Eduardo Carrasco, director de Quilapayún: “De puro picado fui a votar por Boric y después me gustó haberlo hecho”

Tras incendiar las primarias con duros dardos a los adherentes de Jadue, el líder de Quilapayún descarta un quiebre interno en el grupo y dice estar arrepentido de haber herido a terceros, pero reafirma sus críticas a lo que llama el “talibanismo y moralismo de izquierda”, algo que ya vivió tras su salida del PC y su regreso del exilio en los 80. “Aunque esto es mucho peor”, asegura.


En los últimos días los integrantes de Quilapayún han vuelto a reunirse. Aprovechando la flexibilización de las restricciones sanitarias, hace dos semanas retomaron los ensayos para su próximo gran proyecto: una cantata dedicada a Joaquín Murieta, el célebre bandolero de origen incierto que Pablo Neruda inmortalizó con su pluma. Según explica Eduardo Carrasco (81), fundador y líder del conjunto, el leit motiv de la obra en la que trabajan es “la violencia como reacción a la injusticia”.

Algo del espíritu de Murieta se apoderó de Carrasco el pasado sábado 17, un día antes de las primarias presidenciales, cuando decidió salir a defender a sus amigos, agarró el teclado de su computador y disparó sin filtro contra los adherentes de Daniel Jadue (PC) que criticaron a Horacio Durán y Horacio Salinas, de Inti-Illimani Histórico, luego que estos hicieran público su apoyo a la candidatura del frenteamplista Gabriel Boric. “Ese sectarismo y esa intolerancia son lo mismo que después, una vez que esta gentuza llega al poder, se transforma en prohibiciones y persecuciones a todo el que no se alinea con la verdad oficial”, fue parte de un reclamo que explotó rápidamente en redes sociales, generó una ola de cuestionamientos de varios simpatizantes de izquierda al compromiso político de Quilapayún, al tiempo que obligó a los músicos a reunirse, nuevamente, esta vez para dar explicaciones públicas y matizar los dichos de su director musical.

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A una semana de lo ocurrido, el instrumentista, escritor y filósofo dice estar arrepentido, “no de haber reaccionado, pero sí de haber dicho cosas que pudieron herir a varias personas”. Eso sí, reafirma el fondo de sus dichos y condena lo que llama el “moralismo” y “talibanismo” de algunos sectores de la izquierda chilena. Esa fue una de las razones de su alejamiento del Partido Comunista durante sus años de exilio, tras más de una década de militancia, en la que se convirtió, junto a su grupo, en uno de los mayores emblemas artísticos de la Nueva Canción Chilena y del gobierno de la Unidad Popular.

Con la segunda declaración que postearon como grupo, el martes pasado, donde lamentaron “la expresión genérica ‘los partidarios de Jadue’”, y sus compañeros manifestaron su molestia por no haber sido consultados antes de su escrito, a algunos les quedó la sensación de una cierta diferencia interna dentro de Quilapayún.

Nosotros administramos muy bien nuestras diferencias. Eso es muy bueno. Hay un clima de mucho respeto. Se cometen errores, por supuesto, de repente tenemos discusiones por esto o por lo otro, pero siempre en un clima muy amistoso. De hecho, cada vez que nos juntamos parece fiesta la cuestión.

¿En ese respeto a las diferencias radica la fórmula para que un grupo se mantenga unido tras más de 50 años?

Exactamente. Y sinceramente, yo creo que ninguno está tratando de empujar a los demás a una cosa común. De hecho, políticamente, votamos de manera muy distinta dentro de los seis que estamos en Chile. En ese sentido no es problema que uno de repente tenga una opinión que no es compartida, no somos un partido político. Lo importante es que estamos muy unidos arriba del escenario y en los proyectos que estamos haciendo, eso es lo fundamental. Te diría que las desavenencias que hemos tenido respecto de lo que pasó ahora, que tiene mucho de histeria colectiva... no son polémicas que provengan de una discusión seria sobre el tema tratado, son escándalos que se producen por una palabra, como ocurrió con “lacra”, mal entendida. O sea, leyeron mal, nos atribuyen una idea que no está en nuestro espíritu y se arma una escandalera con eso, pero todo en un clima de muy poca racionalidad. Estamos en una época de mucho conflicto y de poca serenidad.

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¿Por qué?

Lo que pasa es que a nosotros nos molestó mucho esta cosa de los Horacios (Salinas y Durán), porque estimamos que si hay un derecho ciudadano y democrático es el de elegir qué candidato o tendencia quieres apoyar con tu voto o tu trabajo. Y es una cosa importante si lo hacen los músicos, se comprometen con un candidato, es una cosa súper seria desde el punto de vista personal, un compromiso que toman públicamente cuando no tendrían por qué hacerlo. Tendría que ser muy respetable eso. Y habría que entender que eso no tiene nada que ver con lo que se hace arriba del escenario. El fanatismo es tan grande que empiezan a cuestionar los valores artísticos y culturales de las personas, entonces es una cosa de verdad insoportable.

No es primera vez que un posteo suyo genera revuelo. Recuerdo unas críticas algo irónicas a Jamiroquai durante la presentación de ellos en Viña 2018, por ejemplo.

Son gajes del oficio, como se dice. Si tú te metes ahí corres ese riesgo. A veces la cosa se mueve en un terreno de racionalidad, pero de repente explotan todos estos demonios que la gente tiene dentro de sí y empieza a producirse la escandalera, donde no vale nada, ni los argumentos, ni las explicaciones, solo lo que cada cual cree estar leyendo o entendiendo. Hay una locura ahí, un fenómeno que se ha producido ahora y que no vale la pena combatir. Nosotros hicimos una declaración para explicar también lo que pasó entre nosotros, porque algunos se preocuparon, sobre todo porque amigos y gente cercana manifestó su sorpresa. Hay gente que merece todo nuestro cariño y confianza que nos hizo saber que era necesario explicar esto y lo hicimos, pero no sirve para nada, no calma esto y hasta puede ser contraproducente. La gente sigue insultando.

¿Ha recibido muchos ataques durante esta semana?

O sea, la cantidad de insultos y amenazas es interminable. Es increíble, porque la gente pierde los estribos. Nosotros ya dimos una pelea fuerte contra el estalinismo, te hablo de los años 80, cuando salimos del Partido Comunista, y cuando volvimos a Chile el 88 mucha gente nos trató de traidores. Fue una vuelta bien conflictiva, porque nosotros apoyamos a la Concertación y el PC no la apoyó, estaban en toda una cosa ultraizquierdista, de apoyar la lucha armada, con la que nosotros estábamos absolutamente en desacuerdo. En esa época el Quilapayún completo se fue (del PC) y volvimos a Chile con esa carga, había gente que nos miraba con desconfianza, porque inmediatamente se olvida. Nosotros éramos baluarte de la izquierda chilena y particularmente del Partido Comunista, nuestras canciones eran cantadas en las manifestaciones, cumplimos un papel. Allende me dijo: “Nunca vamos a poder retribuirles lo que ustedes han hecho por la revolución chilena”. Ya vivimos toda una época larga de resistencia, no del pueblo comunista, ellos siempre nos han apoyado y creo que es la gente que ha sido más cercana al Quilapayún, pero está toda esta otra gente que son ultra, que en el fondo son estalinistas, que ven en esto un sectarismo, la lucha política como una cruzada moral. Es gente tan sectaria que al final terminan por perjudicar al propio candidato.

¿Cree que fue así, que ese tipo de actitudes de sus votantes terminó incidiendo en la derrota de Daniel Jadue?

Yo creo que sí influyó. Por lo demás, no soy yo quien lo dice, sino que los analistas. Boric supo mostrar un lado más amable, más abierto, más acogedor, sin tanto juicio sobre los oponentes. Cuando entras al juego político lo que tienes que hacer es intentar sumar, ese es tu rol, tienes que conseguir aumentar tu base de apoyo, no puedes enclaustrarte en el grupete que te apoya, que son los convencidos, porque esos siempre van a ser una minoría. Tienes que salir de la minoría, no puedes insultar a los otros sectores. De los Inti-Illimani decían cosas como “ni perdón ni olvido” y eso es algo que se dice contra los pinochetistas, contra Pinochet, contra los que cometieron crímenes de lesa humanidad, pero decírselo a un tipo porque votó por Boric (ríe)... es una cuestión insólita.

¿Qué siente cuando gente a veces anónima, desde su computador, le exige pruebas de izquierdismo a alguien que luchó contra la dictadura, que vivió el exilio?

Oye, pero si nos reprochan el exilio. Nos dicen “ustedes no estuvieron aquí así que no tienen derecho, por eso no entienden, por eso no votan por nuestro candidato”. ¿O sea que por haber estado en el exilio no tenemos los mismos derechos que las personas que se quedaron acá? ¿Por haber salvado nuestra vida? Porque si nosotros hubiésemos estado en Chile para el golpe militar nos habrían matado, como a Víctor Jara. Éramos tan ligados al gobierno popular como Víctor. Y tuvimos la suerte gigantesca de poder conservarnos en Francia y hacer todo ese trabajo allá, con el que le entregamos miles de dólares al Partido Comunista. Y los Inti igual . O sea, yo para opinar tendría que haber sido torturado un par de semanas y estaría listo, tendría derecho a hablar. Si revisas los comentarios en el Facebook de Quilapayún es una cosa de locos, para caerse de espaldas.

¿Esto ha sido peor que lo que vivieron el 88?

Sí, mucho peor. El 88 fue una cosa más soterrada, no había redes sociales, entonces la cosa corría por debajo. Decían que éramos traidores, anticomunistas. Pero lo que me sorprende ahora es que no haya una denuncia desde la dirección de los grupos políticos que están afectados con esta enfermedad. No hay desmarcamiento, no se dice que estas cosas son inaceptables. ¿Por qué no lo hacen? ¿Qué es lo que temen? Ahí hay una debilidad frente al extremismo y eso un partido democrático no se lo puede permitir. Como dice Lenin: el izquierdismo, la enfermedad infantil del comunismo. Él sí se atrevió a escribir un libro sobre eso para pararle el carro a esta gente ultra, para mostrar que atornillan al revés. Nosotros lo vimos y lo constatamos durante el gobierno de la Unidad Popular. Se tomaban las fábricas que eran un cacho porque estaban medio quebradas sin tener en cuenta los planes del gobierno, obligando al Estado a hacerse cargo de ellas. Se tomaban fundos que estaban funcionando perfectamente. Y llegaron a hacer cosas francamente criminales, como el crimen de Pérez Zujovic. El PC de esa época denunció siempre a esos grupos, tuvo una actitud completamente distinta. El ultraizquierdismo fue declarado enemigo de la política comunista y nosotros nos formamos en esa idea.

¿Por qué se produjo específicamente su quiebre con el PC? En antiguas entrevistas de los 80 lamentó la instrumentalización de los artistas por parte de los partidos.

En realidad, lo que nosotros denunciamos fue el economicismo, pensar la cultura en función o al servicio de la política. Descubrimos que la cosa tenía que ser al revés, la revolución al servicio de la cultura, porque la cultura es finalidad, no medio. De ahí vino nuestra idea de “La revolución y las estrellas”. No todo es economicismo, no todo son relaciones de producción, que es un poco lo que (Roberto) Matta llamaba “la guerrilla interior”. Tienes que vencer al Pinochet exterior, que está ahora bajo tierra, pero más decisivo que eso es vencer al Pinochet interior, al que todos llevamos dentro y que es el machismo, lo antidemocrático, la anulación del otro. La democracia funciona sobre la base de que tú reconozcas que las posturas del otro son legítimas, no puedes condenar a otro porque tome una opción distinta a la tuya, eso es antidemocrático. Y eso quiere decir que la derecha es tan legítima como la izquierda. Si partes de la base que sólo tú eres legítimo estamos mal, eso es la guerra.

¿Ese pensamiento aplica también en la interna del Quilapayún?

Hay un respeto absoluto. De hecho, en el Quilapayún de Chile, porque los que están en Francia no votaron, dos votaron por Jadue, tres votaron por Boric y uno no pudo votar porque estaba inscrito en otro partido. Esa es la gama. Una gama de izquierda, obviamente, pero son distintas tendencias e interpretaciones. A los compañeros que votaron por Jadue los quiero muchísimo. Ricardo Venegas, por ejemplo, es el único músico en la historia del Quilapayún que le dediqué una canción (Siempre). Él votó Jadue.

Infiero que votó por Boric el domingo pasado.

Sí. ¿Sabes? Yo no iba a votar, pero de puro picado fui a votar por Boric. Y después me gustó haberlo hecho, porque cuando escuché lo que dijo en su discurso, cuando habló de la búsqueda de una mayor amplitud, de la apertura hacia otras fuerzas, me convenció, me gustó, quedé bien impresionado con él.

¿Quilapayún no es un grupo anticomunista, como los han llamado?

No, para nada. No-comunistas, sí. Pero sobre todo porque el pueblo comunista siempre se ha sentido muy profundamente ligado a nuestra obra, no a nosotros como personas, pero sí a nuestra música.

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