Charlie sin baquetas y con corbata: el perfil humano de la leyenda Stone
Cuando ya contaba 60 años, nunca le molestó reconocer que el final de los Stones estaba cerca. Le preocupaba, más bien, que se diera de forma poco amistosa. Amante furibundo del jazz, el fallecido baterista era un hombre de estabilidad: siempre se mantuvo casado con la misma mujer y alejado de los vicios, salvo en un par de ocasiones de las cuales pudo salir airoso.
A diferencia de Mick Jagger, quien siempre ha ido empujando ese músculo llamado The Rolling Stones para adelante, pese a quien pese y pase lo que pase, Charles Robert “Charlie” Watts no tenía ese apuro. En sus últimas entrevistas dejaba entrever que el eventual fin del grupo no le preocupaba.
Ya en 2001, cuando tenía 60 años, en entrevista con El País decía: “Es difícil parar, aunque personalmente pienso que se está acercando el momento de decir adiós a las giras de los Rolling Stones. Las piernas flaquean y el cuerpo ya no aguanta ninguna jornada de resaca”.
De hecho, lo que más le preocupaba no era bajar el telón, sino el cómo bajarlo.
“No me molestaría que los Rolling Stones dijeran ‘Eso es todo, suficiente’. El final tendrá que llegar tarde o temprano. Odiaría que se disolviera no amistosamente -dijo en 2018 a The Guardian-. Me gustaría que Mick dijera, a mí o a Keith o a quien sea...‘No quiero seguir haciendo esto, por la razón que sea, y solo digamos que es todo’. No me gustaría que fuera una pelea”.
El hecho de querer que las cosas se dieran en paz tiene que ver con la fibra más pura y auténtica del fallecido baterista. Era amante de vivir en forma tranquila. Ese modo de vida lo acompañó siempre y se fue acrecentando con el paso del tiempo.
“Cuando tienes resaca a los 40 años, te levantas, tomas otra copa y te vas de nuevo -añadió en la citada entrevista con The Guardian-. No creo que podamos hacerlo hoy en día…a esta edad. Fumar y beber no son como en los años 50. En los años 40 y 50, todas las estrellas de cine fumaban. Nunca verías a una estrella de cine bebiendo o fumando, no está de moda, me alegra decirlo”.
Aunque las palabras pueden engañar a los incautos. Al tener compañeros tan desenfrenados como Jagger y Richards, es difícil que Charlie Watts no se haya tentado con las drogas. De hecho, cayó. Y dos veces. La primera fue la heroína, que lo atrapó a fines de los 70, cuando el grupo grababa el álbum Some Girls (1978). Es difícil de creer, pero las baterías de canciones tan buenas como Beast of Burden, Just My Imagination (Running Away with Me), When the Whip Comes Down o la sensual Miss you fueron grabadas por un hombre superado por la adicción. Ahí apareció el apoyo de uno acostumbrado a esas lides, Keith Richards. “Deberías hacer esto cuando seas mayor”, le dijo el guitarrista.
Y paró.
Pero solo por un rato, porque a mediados de los 80 volvió a recaer con las drogas, y esta vez agregó el alcohol. Sin embargo, decidió sobreponerse y se recuperó definitivamente en 1986. No es de extrañar. Probablemente echaba de menos la vida tranquila.
Tan importante fue la estabilidad para él, que siempre se mantuvo casado con la misma mujer, Shirley Ann Shepherd, con quien contrajo el vínculo en 1964. Tal como Ringo Starr con Maureen Cox, a ella la había conocido antes que le llegara la fama, el dinero y las tentaciones. Ambos tuvieron una hija, Serafina, quien a su vez le dio un nieto.
5000 mil lights years from home
Otro punto destacado en el lado humano de Watts fue su gusto por el jazz. Perdón, pero al escribir esas líneas quedamos cortos. Más bien, lo que le pasaba con el ritmo sincopado sobrepasaba con creces la palabra gusto. El que haya afirmado en 2001: “Siempre he sentido una gran admiración por la gente que interpreta esta forma de música”, lo dice todo.
De hecho, en esa misma entrevista con El País contó: “Desde niño quise ser batería de jazz, después toqué con grupos de rhythm and blues y finalmente acabé en el grupo en el que todavía estoy ahora”. Nótese cómo se refería a los Stones: “En el grupo en el que todavía estoy ahora”, como si para él ser uno de los integrantes del conjunto londinense hubiese sido un lastre, una etiqueta que le incomodaba en demasía y con la que de alguna forma aprendió a convivir. De todos modos, siendo práctico, reconocía que sin la banda de Jagger/Richards “Sería muy pobre y tendría sólo tres o cuatro actuaciones al año”.
“Tocar jazz es más personal que tocar con los Rolling Stones. Cuando no estoy trabajando con ellos es lo que más me apetece hacer, con lo que más disfruto”, agregó Watts en esa misma entrevista.
Por supuesto, al notar el genuino interés de Watts por el ritmo de los tresillos, en El País le consultaron cuántos discos tenía del estilo en su casa. Podría estar exagerando, pero su respuesta fue: “Tengo unos 5.000 discos y no recuerdo los nombres de todos ellos”. Como sea, demuestra que el estilo estaba en su sangre. Incluso, también tenía claros sus referentes en la batería de jazz. “Hay muchos buenos baterías, pero mi ídolo sigue siendo Kenny Clarke y todos aquellos músicos de la década de 1950 que crearon un estilo personal”.
Incluso, era modesto al hablar de sus propias aptitudes como baterista. “Con los Stones utilizo una batería de 1957 muy sencilla porque no soy muy alto y tampoco tengo tanta técnica como para dominar muchos tambores. Además, tampoco se necesitan tantos tambores para tocar música”. Ese último rasgo es totalmente heredado de los kits mínimos que se usan en el jazz, con solo 3 o 4 piezas.
Watts reconocía que -tal como su batería- era un hombre chapado a la antigua. “Me apasionan todas las cosas antiguas. Mi casa es antiquísima y está llena de objetos y muebles que colecciono desde hace años. Conservo todos mis viejos discos en vinilo y no permito la entrada de compactos en casa”, dijo en otra ocasión.
Además, reconocía que tampoco podía vestirse de un modo estrambótico, como Jagger o Richards. “Tengo un modo de vestir muy tradicional, inglés antiguo, y nunca me sentí cerca del hippismo. Por ejemplo, las sesiones de fotos con los Stones eran un lugar especialmente incómodo. Me ponía zapatos y todos iban en zapatillas; yo odio las zapatillas deportivas. En fin, nunca sentía que estaba en sintonía”. Ese era Watts químicamente puro.
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