Tenía 81 años y era considerado uno de los importantes pensadores del siglo XX. Jean-Luc Nancy falleció este 23 de agosto en la ciudad de Estrasburgo, Francia, donde residía.
Oriundo de Burdeos, era profesor emérito de la Universidad de Estrasburgo, y en su trabajo filosófico abordó una temática clave durante el siglo pasado: los nacionalismos y la construcción de nacionalidades. Nada menor si se considera que el XX vio nacer y desaparecer naciones, sobre todo tras el fin de la Primera Guerra Mundial y los procesos de descolonización.
Así, en libros como El sentido del mundo, La partición de las artes, Tumba de sueño, A la escucha, La ciudad a lo lejos y La declosión, desarrolló estos temas, aunque también se interesó en los planteamientos de antecesores como Descartes, Kant, Hegel y Heidegger, aunque también de los franceses de su tiempo, como Jacques Lacan, Georges Bataille y Maurice Blanchot.
Reflexiones en pandemia
Hasta bien avanzados sus años, seguía escribiendo. De hecho, a finales del 2020 publicó un libro tan urgente como clarificador: Un virus demasiado humano. En sus páginas, reflexionaba sobre la vida y la muerte: “Tengo ochenta años porque hace tres décadas me hicieron un implante cardíaco. Es una prolongación de vida superlativa. ¿Acaso prolongar la vida, la mera longitud de la vida, es un bien en sí? ¡No! Una vida, y no lo digo por mi propia vida; una vida larga, cuando es una vida difícil, con sufrimiento, quizá no sea una buena vida. Pero el punto es que hoy llegamos a considerar que la mera longitud de la vida es el criterio de la buena vida. Por supuesto que ese siempre fue un sueño de la humanidad, como los patriarcas bíblicos, cuyas vidas duran lapsos inverosímiles, doscientos, quinientos años”.
De hecho, a propósito del Covid-19, también reflexionaba sobre los cambios en las democracias actuales, y hablaba de las necesidades de ajustes en los cuerpos sociales . “Cuando sucede una mutación, no podemos saber qué producirá. No sabemos. La gran máquina tecnocapitalista continúa. Anteayer, leí que desde el inicio de la pandemia los más altos ingresos en Estados Unidos habían aumentado. ¡Más que el año anterior! Así que mientras todos sufren con la pandemia, la riqueza sigue acumulándose. Desde ese punto de vista, podemos decir que no hay mutación. Al mismo tiempo, por suerte, sí hay una mutación en la relación general de las sociedades consigo mismas. Las sociedades hoy no están enfermas sólo del virus, sino que adolecen todo un desacople social. Claramente la democracia está ligada a la mutación occidental. Porque la democracia griega es la respuesta a la desaparición de todo orden mítico-divino”.
En ese mismo texto, Nancy también señaló que el virus de alguna forma vino a exigir la reformulación de ciertas temáticas, como lo divino o lo político. “El virus atestigua la ausencia de lo divino, puesto que conocemos su complexión biológica. Descubrimos incluso hasta qué punto lo viviente es más complejo y menos comprensible de como lo representábamos. Hasta qué punto también el ejercicio del poder político —el de un pueblo, el de una supuesta “comunidad”, por ejemplo ‘europea’, o el de regímenes violentos— es otra forma de complejidad también ella menos comprensible de lo que parece. Comprendemos mejor hasta qué punto el término ‘biopolítica’ es irrisorio en estas condiciones: la vida y la política nos desafían juntos. Nuestro saber científico nos expone a no ser tributarios más que de nuestro propio poder técnico, pero no hay tecnicidad lisa y llana, porque el saber mismo implica sus incertidumbres (basta con leer los estudios que se publican). Como el poder técnico no es unívoco, cuánto menos puede serlo un poder político que supuestamente responde a la vez a datos objetivos y a expectativas legítimas”.