de Israel. El organismo acaba de inaugurar un apartado en su web donde se pueden consultar los documentos. “Hay unos 120 dibujos, más de 200 cartas dirigidas al escritor Max Brod, [entre ellas] el original de su testamento literario en el que pedía a su amigo que quemase todos sus escritos”, explica Stefan Litt, conservador a cargo de este proyecto, en declaraciones recogidas por la agencia de noticias France Presse (AFP).
Eso sí, la mayor parte de los documentos recuperados ya habían sido publicados por Brod. Por ejemplo, la primera novela inacabada de Kafka, Preparativos de Boda en el Campo. Sin embargo, Litt comenta: “Encontramos dibujos inéditos sin firma ni fecha, pero que Brod había guardado”. Entre ellos se encuentran un retrato de la madre de Kafka y un autorretrato.
“También un cuaderno azul en el que Kafka había escrito en hebreo, firmado ‘K’, su rúbrica habitual”, indica Litt.
De hecho, el cuaderno, cuya fecha de datación es de 1920, el escritor lo usaba para practicar el idioma. Revisándolo, se encuentra un manuscrito donde le pide a su profesor de hebreo que no se enoje por las faltas en sus deberes “puesto que ya estoy enojado por ambos”.
Más allá de los dibujos y el cuaderno, Litt lamentó que no se encontró ningún texto inédito.
Arañazos de gatos y una batalla judicial
Poco antes de su muerte, en 1968, Max Brod encargó a Hoffe un favor: que se asegurara de que los papeles de Kafka llegaran a la Biblioteca Nacional de Israel.
Pero Hoffe, como Brod, tampoco cumplió los deseos de su exjefe. Mantuvo los papeles para sí, y de hecho, en 1988, vendió el manuscrito original de El proceso por US$2 millones. Otros, los guardó desperdigados en diferentes sitios: en su departamento en Tel Aviv y en bóvedas de Israel y Suiza.
Aunque nada es para siempre. Al fallecer Hoffe, en 2007, la Biblioteca Nacional de Israel, consciente de los deseos de Brod, hizo un llamado a sus hijas para que cumplieran la voluntad del amigo de Kafka y les entregaran los manuscritos restantes. Pero ellas se negaron.
Así, comenzó una larga batalla judicial. Esta terminó en 2019, cuando la Corte Suprema de Israel falló a favor de la Biblioteca y ordenó la entrega de los documentos. Eso obligó a abrir las bóvedas bancarias en el país del Medio oriente que contenían algunos de los documentos, e incluso permitió a los investigadores buscar en el departamento de Hoffe en Tel Aviv. Sin embargo, cuando llegaron, los investigadores de la biblioteca se encontraron que los nuevos habitantes del inmueble eran gatos.
En declaraciones a The Telegraph de ese año, Stefan Litt comentó que los felinos habían causado daños a los documentos. “Algunos habían sido arañados por los gatos, otros habían sido mojados”, lamentó. Otros de los papeles se habían guardado en una nevera en desuso.
En ese 2019, llegaron otros documentos que Hoffe no tenía. En 2013, dos israelíes encontraron parte de los documentos en los Archivos literarios alemanes, en la pequeña ciudad de Marbach. La policía germana localizó y confiscó los documentos, y otro fallo judicial los mandó definitivamente a Israel.
“Sin Max Brod, realmente no sabríamos quién es Kafka”, destacó Litt a la AFP.