El debut de los Blops: de disco incómodo a clásico inesperado
La discográfica BYM dio nueva vida al primer disco del conjunto nacional, insigne de la movida chilena de los setenta. Sus protagonistas recuerdan junto a Culto cómo se gestó el álbum, que el año pasado cumplió 50 años.
Corría 1969 y un joven grupo bautizado como los Blops iniciaba la transición musical que los inmortalizaría en el catálogo de la música chilena. Buscaban pasar de ser un conjunto de covers rockeros de bandas como The Beatles, The Rolling Stones, The Doors y Cream a otro con música propia y letras en español. El conjunto, que se movilizaba entre Isla Negra y Santiago, mantendría la experimentación y sonidos progresivos, aunque con acento en el folk-rock.
Con cambios en su alineación, que para 1970 contaba con Eduardo Gatti, Juan Pablo Orrego, Julio Villalobos, Juan Contreras y Sergio Bezard, aquella transición se materializó con el disco debut titulado simplemente como Blops, y que incluyó 10 temas, la mitad de ellos instrumentales.
El disco, que el año pasado cumplió 50 años y que acaba de ser reeditado por el sello nacional independiente BYM, estuvo lleno de historias que acá son contadas a Culto por sus protagonistas.
Episodio I, los ensayos
“Preparamos esas canciones en la casa que había sido de Violeta Parra, en la calle Segovia en La Reina”, recuerda Eduardo Gatti sobre las sesiones que dieron vida al LP. “Ahí hicimos varios ensayos. Nos prestaron esa casa, lo cual tenía para nosotros un significado mayor”.
Y es que en ese sentido, el conjunto continuó experimentando improvisaciones largas, tal como lo hacían en su etapa anterior cuando homenajeaban a sus ídolos extranjeros, al ritmo de la psicodelia. “Los ensayos para las grabaciones eran intensos. Practicábamos casi todos los días y repasábamos los temas y después de ensayar nos poníamos a improvisar enérgicamente sobre acordes. Las improvisaciones eran como vacaciones, un chorro emocional común que todos disfrutábamos mucho”, afirma el baterista Sergio Bezard.
Juan Contreras, a cargo de la flauta y el órgano, complementa sus recuerdos sobre estos momentos iniciales: “Los ensayos empezaban en grupos más pequeños, aprendiendo los acordes y las partes de la guitarra, después el bajo, y tal vez guitarra y flauta, y después toda la banda”.
Alternando lugares de ensayo, que también incluyó la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile, el conjunto preparaba su lanzamiento al mundo de la música original. En ese sentido, Juan Pablo Orrego, bajista en el conjunto, recuerda un momento clave. Dice que llegó a un ensayo y comentó con sus colegas: “Oye cabros, tengo una cosita, un temita, les tinca echarle una mirada”. Se trataba de Barroquita, tema instrumental que abre el disco y que fue la primera en aparecer para el repertorio propio. “Fue como un detonante, un catalizador, empezamos a arreglar Barroquita y se acabaron los covers y empezamos a tocar nuestros temas”.
“Un día apareció Juan Pablo con un tema original que se llamaba Barroquita. Era muy bonito y yo dije, chuta por aquí va la cosa”, dice Gatti, y Orrego complementa: “Descubrimos que podíamos hacernos nuestros primeros temas y pasar al español y en un segundo estaba saliendo de una patada el primer álbum”.
Y tal como la época demandaba, no estaban exentos de probar sustancias ilícitas propias del contexto musical: “Mentiría si no mencionara que varios usamos marihuana y LSD, lo que también impactó nuestra música y su evolución”, dice Contreras.
“En dos meses preparamos todo el disco y se grabó”, finaliza Gatti sobre este punto.
Episodio II, “revisar las letras”
Cuando el conjunto estaba ad portas de entrar a grabar, hubo un episodio que amenazó con echar el disco por tierra. Orrego recuerda que algunos ejecutivos del sello Dicap, compañía del Partido Comunista con quien registraron su debut, les pidió “revisar la lírica”. El ejecutivo les habría dicho: “Sí, está súper bien, mañana tendrían su grabación, pero habría que echarle una mirada a las letras”. El comentario del ejecutivo no cayó bien en el grupo. “Lo único que queríamos era grabar nuestros temas, pero éramos muy parados en la hilacha y le dijimos, saben qué más, váyanse a la…”
En momentos en que salían de las dependencias de Dicap, ubicadas en la comuna de Santiago, se cruzaron con Víctor Jara, quien había manifestado su interés en el conjunto formado originalmente en 1964. Ahí, según recuerda Orrego, el cantante de El derecho de vivir en paz preguntó qué había pasado. Tras enterarse de lo sucedido, Jara ingresó a las oficinas y mantuvo una conversación con los ejecutivos. “Por un rato se escucharon voces altas, airadas, y al rato se fue calmando la cosa”. Luego, al salir, Jara señaló: “Chiquillos, si ustedes pudieran borrar este episodio bochornoso de nuestras memorias, se los agradecería demasiado y mañana graban. Olvídense de toda esta lesera”. Con ello, el grupo accedió a finalmente grabar el disco.
Respecto a las letras, Contreras, quien no recuerda este episodio en particular, rememora otro momento donde las líricas se vieron cuestionadas, esta vez por sus pares. “Me acuerdo de algo que paso con Eduardo Carrasco del Quilapayún. Él estaba estudiando en el Conservatorio de Música de la Universidad de Chile, igual que algunos de nosotros. Después que salió el disco me dijo que la música estaba bien, pero no las letras. Nuestro tipo de folk/rock no era ofensivo”.
Episodio III, un improvisado corte de cinta
Tras cerrar un acuerdo con la compañía, contaban con 12 horas para hacer el disco en dos pistas, monofónico y todos juntos en el estudio al mismo tiempo. Nada de tecnologías multipistas ni programas para simular efectos por ese entonces.
Dentro de los estudios Splendid, y cuando quedaban tres minutos para terminar las 12 horas de grabación, faltaba uno de los cortes que se transformaría en uno de los hits del conjunto y obra cumbre de Eduardo Gatti: Los Momentos. Pero no estuvo exento de complicaciones. Dada la premura, al final del tema hubo un error de ejecución de Gatti, pero ya no había tiempo de grabar otra toma. “La idea era que la canción se fuera en un fade out y justo yo me equivoqué y no había tiempo. Entonces yo de repente dije ‘tantos discos que terminan en fade out, no hagamos ninguna cuestión.’ Y le dije al ingeniero ‘corta la cinta donde yo te diga’ y la cortó en un acorde que queda como suspendido el tema”, dice Gatti. “Fue muy divertido lo que pasó en radios con el corte, porque pillaba desprevenido a los radios controladores, no alcanzaban a meter la publicidad y quedaba un silencio dramático”.
En efecto, la grabación, registrada en cinta magnética, fue cortada. Dicho corte se evidencia en la canción original, que termina de manera abrupta. “Bien anarcos, bien imitadores de los Beatles. Quedó como una choreza”, dice Orrego.
Ambos destacan el rol de Julio Villalobos en el conjunto, uno de sus fundadores. El músico de 74 años hoy padece esquizofrenia y vive en Providencia. Domicilio que fue testigo de algunos de los primeros ensayos de la banda. “Un virtuoso, el genio, que después gatilló una esquizofrenia que no se sanó nunca más. Era nuestro líder”, dice Orrego, y Gatti agrega: “Era absolutamente genial, hacía cosas, no sé cómo lo hacía, con una grabadora grababa una guitarra y después grababa otra encima. Armaba unos arpegios maravillosos, muy lindos. Tenía muy buena técnica en la guitarra española”.
Reedición a partir de un vinilo
El disco hoy encontró nueva vida, buscando un reconocimiento que no tuvo en su minuto. “No ganamos un peso, no recuerdo haber recibido ni una suma interesante”, rememora Orrego, y Gatti complementa: “No tuvo una difusión a público grande. Las radios lo encontraban raro, muy hippie. No nos dieron mucha bola. También influyó que fuera grabado por Dicap y muchas radios dijeron que no tocaban los discos de ese sello”.
El sello nacional BYM, enfocado en sus inicios en la psicodelia local, reeditó el álbum sacando 500 copias, que serán publicadas en Chile y en el extranjero, rescatando la portada antigua, añadiendo nuevas fotos de la época y una entrevista inédita. Orrego explica que se realizaron dos reediciones -no oficiales-, pero en el extranjero: una en España y otra en Alemania. Por lo tanto, esta es la primera de producción nacional y autorizada por la banda.
Fue en 2019 cuando Ignacio “Nes” Rodríguez y su hermano Juan Pablo, del sello BYM, comenzaron a gestar la idea. “Pasaron 50 años con este disco y nunca había pasado nada. Este disco pasaba medio desapercibido”, cuenta “Nes” sobre su interés de trabajar en ello. Pero el trabajo tuvo un gran desafío: el master del disco, tal como los dos álbumes siguientes, fueron destruidos tras el golpe militar. Por lo tanto, el sello trabajó con un vinilo encontrado en calidad perfecta, creando ahora un nuevo master.
Ignacio Rodríguez, sonidista, fue el encargado de trabajar la masterización del disco. “Hicimos el trabajo de un respaldo de la primera edición, que era con las carátulas pintadas a mano. Era un disco que pertenecía a un coleccionista, entonces estaba en un estado excelente”, cuenta.
“Había que tratar de dejarlo lo más transparente posible y eliminarle los ruidos extras”, dice Rodríguez respecto a las complejidades de trabajar una remasterización con un vinilo al no haber una cinta de master. “El vinilo de por sí le agrega un tono y aparte del ruido de fondo y eventuales clicks y pops propios del vinilo. Aun así, quedó bueno, quedó bien, no tiene ruidos y esas cosas, que hubiesen sido de la copia de la copia”.
“Es notable, es bueno que de alguna forma se vaya rescatando la memoria de nuestro país”, valora Gatti. “Me sorprende que la música que hicimos hace cincuenta años es aún relevante y apreciada”, añade Contreras, y Bezard agrega: “Me alegra que una nueva generación encuentre valor en esto y espero que el disco se venda bien. Espero que hayan filtrado y procesados digitalmente los sonidos, ya que, comparado a los sonidos de hoy, es muy distinto”.
El disco será lanzado este 3 de noviembre a las 20.00, en un conversatorio en la Sala Ceina del Cine Arte Alameda y contará con diversos invitados.
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