Oscar Olavarría: la historia del ícono rebelde y gozador del Jappening con Ja
La partida de Gladys del Río el último fin de semana reflotó el culto hacia uno de los programas más populares de la TV chilena. Antes había fallecido en 2013 su esposo, Jorge Pedreros, pero la primera gran tragedia vino en 2000, cuando el hombre tras "Cacho" Escalona fue fichado de vuelta por el espacio, pero no se pudo concretar: una fatal decisión en la carretera acabó con su vida.
Oscar Olavarría era casi sin matices un actor ampliamente querido y apreciado dentro del elenco del Jappening con Ja. Incluso cuando ya no era parte del programa.
Lo cuenta Eduardo Ravani, señor Zañartu y también gran jefe del espacio, en su autobiografía Con Ja y sin Ja: los archivos secretos: cuando a principios de 2000 el proyecto sufría su crisis de sintonía más aguda y mientras él visitaba a Jorge Pedreros en la Clínica Alemana luego de haber tenido un infarto como consecuencia entre otros factores de las malas relaciones al interior del grupo, se encontró en las escaleras con Óscar Olavarría.
Quien había inmortalizado a “Cacho” Escalona con sus golpes en la pera en señal de excesivo amor propio -al son de New York New York de otro hombre muy seguro de sí mismo como Sinatra- ya no formaba parte del programa desde mediados de los 90, debido a una serie de problemas privados.
Pero ahí, cara a cara con su jefe en la vida real y en La Oficina, le lanzó la propuesta: “Lalo, vuélveme al Jappening. Volvamos a hacer cosas juntos”. Lo primero que pensó Ravani, según describe en su libro, fue: cuánto quiero al Negro, a pesar de su indisciplina.
“Anda mañana a Chilefilms (donde se grababa la producción) y conversamos”, fue la propuesta que concluyó con un abrazo entre ambos.
Al día siguiente, la idea estaba clara: la mejor performance de Olavarría en esos últimos años había sido una circunspecta e imperturbable imitación del presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, por lo que ahora el plan era que, como llegaba el 2000 y terminaba su período en La Moneda, lo replicara como un un político cesante, en busca de un destino estable ya alejado del máximo puesto de poder.
Por ejemplo, querían hacer un sketch de Frei manejando un taxi y subiendo distintas personas, conversando de lo que fueron sus años a bordo del país. Casi un Uber antes de Uber.
Pero no se pudo.
Tras esa reunión, Olavarría salió feliz, era su retorno al espacio donde consiguió su mayor momento de popularidad. Al otro día, asistió al programa Casi en serio de Leo Caprile, en La Red; visitó nuevamente a Jorge Pedreros en la clínica; almorzó con el libretista Pancho Moreno y después tomó su auto rojo con destino a Viña del Mar. Fue un viaje sin retorno.
Cuando en la Ruta 68 intentaba realizar un viraje en U para ir de regreso a Santiago, no se percató de que una camioneta venía cerca, la cual lo embistió provocándole la muerte al instante. Al lugar del accidente, acudió su compañero de set, Jorge Garrido.
Tenía 48 años, era el 27 de enero de 2000. Su cuerpo fue llevado hasta el Instituto Médico Legal donde fue retirado por sus familiares y sus compañeras del Jappening, Marilú Cuevas y Gladys del Río. Ravani dio varias entrevistas en medios y matinales durante esos días, mostrándose profundamente afectado por la primera gran muerte que enlutó al programa.
“Era loquísimo para andar en auto, manejaba súper rápido. Una vez le miré el auto y le dije: en este auto te vas a matar”, contó Cuevas años después en el espacio El camino del comediante, de Canal 13.
“Se me fue el amigo más grande de mi vida. Y no quiero que digan nada de él. Nada. Él fue un hombre maravilloso, un buen hijo, un buen padre, un buen amigo. Era un gran chileno. Lo recordaré el resto de mi vida. El Negro es y será el Negro”, describió la recientemente fallecida Gladys del Río en el funeral de su compañero, en las afueras del Cementario General mientras era asediada por la prensa.
Rock, risas y un ex pololo
Aunque no había sido uno de los fundadores del Jappening, el actor tras otros personajes como “El loco de la moto” o una hilarante imitación de Boy George cantando “Cama para reposar” en vez de “Karma Chameleon”, guardaba un abundante currículum en el espectáculo nacional.
Estudió teatro en 1973 en la Universidad de Chile, pero gracias a sus contactos en el medio justo un año antes se convirtió en cantante fugaz de Los Trapos, la banda de Eduardo Valenzuela que figura entre las pioneras del rock chileno gracias a su propuesta más innovadora y atrevida.
“Cacho” Escalona duró sólo un año en su formación. También fue parte de otro conjunto de eso años, Cristal, aunque nunca logró cierta estabilidad mayor en el rubro.
Dio igual: su paso por los escenarios le sirvió para curtirse en el dominio ante las multitudes, en improvisar en un escenario y en ser el foco de atención sin necesariamente depender del resto de un equipo. “Tenía un dominio personal increíble, un dominio del público maravilloso”, rememoró años después Patricio Torres, otro de sus camaradas y amigos en el Jappening.
Pero antes de su suceso en el Jappening, estuvieron las teleseries. Participó en Villa Los Aromos (1981), Celos (1982), Una familia feliz (1982) y La villa (1986). Su amor por la comedia se empezó a cimentar en Sábados Gigantes, en el sketch Los Valverde, donde daba vida al ex pololo de Monona Valverde (Marilú Cuevas), quien se enfrentaba a su pareja, encarnada por Patricio Torres.
Ahí, Olavarría era un tipo pintón, pedante, ganador, siempre burlándose de la estatura diminuta de su contrincante: un poco el germen de lo que pocos años más tarde sería el legendario “Cacho” Escalona.
Gloria Münchmeyer lo definió así El camino del comediante: “Sus personajes eran una proyección de su personalidad. Era un loquillo, un personaje”.
En Noche de Ronda, a mediados de los 90, el propio Óscar no tuvo problemas en definirse a sí mismo de igual manera: “Cacho Escalona es un poco como soy yo, medio fresco, sinvergüenza, que se ríe de los amigos, que se ríe de todo”.
En el Jappening estuvo desde 1984 a 1999, la era de mayor gloria del programa, repartida entre TVN y Mega. Ahí siguió con sus personajes centrales, aparte de otros como el garzón principal del restaurante In the Guaren o el mismo Frei Ruiz-Tagle. Para muchos, ha sido la mejor personificación del lacónico mandatario -dura, inexpresiva, de nariz generosa-, la que siguió explotando en eventos unipersonales.
Su figura en algún sentido caminaba en paralelo a Ricardo Canitrot, el igual de mítico personaje perpetuado por Fernando Alarcón. Pero ahí donde este último era blufero, impuntual, caótico y con devoción por el brindis diario, Escalona era más bien gozador, mujeriego, con eterna fe en su potencial masculino y conquistador.
Pero todo se vino al piso con esa fatal decisión del verano de 2000, cuando quiso volver a Santiago bajo un motivo que nunca quedó claro.
Una personalidad entrañable que de alguna forma empezó a marcar el paulatino adiós de un espacio tan irrepetible como el Jappening con Ja.
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