Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Incluso si la realidad que se acaba de dejar atrás resultaría indeseable para cualquier ser humano. A bordo del vehículo blindado que los lleva a la prisión en la que deberán cumplir cadena perpetua, un abatido Mario (Claudio Rissi) echa la mirada atrás por un segundo.
“Éramos reyes en San Onofre”, dice primero resignado y luego colérico. En los últimos minutos del final de la tercera temporada de El marginal (Netflix), el viejo zorro de la pandilla añora la hegemonía que impuso en la anterior cárcel junto a su hermano, Diosito (Nicolás Furtado), y el resto de la banda de los Borges. Pero sobre todo siente el calor del infierno que les espera, un penal de máxima seguridad llamado Puente Viejo que se transforma en la nueva locación de la serie en su recién estrenado cuarto ciclo.
Compuesto de ocho nuevos episodios (disponibles en la plataforma desde ayer), el regreso de la exitosa ficción argentina despliega el arsenal de recursos que la convirtieron en un fenómeno del streaming, incorporando nuevamente a su historia a Pastor (Juan Minujín), el expolicía que se infiltra en San Onofre en el comienzo de la ficción, y siguiendo a sus personajes a través de un infernal nuevo escenario.
Aquí, una revisión punto por punto por las claves que definen el retorno de la producción:
*Basta de precuelas
La apuesta de continuación de El marginal contó con una dosis admirable de ingenio: luego de su celebrado debut, en vez de seguir la clásica ruta de cualquier serie medianamente exitosa, sus creadores optaron por diseñar las temporadas dos y tres como precuelas de la historia original (otro tal vez habría esperado realizar un spin-off más adelante). La decisión implicó dejar a un lado a Pastor, que condujo el inicio de la ficción, confiando ciegamente en el carisma y arrastre de Mario y Diosito y en contar los orígenes y la consolidación del poder del clan en la cárcel.
Esa fórmula cambia en el regreso que se puede ver desde este miércoles a Netflix, que califica como la primera secuela de los 13 capítulos que inauguraron la historia en 2016. Para no perderse: un nexo entre ambas líneas temporales está en el octavo y último episodio de la tercera temporada, cuando los Borges reciben una nueva pena y son trasladados a Puerto Viejo. El otro, más exhaustivo, viene en el primer capítulo del cuarto ciclo (tan largo como una película), que explica detalladamente cómo el personaje encarnado por Juan Minujín terminó en la prisión de máxima seguridad y en qué momento se encuentra con sus antiguos compañeros de reclusión.
*La violencia al límite
El marginal debe su éxito a una fórmula que o se disfruta plenamente o resulta difícil de tolerar. La frágil relación entre sus fascinantes personajes, el vértigo y las luchas de poder del guión y la brutal crudeza constituyen la marca de la ficción creada originalmente por Sebastián Ortega e Israel Caetano, que vuelve recargada y renovada en su cuarta temporada.
Sin siquiera recurrir a mostrar a los Borges, y siguiendo únicamente a Pastor, la serie arranca en su primer capítulo con un descarnado retrato del nuevo penal que alberga la historia. Muertes cruentas, palizas, un intento de suicidio y toda clase de vejámenes guían el comienzo del cuarto ciclo, que probablemente revuelva el estómago de incluso los más habituados a sus escenas gráficas. Qué duda cabe: El marginal no quiere gustarle a todos y está dispuesta a llevar al límite sus códigos, un arrojo que también es parte de la clave detrás del arrastre que ha cosechado en el último lustro.
*Nuevos y viejos personajes
El triángulo que alguna vez compusieron Diosito, Mario y Pastor vuelve a encontrarse en el cuarto ciclo, luego de que la historia recoge la hebra del desenlace de la primera tanda de capítulos. La reunión sacará chispas. Sergio Antín (Gerardo Romano), el antiguo encargado de San Onofre, también retorna al juego, en busca de apoderarse del control del penal Puerto Viejo. Emma (Martina Gusmán), la asistenta social de la historia, está al cuidado de los hijos que comparte con Pastor y sigue con angustia su día a día privado de libertad.
En la salvaje cárcel que los recibe el dominio entre los reclusos lo impone Coco (Luis Luque), un preso que vive en un sector más acomodado del penal junto a su familia. Y la plana directiva del lugar es encabezada por Benito Galván (Rodolfo Rannin), un hombre de temple apacible y métodos extremos que es temido por los reos. “Yo no soy como el lánguido de Antín”, le advierte a los Borges en su llegada.
*Cambio en la sala de guionistas
“No quería tener 52 años y hacer la cuarta parte de El marginal. Era convertirme en un viejo ladrón, y no quería eso”, dijo a fines del año pasado el cineasta Israel Caetano (Pizza, birra, faso), el cerebro original de la serie junto a Sebastián Ortega, hasta que abandonó la producción tras la segunda temporada. A partir de ese momento las llaves de los libretos quedaron a cargo de Andrés Pascaner, Nicolás Marina y Omar Quiroga, quienes junto a otros guionistas imaginaron el tercer ciclo y ahora el cuarto. Aquí sortean con destreza un reto de alta complejidad: mantener la identidad de la serie y disparar su ambición, al tiempo que evitar volver a tocar las mismas teclas con la misma técnica.