Tenía jóvenes 24 años, y trabajaba como empleado administrativo de los Hospitales Civiles de Lisboa. Eran los días del Estado Novo cuando Portugal era gobernada por António de Oliveira Salazar. Tal como Franz Kafka, también funcionario estatal en el imperio austro-húngaro, el bichito de la escritura se le había metido a José Saramago.
Corría 1947, y lo que escribía se llamó La viuda. Fue su primera novela publicada, y dio pie a una exitosa carrera como escritor, que lo consagraría con el Premio Nobel de Literatura en 1998. Originalmente, se publicó bajo la editorial Minerva, pero el editor, Manuel Rodrigues, le cambió el título original por el de Tierra de pecado.
La novela permaneció inédita, al menos en idioma castellano, hasta hoy, puesto que editorial Alfaguara acaba de lanzar una edición de La viuda en nuestra lengua, con el título le colocó originalmente Saramago. El libro ya se encuentra disponible en nuestro país desde hace unos días, casi en simultáneo con su lanzamiento en España, donde se publicó el 14 de octubre pasado.
El volumen trae un prólogo breve, del mismo autor -fallecido en 2010- donde contó, en tercera persona: “En este año de 1947 en el que estamos tendrá una hija, a la que medievalmente pondrá el nombre de Violante, y publicará la novela que ha estado escribiendo, esa que tituló A viúva pero que saldrá a la luz con un título al que no se acostumbrará nunca”.
En términos básicos, la novela narra las desventuras de una joven mujer, María Leonor, quien enviuda y queda a cargo de dos hijos y de una hacienda en la región de Alentejo. Sin embargo, en su fuero interno, el deseo no se ha apagado y su soledad comienza a atormentarla, hasta que dos hombres irrumpen en su vida y todo se tambaleará.
“Se supone que escribió este libro porque en una antigua conversación entre amigos, de esas que tienen los adolescentes, hablando los unos con los otros de lo que les gustaría ser cuando fuesen mayores, dijo que quería ser escritor...No sabe decir cómo le vino después la idea de escribir la historia de una viuda ribatejana, a él, que de Ribatejo sabría algo, pero de viudas nada, y menos aún, si existe el menos que nada, de viudas jóvenes y propietarias de bienes que están a la vista de todos”, relata el mismo Saramago en la citada introducción.
Por años, el libro permaneció abandonado. De hecho, el mismo autor era bastante reticente a reeditarlo. En declaraciones recogidas por El País, la periodista y traductora Pilar del Río comenta que esa reserva se debía que La Viuda “no tenía nada que ver con el estilo Saramago”.
Sin embargo, fue un amigo del escritor, Carlos Reis, quien finalmente lo convenció, justamente porque muestra dimensión del autor de Ensayo sobre la ceguera: : “Si lo movemos un poco, te presenta un aspecto totalmente distinto. Hemos movido en las últimas décadas el caleidoscopio de La viuda y ya no hacemos la misma lectura que se hizo antes cuando fue publicada. Hay que considerar este nuevo contexto”.
“Aturdido por la victoria de ser publicado y por la derrota de ver cambiado el nombre de ese otro hijo, el autor bajó la cabeza y se fue de allí a anunciar a la familia y a los amigos que se le habían abierto las puertas de la literatura portuguesa -explicó Saramago en el citado prólogo-. No podía adivinar que el libro acabaría su poco lustrosa vida en parihuelas. Realmente, a juzgar por lo visto, el futuro no tendría mucho que ofrecer al autor de La viuda”.