De “una basura” a “una sátira sociocultural”: cómo No Miren Arriba ha dividido a la crítica
La película protagonizada por Jennifer Lawrence y Leonardo DiCaprio no solo está entre lo más visto de Netflix durante este año: también es una de las cintas de 2021 que ha despertado opiniones más opuestas en la crítica. Su eficacia como comedia y la manera en que se ríe de los sectores que miran con suspicacias el cambio climático, son parte de los ejes de la discusión.
Solo por el calibre de su elenco, No miren arriba tenía un espacio reservado entre las películas más esperadas del año. Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence como protagonistas, Meryl Streep en el rol de la presidenta de Estados Unidos, Cate Blanchett, Jonah Hill y Tyler Perry en papeles secundarios, además de pequeñas apariciones de Timothée Chalamet, Ariana Grande y Kid Cudi.
Quien los reunió fue Adam McKay, el director y guionista con pasado en Saturday Night Live que ha enfocado su carrera más reciente en observar bajo la óptica de la sátira las fisuras del sistema económico y político estadounidense (La gran apuesta, El vicepresidente).
Alarmado por el cambio climático, en su último largometraje usa como excusa la inminente caída de un cometa en la Tierra para poner sobre la mesa un conjunto de temas que se lanza a comentar de una sola pasada: el creciente negacionismo, al auge de los gobiernos populistas, las fake news, lo insólito detrás de la cultura de las celebridades.
Una historia que –pese a que el cometa se estrellaría cerca de la costa de Chile, según se menciona en más de una oportunidad– nunca se aleja de la perspectiva norteamericana del desastre: dos astrónomos (Lawrence y DiCaprio) se frustran por no ser tomados en serio ni por la Casa Blanca, ni por los medios estadounidenses ni por los mayores empresarios del mundo.
Como podría haberse anticipado, la cinta se alzó inmediatamente como lo más visto de Netflix en su ranking global, así como en uno de los filmes que ha generado un debate más acalorado durante 2021. También, a pesar de no estar entre las películas más elogiadas del año, en una seria candidata a los próximos Premios Oscar (a los Globos de Oro llega con cuatro nominaciones).
“(McKay) parece ser el tipo indicado para acercarse a la locura generalizada de como se llame a los últimos cinco años de la vida estadounidense”, apunta Entertainment Weekly, uno de los medios que le ha dado una crítica más favorable a la cinta, comparándola con ¡Marcianos al ataque! (1996), de Tim Burton y aportando matices. “Es difícil no añorar la película más astuta que podría haber sido: no solo una mirada chiflada y dispersa, sino una mirada más profunda y verdadera al vacío”, indica.
The New Yorker advierte que los dardos que lanza el cineasta dan en el clavo pero eso no es del todo suficiente. “McKay tiene razón, aunque su marco de referencia apenas se extiende más allá de Estados Unidos, y el hedor del desprecio político localizado casi subyuga la trama”, señala.
Otro eje de la cinta es su naturaleza de película de desastres, una tradición que habitualmente exalta el heroísmo estadounidense y del que el director se burla permanentemente, desde su inicio hasta su desarrollo y final.
Recordando que en Impacto profundo (1998) no había resistencia ante las medidas a tomar ante la inminente destrucción del planeta, Chicago Sun-Times comenta: “Vivimos en tiempos diferentes, como el guionista y director Adam McKay deja abundantemente (y repetitivamente) claro en la oscura, intermitentemente divertida, bien actuada pero demasiado amplia y obvia No miren arriba”.
“Tal como fue ejecutada, No miren arriba suena como la respuesta de izquierda a Armageddon, es decir, abandona el enfoque de (Jerry) Bruckheimer de reunir a un grupo de héroes obreros para lanzarse al espacio y atacar con bombas nucleares al cometa que se aproxima, optando, en cambio, por destacar la apatía, la incompetencia y el interés financiero personal de todos los involucrados”, comenta Variety, reconociendo que “el tono de McKay puede ser irritante, incluso si no tienes que mirar muy lejos para ver alguna versión de lo que está despotricando en el mundo real”.
“A menos que seas Roland Emmerich, el calentamiento global es un concepto difícil de dramatizar, y McKay no puede decidir si quiere divertirnos o molestarnos... entonces, ¿por qué no ambos?”, agrega el portal.
El giro final
En referencia al desenlace de la película (spoilers a continuación), también hay discusión entre la prensa especializada. Sin ahondar en detalles, el final evoca cierto sentido de comunidad que matiza el feroz comentario sobre el mundo actual que domina la cinta.
Llamándola “menos una sátira política que sociocultural”, The Washington Post asegura que “a medida que la película avanza hacia lo que se convierte en su conclusión deprimentemente obvia, McKay encuentra espacio para un inesperado humanismo y generosidad”. Agrega: “No contento con simplemente avivar la rabia y la superioridad moralista, McKay se atreve a infundir No miren arriba de una sensación de dolor auténtica y poco irónica”.
“Esta escena aparece como una anomalía en su poder de movilizar, no solo sentimentalmente sino en términos de alineación. Como primera instancia que impulsa al público a involucrarse con cualquiera de estos personajes o las creencias que representan, es el único momento en el que parece que vale la pena preservar la Tierra”, plantea The Guardian en una crítica escrita por Charles Bramesco y titulada “por qué la sátira sobre el cometa repleta de estrellas No miren arriba es un desastre”.
The New York Times tampoco fue particularmente benevolente con la cinta y entregó matices: “Un problema es que algunos de los principales objetivos de McKay aquí, específicamente en política y entretenimiento, ya ha alcanzado el máximo de autoparodia o tragedia (o ambas). ¿Qué queda para ensartar satíricamente cuando los hechos son ridiculizados como opinión, los terraplanistas asisten a conferencias anuales y los movimientos de teoría de la conspiración como QAnon se han convertido en poderosas fuerzas políticas?”.
“No dice nada nuevo sobre cómo la desinformación se convirtió en causa política o sobre cómo los escándalos son el verdadero opio de las masas”, fue aún más lapidario el sitio Roger Ebert. “No miren arriba piensa que está presionando muchos botones políticos inteligentes, cuando una y otra vez sólo señala lo obvio y lo fácil”, remata.
En Chile, el crítico de Culto, Héctor Soto, también fue duro con el filme: “Una realización que viene blindada por la etiqueta de ser una de las películas más cómicas del año. Pero en realidad es pura basura. Basura con gran reparto, claro. Es el típico ejercicio de perversidad, chispa y mala fe que -mal facturado, con brocha gorda y cero esprit de finesse- cuesta mucho seguir sin una enorme cuota de sopor”.
“Hemos visto muchas películas así, de tontos que se creen inteligentes. Jugando con la miserable reacción de los políticos y los medios ante el inminente apocalipsis anunciado por dos científicos, No miren arriba quiere decir que el mundo no tiene remedio. Pero no le llega ni a la cintura a ¡Marcianos al ataque!, de Tim Burton. Ni a la rodilla a Top Secret. Y ni a los talones a El mundo está loco, loco, loco, de Stanley Kramer. No hay comparación que la favorezca”.
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