David Fricke (69) -editor sénior de la revista Rolling Stone y una de las últimas grandes leyendas del periodismo musical- recuerda que la primera vez que estuvo frente a The Rolling Stones fue cuando la banda exorcizaba sus lutos de juventud.

Era 1975 y el conjunto se rearmaba con la llegada del guitarrista Ronnie Wood -quien sigue hasta hoy- luego del fallecimiento en 1969 de su fundador, Brian Jones, símbolo de esa primera etapa brillante y dionisiaca, y de la renuncia cinco años después de su reemplazante, Mick Taylor, columna vertebral del sonido áspero y afilado de principios de los 70.

En poco tiempo, los ingleses habían dado una lección por partida doble de cómo seguir caminando pese a quedar mutilados por el deceso o el abandono de miembros esenciales, aprovechando el infortunio para abrir nuevas fases creativas, manifiesto del que luego tomarían nota AC/DC, The Who y Metallica.

El periodista David Fricke.

“Ese primer concierto al que asistí de los Stones fue en junio de 1975 en Filadelfia”, declara con precisión Fricke, en conversación con Culto desde EE.UU. “Era la primera gira con Ron Wood, antes de convertirse en integrante con pleno derecho en el grupo. Así que extrañé mucho a Brian Jones y Mick Taylor, pero también fue un período de renacimiento tan emocionante para ellos, que lograron salir adelante bajo su manera única de hacer las cosas”.

Los Rolling Stones, encarnación inequívoca de longevidad en la cultura popular, esta semana han vuelto a enfrentar luego de décadas ese dilema que cruza caída y renacimiento. La muerte el pasado martes del baterista Charlie Watts a los 80 años ha puesto nuevamente a prueba su capacidad de supervivencia frente a la adversidad, aunque hoy todo parece diferente, con el calendario en contra y con un margen de acción mucho más estrecho.

“No me puedo ni imaginar lo que el resto de los Stones está sintiendo ahora sobre la pérdida de un amigo tan querido y un compañero de banda de toda la vida. Y, sobre todo, cómo una situación así los deja de cara al futuro inmediato”, comenta Fricke.

Al menos ya hay una incógnita relativamente resuelta: la agrupación sí realizará el tour por EE.UU. que parte en septiembre y que fue anunciado antes del fallecimiento de Watts, con el baterista Steve Jordan -antiguo colaborador de los británicos y con un currículum que incluye participación en álbumes de Bob Dylan y Los Tres- ocupando su puesto.

La banda tocando en vivo en julio de 2019. Una de las últimas veces que estuvieron juntos. (Photo by SUZANNE CORDEIRO / AFP)

¿Qué cree en torno al futuro del conjunto? Después de este tour, ¿deberían seguir activos con shows y nuevas canciones?

Es difícil de imaginarlo. No sería la primera banda en continuar después de una pérdida tan crucial; de hecho, establecieron el estándar en 1969, luego de la muerte de Brian Jones. Yo he hablado extensamente con Angus Young sobre su decisión de mantener a AC/DC después del fallecimiento hace unos años de su hermano Malcolm y siempre me enfatizó la responsabilidad que sentía de honrar las obligaciones acordadas por la banda, especialmente a la hora de salir a tocar. Todas las bandas con las que he hablado y sobre las que he escrito se han visto a sí mismas como “músicos que trabajan”, es lo que hacen para ganarse la vida y para mantenerse vivos. El desafío es cómo seguir adelante con honor. Si los Stones encuentran un camino a seguir, será de una manera que honre a Charlie y a todo lo que él aportó en la música que tocarán.

¿Cuál es el mayor legado de Charlie Watts tanto en los Stones como en la música popular?

Charlie Watts no inventó la manera de tocar batería en el rock and roll. Había demasiados precedentes en el blues, el rockabilly y el R&B. Pero estableció un mundo de posibilidades en la batería de rock con su unión de fuerza, precisión y swing, proporcionando además certeza e inventiva rítmica -junto a Bill Wyman en el bajo-, lo que permitió a los Rolling Stones como banda, y a Mick Jagger y Keith Richards como compositores, reinventar continuamente sus inspiraciones e influencias en un eje de trabajo que siempre fue original y transformador. Su legado con los Stones -y por extensión en el rock and roll- es una revolución silenciosa pero innegable: él estaba allí, generando confianza y conduciendo todo desde su puesto, con los acentos y fills (detalles para ornamentar una composición) perfectos. Es la base de todo lo que sonó en los discos de los Stones y en cada actuación que vi, hasta mi último concierto en agosto de 2019. Watts revolucionó el rock sirviendo siempre a la canción -y a su banda- antes que a cualquier otro factor. No necesitaba buscar el centro de atención. Él estaba en el corazón de todo.

El baterista, caballero como siempre, hace cinco años. (Photo by Victoria Will/Invision/AP, File)

Él ha sido descrito como “el alma improbable” de los Stones por su personalidad pacífica, su rechazo a las groupies y el agobio que a veces sentía con las giras, en contraste con el desenfreno con que siempre se ha asociado a la banda. ¿Por qué cree que Watts tenía esa actitud y qué lo hizo sobrevivir casi 60 años al lado de Jagger y Richards?

No estoy del todo de acuerdo con ese concepto de “el alma improbable” de los Rolling Stones, como tú dices. Era simplemente el baterista perfecto para ellos, porque su swing y precisión, basados en el jazz que amaba, le daban al blues más rudo y al carácter R&B de las guitarras y la voz de Jagger, una base rítmica inquebrantable. El carácter dionisiaco del sonido y los extraordinarios cambios que experimentó la música de los Stones entre 1964 y el histórico álbum doble Exile on Main St., de 1972, siempre estuvieron basados en el poder fluido de Watts y su atención al ritmo. En cuanto a no encajar en la locura del resto de sus compañeros, Watts fue exactamente lo que los Stones necesitaron para ellos mismos sobrevivir: un centro de gravedad que mantuviera todo unido y ordenado.

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David Fricke no sólo analiza el vía crucis Stone a partir de la historia o los libros. Desde que en 1979 se integró al staff de la revista Rolling Stone, se convirtió en uno de los periodistas más cercanos al grupo, con numerosas entrevistas a lo largo de los años y, por supuesto, con varios encuentros con Watts en momentos definitivos de su carrera y su vida.

Por ejemplo, en 2005 el percusionista habló largamente con él tras recuperarse de un cáncer a la garganta que puso en suspenso su continuidad artística, y que incluyó un tratamiento intensivo de radioterapia. “He tenido suerte. Me detectaron el cáncer a tiempo”, fue parte de lo que el músico le reveló a Fricke.

Como parte de esa confianza, el periodista pudo estar presente en muchos ensayos o en shows en recintos reducidos de los hombres de Paint it black, donde pudo observar algo de la privacidad de un grupo humano que se conocía desde los 20 años.

¿Qué imagen le dejó Charlie Watts en los encuentros que tuvo con él?

Tuve la suerte de haber entrevistado a Charlie en varias ocasiones, y él siempre fue cortés, cordial y absolutamente honesto en la conversación. Jagger y Richards también fueron así, aunque cada uno a su manera. Pero había algo especial en la manera de hablar suave de Charlie -casi como un susurro a veces- que intensificaba el efecto de sus observaciones agudas y detalladas sobre la música, la política, las personalidades que integraban su banda y su propia evaluación del papel que tenía en ella. Y siempre se alegraba muchísimo cuando el tema giraba en torno al jazz.

“Y sí, pude ver al grupo en shows en clubes o en espacios chicos donde precalentaban las grandes giras. Fue con bastante frecuencia. Verlos en sitios tan estrechos y calurosos fue lo más cerca que estuve de sus orígenes como una joven banda de R&B”.

Si tuviera que escoger una sola canción que represente el aporte de Charlie Watts en The Rolling Stones, ¿cuál sería?

No creo que haya una canción definitiva de Charlie Watts. Pero sus breves y afilados golpes en el coro de Satisfaction es la fuerza y la precisión de Charlie en su modo más icónico y popular. También cómo golpea y cambia de ritmo, casi como una ametralladora, en las estrofas de Get off of my cloud: un sonido perfecto. Charlie Watts en su estado más clásico.