Un día como hoy hace 65 años, Gabriela Mistral fallecía en el hospital de Hempstead, Nueva York, producto de un cáncer al páncreas. La ruidosa ciudad estadounidense, muy distinta a su natal Vicuña en el norte de Chile, vería apagarse a una de las más importantes poetas nacionales.

Durante su vida, una ya consagrada Mistral se definió, por sobre todo, como una maestra. Viajó y ejerció como tal no solo en distintos sectores de su natal Valle del Elqui, sino también en La Serena, Santiago, Traiguén, Los Andes, Antofagasta, Temuco e incluso en Punta Arenas. Sin embargo, los primeros vínculos de una tímida y silenciosa Lucila Godoy con la enseñanza, y sus comienzos en unos inconclusos estudios primarios, no fueron del todo fáciles.

Los primeros pasos

En 1892, con sólo tres años, se establecería junto a su familia desde Vicuña a la localidad de Montegrande, en el Valle de Elqui. El cambio surge ya que su media hermana, Emelina Molina Alcayaga, sería destinada como directora de la Escuela Primaria de Montegrande.

El abandono de Jerónimo Godoy, padre de la familia, determinó que fuera Emelina quien se hiciera cargo de sostener económicamente a su media hermana y a su madre, con quienes viviría en la casa de la escuela. Por aquel entonces, fue la propia Emelina su primera aproximación a la enseñanza, educando a una pequeña Lucila Godoy en leer y escribir, siendo esta, como reconocería Gabriela Mistral años más tarde, la única que tuvo.

“Me dio enteramente la educación recibida en la infancia que en buenas cuentas es la única que tuve y que me fue transmitida puede decirse, en las rodillas fraternas. Reemplazó a mi padre en sus obligaciones familiares, y yo le reconozco el bien definitivo de la asistencia material y moral”, escribiría Mistral sobre Emelina, en una carta remitida a Virgilio Figueroa en 1933.

Emelina Molina Alcayaga, hermana de Gabriela Mistral (1898). Recuperado de: memoriachilena.gob.cl

Según señala el poeta y especialista en la obra de Gabriela Mistral, Jaime Quezada, la figura de la hermanastra en la vida de la futura poeta de Vicuña es clave; de hecho, inspiraría uno de sus poemas más importantes.

“Hay que considerar que Gabriela Mistral tuvo a su propia maestra desde muy niñita, que era su hermanastra, Emelina, a quien ella va a dedicar uno de los poemas antológicos de Gabriela Mistral que es La maestra rural y que la verdadera maestra rural, diría: es Merlina mi hermana (…). No solamente le va a enseñar las primeras letras, sino que también el mundo que la va rodeando”, señala Jaime Quezada.

Mistral, Gabriela, 1889-1957. La maestra rural [manuscrito] Gabriela Mistral. Archivo del Escritor. . Disponible en Biblioteca Nacional Digital de Chile.

Tras un tiempo, Lucila Godoy fue enviada de vuelta a Vicuña, para continuar sus estudios primarios en la Escuela Superior de Niñas de la ciudad. Es aquí, donde sucedería uno de los eventos que marcarían a la futura poeta y maestra: su estadía en la Escuela Superior duraría tan solo cuatro meses, ya que sería acusada por Adelaida Olivares, la propia directora, de robar hojas de papel.

Gabriela Mistral quien, por entonces, era solo una niña, no supo cómo responder a la acusación, sufriendo el acoso y la violencia de sus demás compañeras.

“La directora sabía que mi hermana era profesora y me daba todo el papel que yo quería, y otro tanto hacía donde Bernardo Araya. Para qué iba yo, entonces, a robarme el papel. Sin embargo fui acusada de ladrona, y la directora, aquella mujer considerada como una santa, dio una lección contra el robo mirándome a mí. Yo, que era una niña puro oídos y sin conversación, no dije nada. A este propósito, sus amigas le decían siempre a mi madre: ‘Vos tan conversadora, y a esta niña no se le oye nunca la voz’. Pues bien, aquel día cuando oí a la directora, yo me quedé trabada, sin poder enunciar palabra. Después, afuera, me esperaban las otras muchachas con los delantales llenos de piedras que lanzaron contra mí. Llegué a la casa de mi tía, donde me alojaba, con la cabeza llena de sangre, y mi hermana tuvo que venir a buscarme y llevarme con ella a Diaguita. Aquellos hechos nunca pudieron borrarse de mi mente”, comentaría sobre este hecho Gabriela Mistral en una entrevista que le realizaría Lenka Franulic, rescatada en libro Moneda Dura, de Cecilia García-Huidobro.

Tras este episodio, Lucila emigraría de su “amado pueblo de Montegrande”, trasladándose por un breve tiempo a La Serena y Coquimbo.

La maestra rural

Pese a la mala experiencia, Lucila terminaría ejerciendo ella misma la docencia. Una labor que marcaría una de las facetas más importantes de la futura poeta y de la cual se sentiría orgullosa a lo largo de toda su vida.

Y fue por medio de la recomendación de una compañera de su hermana, de nombre Antonia Molina de Rigada, que Lucila conseguiría ser designada ayudante en la Escuela de La Compañía Baja, en La Serena.

“Empecé a trabajar en una escuela de la aldea llamada Compañía Baja a los catorce años, como hija de gente pobre y con padre ausente y un poco desasido. Enseñaba yo a leer a alumnos que tenían desde cinco a diez años y a muchachones analfabetos que me sobrepasaban en edad”, escribiría Gabriela Mistral en El oficio Lateral (1949).

En este periodo, aparece otra figura muy importante en una joven Lucila: el periodista Bernardo Ossandón, quien facilitaría libros fundamentales en la formación de la futura vate.

“Un viejo periodista y sabio maestro de La Serena, don Bernardo Ossandón dio un día conmigo y yo con él. Poseía el fenómeno provincial de una biblioteca, grande y óptima. El buen señor me abrió su tesoro, fiándome libros de buenas pastas y de papel fino”, escribe Mistral en El oficio lateral.

Su labor docente, sería acompañada por aquel entonces con la redacción de artículos y la publicación de poemas que aparecerían en diferentes medios regionales, como El Coquimbo, La Reforma y en la revista Penumbras de La Serena, donde usaría el seudónimo de “Alguien” o “Alma”.

De hecho, es en El Coquimbo, donde aparecería el nombre por el cual sería conocida de manera internacional: en una publicación del 23 de julio de 1908 Lucila Godoy firmaría un poema suyo titulado Del pasado, por primera vez, con la firma de Gabriela Mistral.

Sin embargo, fueron precisamente sus publicaciones y su amistad con Ossandón, lo que determinarían que se le negara el ingreso a la Escuela Normal de La Serena en 1905.

“Sólo años más tarde supe por qué yo había sido recibida primero y luego echada de la Normal, de boca de la propia Teresa Figueroa. Resulta que por aquel tiempo yo leía libros que me prestaba un curioso hombre que yo conocía, don Bernardo Ossandón, un astrónomo que me había hecho leer a Flammarion, y yo había escrito un artículo en que decía que ‘la naturaleza era Dios’. A causa de aquella frase pagana, el capellán de la Normal dijo, en consejo de profesores: Esta niña es naturalista, y pidió que yo no fuera admitida. Yo ni siquiera conocía el significado de aquella palabra”, señalaría Mistral en entrevista con Lenka Franulic.

Solo tres años después de su inicio como ayudante de en la Escuela de Compañía Baja, Lucila Godoy sería nombrada inspectora del Liceo de Niñas de La Serena, para luego de otros tres años, rendir el examen en la Escuela Normal N°1 de Niñas de Santiago. Así, obtuvo su reconocimiento de maestra primaria debido a su labor en el ejercicio de la educación, tras lo cual es destinada como profesora a la comuna de Barrancas (hoy Pudahuel), en el sector poniente de Santiago.

Sobre su época como maestra interina y su nombramiento formal como maestra, Mistral ahondaría en detalles durante la entrevista realizada por Lenka Franulic.

“Ser maestra interina era por aquel entonces una calamidad. Siempre pospuesta y mirada en menos por las demás tituladas. Luego vino el campanillazo de que los interinos teníamos que ir a dar examen a Santiago. Cuando me tocó el turno, ya temblaba de miedo. Afortunadamente me encontré con una mujer comprensiva, doña Brígida Walter, directora de la Normal, quien me dio un trabajo escrito. Después de verlo me tomó aparte y me dijo que leyera mucho. Aquélla fue la primera lucecita de esperanza. Luego me nombraron en Barrancas, cerca de Santiago, hasta que Fidelia Valdés me metió en la enseñanza secundaria. Me llevó a Traiguén y más tarde a Antofagasta y Los Andes, que fue donde más duré”, señalaría Mistral.

Para Jaime Quezada, como profesora, Gabriela Mistral, sería dueña de un sello muy distintivo, el cual estuvo marcado sobre todo por elementos con los que ella no pudo contar en su formación.

“Sentirse dentro de un campo en que sea grato, que la enseñanza que sea como una belleza como una ternura, como una forma de amor, y es eso lo que ella va a destacar siempre (...). Porque ella lo sufrió, ella no tuvo esa belleza, no tuvo ese amor, no tuvo esa ternura de niña, entonces claro, por eso ella va a abogar por esos valores sensitivos en la misma enseñanza educacional”, señala.

Ya en 1912, con 23 años, Gabriela Mistral sería nombrada por el entonces ministro de Justicia e Instrucción Pública, y futuro presidente de Chile, Pedro Aguirre Cerda, como directora del Liceo de Niñas de Punta Arenas. Si bien se desconoce la fecha exacta en que se conocieron, ambos fueron estrechos amigos. De hecho, Mistral le dedicó la primera edición de Desolación a Aguirre y su esposa, y éste le dedicó a su vez su libro El problema agrario (1929).

Cabe destacar que, años más tarde, y ya como presidente de Chile, fue Pedro Aguirre Cerda uno de los grandes promotores de la candidatura de Gabriela Mistral al Premio Nobel, solicitando a su embajador en Francia, Gabriel González Videla, que promoviera la obra de Mistral en Europa.

Sobre su paso por Punta Arenas, el poeta Jaime Quezada resalta la labor de una Mistral que sería enviada en una misión de “chilenización” de un territorio tan austral como Magallanes.

“Ella llegó a reestablecer la educación un establecimiento que estaba con una situación muy irregular, muy deteriorada, y entonces claro, envían a esta maestra que todavía no tiene 30 años de edad para que se vaya al fin del mundo a reestablecer la educación de ese liceo de niñas, y Gabriela Mistral va obedientemente, llega a Punta Arenas a cumplir esta labor que cumplió plenamente, puso en primer lugar ese liceo, de lo cual ella siempre va a estar muy feliz y orgullosa de haber contribuido”, señala.

Gabriela Mistral en Punta Arenas

La internacionalización

Tras su paso por Punta Arenas Gabriela Mistral sería destinada a Temuco, con igual cargo, para luego, ser nombrada en 1921, al tiempo de su fundación, como la primera directora del Liceo de Niñas N°6 (actual liceo N° 7 Teresa Prats de Sarratea) de Santiago.

Su nombramiento, suscitó críticas entre sus pares de la época, quienes no veían con buenos ojos que alguien con falta de estudios formales, fuese nombrada directora de tan importante establecimiento.

“Yo no tengo el título, es cierto, mi pobreza no me permitió adquirirlo y este delito, que no es mío sino de la vida, me ha valido el que se me niegue por algunos, la sal y el agua”, señalaría Mistral años más tarde.

No obstante, sus aportes a la educación chilena eran innegables. Este hecho, le valdría una invitación del Secretario de Educación Pública de México, el educador José Vasconcelos y comenzaría así un largo periplo donde aquella modesta maestra rural, recorrería el mundo ejerciendo distintos cargos, muchos de ellos ligados a temas relativos a la educación, manteniendo siempre dentro de sí, las labores que como maestra desarrollara en Chile.

Quizás su visión sobre la educación podría resumirse en aquella famosa frase suya que aparecería en la publicación Magisterio y niño.

“Enseñar siempre: en el patio y en la calle como en la sala de clase. Enseñar con actitud, el gesto y la palabra”.