Después de tres décadas de carrera profesional en la música, seis discos con La Sociedad, el Festival de Viña, las canciones para teleseries, el éxito continental de su pop romántico, su eficiente trabajo como productor y compositor para otros artistas (suyo es el hit Mañana, de Luis Jara, por ejemplo) y tres interesantes aunque algo subestimados álbumes en solitario, la pandemia envió a Daniel Guerrero de vuelta a Valdivia, la ciudad en la que nació en abril de 1973 y que dejó siendo un adolescente.
Hoy, el hombre que ha timbrado algunas de las mayores baladas románticas y populares del cancionero local de los últimos años vive en un bosque camino a Niebla, junto a su esposa e hijos, donde divide su tiempo entre las labores domésticas y la creación musical. “Mi señora trabaja así que soy dueño de casa, un papá abnegado, hago camas, comida. Criar tres niños en el 2021 en la mitad de un bosque acá en Valdivia es como desayunar un ácido todos los días. Te abre la cabeza de una manera...”, cuenta el artista riendo.
En apariencia, salvo algunas pocas canas, una barba sureña y los atuendos propios para resistir la lluvia de la selva valdiviana, el Daniel Guerrero de 2021 no dista mucho de aquel joven que a fines de los 80, en el colegio San Agustín de Ñuñoa y junto a su amigo Pablo Castro, formó uno de los dúos de pop romántico más exitosos de su época gracias a himnos como Esas mujeres, Quizás y Nada quedará. Pero en el fondo, en su interior, en sus intereses artísticos actuales, queda poco o nada.
“Después de tantos años sin duda hay una cosa física, humana, una necesidad de entender que de La Sociedad, del personaje que se fue creando, no queda nada. Nada quedará la grabé a los 20 años, me separé de La Sociedad en el 2000, muy joven y después me dediqué a producir. Entonces, en algún momento sentí que seguir jugando y coqueteando con esa música popular romántica ya no era tan creíble desde la perspectiva de quién me considero que soy ahora, desde lo que siento”, explica.
Ese giro interior se grafica a la perfección en Gol de Caszely, el más reciente sencillo del solista. Un efectivo y a la vez emotivo tema pop rock donde el autor rinde tributo a su máximo ídolo futbolístico, Carlos Humberto Caszely, en un relato donde se entrecruza su pasión por la pelota, el influjo de su padre y sus recuerdos de infancia y juventud. Porque Guerrero, además, militó en las inferiores de Colo Colo durante la época de Mirko Jozic. Y tal como reza una de las estrofas de su nuevo hit, en Valdivia alguna vez él mismo fue apodado como “el Caszely”.
El tema estrena además su videoclip, el cual se puede ver aquí. Allí está el nuevo Guerrero grabando y cantando desde el confinamiento sureño. También, la reacción del propio Chino Caszely y los elementos que el artista sumó como guiños a la canción con parte de la historia del ídolo colocolino y de la suya propia. Es su voz de niño la que grita el nombre del “rey del metro cuadrado” al inicio del tema, rescatada de una vieja cinta que grabó su padre. El epílogo de la canción, en tanto, es un saludo a la recordada incursión musical del delantero en los años 80.
Disponible desde hace algunos meses en plataformas, Gol de Caszely sorprende de entrada. De hecho, al escucharla por primera vez, más de alguien podría pensar que se trata de un nuevo hit del argentino Andrés Calamaro o del chileno Cristóbal Briceño. Hay una cosa media rollinga, más “sucia” y “garagera”, según él. Algo diferente en la voz de Guerrero, en las guitarras. Aunque a poco andar aparece también su sello característico, su vocación desprejuiciada y natural por lo radial y por la música popular. Algo que ya estaba presente también su primer disco solista (Guerrero, 2003), que él mismo considera “un fracaso” en lo comercial. O en el algo incomprendido Gitano (2012), su tercer LP en solitario donde reclutó a íconos de pop criollo como Zalo Reyes y Juan Antonio Labra.
“Me gusta chocar con las cosas, ver a dónde me llevan. Llegué a la música romántica porque cuando era pendejo tenía súper claro que eran mucho más rockeros Zalo Reyes, Germaín de la Fuente o Lucho Muñoz que los rockeros, que la verdadera actitud rockera latina estaba en esos cantantes populares. Y por eso decidí hacer música popular y romántica. Era casi mal visto ser joven y hacer eso, la gracia era ser The Cure, The Smiths. Y a mí me parecía la raja hablar de Leo Dan”, cuenta.
Pero en este regreso a su ciudad natal Guerrero, de alguna forma, se reseteó. Sin abandonar su matriz popular y su extenso bagaje como creador y productor, se inspiró durante el encierro empezó a componer y grabar maquetas casi compulsivamente, llegando a un centenar de temas durante 2020 (hoy asegura que acumula 250 piezas). También a ensayar nuevas posibilidades compositivas y otras temáticas para sus canciones. De hecho, cuenta que hasta Gol de Caszely “nunca había hecho una canción que no tuviera temática romántica. Algunas tenían temáticas más sociales, pero nunca temática futbolera”.
“Aproveché esta época de pandemia para desarrollarme como compositor. Yo sentía que en algún momento podía llegar a encontrar un color, un camino, un concepto distinto”, cuenta el músico.
“Yo siempre he sido de vida más rocanrrolera, más desordenada, poco inteligente con el dinero, no he sido amigo de gente influyente, muy concentrado en lo musical lo que me hace un pésimo artista moderno (ríe), pero sin duda lo paso bien y me siento bien, hay un público que entiende esa propuesta y me ha seguido todos estos años. Cuando sale Caszely y otras canciones, veo que sale una propuesta más rocanrolera, un poco más de banda, una sonoridad distinta. Caszely está catalogada en las plataformas como rock en español, a diferencia de toda mi discografía anterior. Y creo que esa inflexión que marca Caszely es lo que hoy me tiene súper motivado”, agrega.
Caupolicán
Guerrero reconoce que, como buen artista dedicado al pop, la respuesta (o la falta de ella) que pueda tener alguno de sus proyectos sí incide en sus decisiones. Por eso se declara asombrado de la positiva recepción y los comentarios de boca en boca que ha generado Gol de Caszely. Pero hubo una respuesta que llegó antes que todas y que fue vital para impulsar esta nueva etapa en su carrera: la del propio homenajeado.
“Un día le mandé la maqueta de la canción, a pura guitarra y voz, al mejor amigo de Carlos Caszely. Y un día me llama a mi teléfono Caszely, en enero de este año. Este trabajo parte con la llamada de Caszely emocionado, con su señora, agradeciéndome por la canción. Y yo llorando mientras él me hablaba. Yo me conformaba con que le gustara a él, pero de ahí pensé que podía haber algo más”, cuenta el autor.
Esa llamada lo impulsó a tomarse en serio esta nueva fase compositiva, para la cual reclutó a un grupo de amigos y colaboradores estelares que lo han ayudado en el último tiempo a grabar, complementar y depurar su nuevo material. “Un equipo que logré armar a distancia y que es un verdadero dream team”, comenta el músico, quien sumó al proyecto al productor Robert Cercos -que también vive en Valdivia-, al virtuoso instrumentista y jazzista Christián Gálvez y también a su viejo compinche Christian Heyne, “con quien me reencontré en la pandemia, a quien quiero y es mi padre como productor, que está encima de todo este nuevo trabajo”, relata.
Con ese equipo Guerrero trabaja en su cuarto álbum solista, que llevará por título Caupolicán. Un álbum inspirado por el efecto Caszely, que planea editar el próximo año y que incluirá al menos otras once canciones, las que irá adelantando por separado, según detalla.
“Yo no pienso en un hit cuando compongo una canción, yo lo que pienso es en alimentar una carrera, en hacer canciones que valgan la pena”, dice, a modo de declaración de principios. “El disco que más quiero es el disco más fracasado de mi carrera, que se llama Guerrero (2003), los pocos que lo conocen les gusta y en lo personal es un disco que disfruté mucho, pero sin duda fue un mega fracaso. Esta música me representa más en esta etapa. Yo siempre fui de gran orquesta y hoy con un par de guitarras y equipos a tubo aparece un sonido más vivo, más real, que me empezó a rayar y que me permite llegar a un público distinto, que es algo que en lo personal me encanta. Porque el fanático de La Sociedad es intransigente. Estoy feliz de haber encontrado este nuevo lenguaje que estoy descubriendo”, cierra.