Metallica vive una nueva transformación. Lo que no suena novedoso para un grupo que ya cuenta 30 años entre variaciones estilísticas y mutaciones sonoras, esta vez se puede aplicar de modo mucho más literal gracias al ptoyecto The Metallica Blacklist, donde las más diversas figuras, de las más disímiles latitudes y raíces creativas, se han volcado a entregar nuevas lecturas de las canciones del Black Album (1991) de los californianos.
Si hace unas semanas el colombiano J Balvin sacudió con cadencia urbana Wherever I may room, y lo propio hizo Juanes con Enter Sandman o St. Vincent con Sad but true, esta vez la labor de artesano de la reconstrucción recae en el saxofonista estadounidense Kamasi Washington, uno de los exponentes del jazz más aplaudidos del último tiempo, debito en parte a su capacidad de explorar y fracturar géneros.
De alguna forma, eso es lo que hace con Metallica: hoy se estrenó su versión para My friend of misery, convertida en una imposible pieza de spiritual jazz, bajo un entorno de bordes espaciales, algo desquiciado, que avanza frenético hilvanado por el virtuosismo del jazz, no por la furia del metal. Es definitivamente otra canción.
Después de todo, el tema original está lleno de solos y cambios que lo muestran como una presa ideal para nuevas miradas, para transfigurarlo hasta hacerlo desaparecer en otras rutas instrumentales.
Como símbolo de unión entre jazz y metal, Washington invitó el mes pasado a Kirk Hammett y Robert Trujillo de Metallica a su presentación en el Hollywood Bowl de Los Angeles. Dos facciones que parecen tan distantes, esta vez hermanadas por el proyecto The Metallica Blacklist, el que se estrenará de manera completa el 10 de septiembre y que también tiene entre sus nombres a Mon Laferte.