La disyuntiva en 1983 no era simple. Uno venía de lanzar el año anterior éxitos gigantescos como Thriller y Billie Jean, imponiéndose frente a todos sus contemporáneos. El otro, luego de arrasar en los 70, tenías entre sus hits recientes a Let’s dance y Modern love. La elección estaba en las manos de Jim Henson después de que se le ocurriera consultarle a su hijo Brian qué estrella musical podía ser la más idónea para interpretar a un excéntrico monarca dentro de una historia de fantasía y rodeada de marionetas.
“Él quería saber quién yo creía que era el artista más importante para mi grupo de edad en Estados Unidos”, recordó hace unos años el tercer de cinco hijos del creador de Los Muppets, un veinteañero en esa época. “Y pensé que eran Michael Jackson y David Bowie”.
Después de que en una etapa previa incluso se considerara a Sting para el rol, Jim Henson se inclinó por el Duque Blanco en parte porque el personaje en cuestión, si bien tenía rasgos autoparódicos, era un adulto que también debía generar atractivo sexual, algo distante de la imagen infantil asociada al autor de Beat it. El papel era lo que había imaginado como uno de los ejes de su película Laberinto, fruto de un alambicado proceso de creación en que el director también colaboró con el autor infantil y poeta canadiense Dennis Lee y con el Monty Pyhton Terry Jones, mayoritariamente inspirado en la tradición europea.
Por esos cruces de talentos que sólo se explican por las rarezas de la época (George Lucas además era productor ejecutivo del filme), Bowie terminó encarnando al rey de los duendes en la trama, Jareth, y dando vida a probablemente su más recordada aparición en el cine. Tentado para asumir el rol cuando estaba de gira con Let’s dance, el británico se terminó apropiando del personaje de manera inolvidable, con una peluca imposible, atuendo de cuero y una personalidad egocéntrica que terminó ayudando a que la cinta fuera legendaria y popular en varias generaciones que apreciaron ya sea su oscuridad inventiva, su música (interpretada por el autor de Space oddity) o su imaginación desbordante.
Pero en su estreno en 1986 la cinta no fue un gran éxito comercial. De hecho, Jim Henson, que venía de un traspié no menor con El cristal encantado (1982), se estrelló de nuevo con la taquilla y no tendría posibilidad de revancha, hasta que consternó al mundo con su muerte en 1990. Laberinto causó más simpatía entre la crítica, pero nadie podía anticipar que con el paso del tiempo se convertiría en un objeto de culto, celebrado cada vez con más admiración.
Para su aniversario 30 se lanzó una versión especial en Blu-Ray, mientras que para conmemorar sus 35 años (desde su debut en Estados Unidos, un 27 de junio) saldrá al mercado por primera vez el Blu-Ray en 4K, con arte, fotografías y extractos de los guiones originales.
La prueba más potente de su vigencia, aunque tal vez no la más deseable, es que en Hollywood se prepara una secuela de la cinta de Henson, con Scott Derrickson (Doctor Strange) como director y la participación activa de The Jim Henson Company, que preserva el legado del padre de Los Muppets. Tendrá el panorama cuesta arriba, como siempre cuando se trata de continuar clásicos, pero sobre todo una ausencia imposible de sustituir: el rey de duendes con el que Bowie se rio de sí mismo.